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La religión verdadera


"Oye, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. "Deuteronomio 6.4-5

Rvdmo. Andrés Ayala - ¿Cuál es la religión verdadera? Esa pregunta ha sido, y es, un disparador seguro de las más encarnizadas disputas, de los argumentos más rebuscados en una u otra dirección, y de las más salvajes atrocidades que el ser humano pueda cometer. La religión verdadera es aquella que adora al Dios único, manifestando y reflejando su carácter divino.

Jesús, que a primera vista parece hablar de otra cosa, resume la religión verdadera como reflejar el carácter de Dios: "Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto." Esa perfección o completitud no es algo etéreo o inalcanzable, sino que es la actitud consecuente de quien pone su esperanza en el Eterno. Él hizo cielo, tierra y mar, y todo lo que hay en ellos, con amoroso cuidado los sustenta y les da vida, y también a cada uno de nosotros.

Ser "perfectos, como su Padre que está en el cielo" no significa huir del mundo ni de su realidad, más bien es lo contrario. ¡Dios ama infinitamente a su creación! Y sus hijas e hijos debemos amarla de la misma manera. El Padre es fiel y siempre mantiene su palabra, sus hijas e hijos también. El Señor hace justicia a los oprimidos y da de comer a los hambrientos, entonces el amor y la compasión son señales de la perfección de los hijos e hijas de Dios.

Santiago, el hermano de Jesús, escribió: "Si alguno cree ser religioso, pero no sabe poner freno a su lengua, se engaña a sí mismo y su religión no sirve de nada. La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es ésta: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y no mancharse con la maldad del mundo." Santiago 1.26-27

Felices aquellos que visitan y anuncian libertad a los presos. Felices los que devuelven la vista a los ciegos con la luz del amor de Cristo. Felices los que se apresuran a levantar a los caídos. Felices los que hacen de la verdad e integridad su carácter, aun a costa de sufrir perjuicio. Felices los que protegen a los extranjeros y sostienen a los huérfanos y a las viudas. Felices los que sin temor denuncian a los malvados y opresores. ¡Ellas y ellos practican la religión verdadera!

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