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Cristianismo, Ciencia y homosexualidad, por Javier Otaola




Hace 33 años la Organización Mundial de la Salud (OMS) retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales. Con anterioridad ya se había excluido del “Manual de Diagnóstico de los trastornos mentales” de la Asociación Americana de Psiquiatría, una referencia obligada en la valoración de la salud y la enfermedad psiquiátricas. En unos 70 países se sigue considerando delito. Algunos grandes personajes de la Historia han sido homosexuales Sócrates, Platón, Alejandro Magno, Leonardo Da Vinci, Michelangelo, la Reina Cristina de Suecia, amiga de Descartes, Sor Juana Inés de la Cruz, Jane Addams...




El último Sínodo de la Iglesia de Inglaterra (2023) —la Iglesia Madre de referencia en la Comunión Anglicana, aprobó por sus tres cámaras (obispos, presbíteros y laicos) la autorización a las parroquias que lo deseen para impartir un ceremonial de bendición a las parejas homosexuales que de alguna manera estén comprometidas en una relación estable y que deseen bendecir ese compromiso en el seno de su Iglesia. La decisión del Sínodo asume de ese modo la normalidad de la afectividad homosexual, con su propia naturaleza, distinta de la heterosexualidad pero que como todo lo humano puede y debe vivirse virtuosamente según los valores cardinales de Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza [*], y las virtudes teologales de Fe, Esperanza y Caridad.

 

 

         La Iglesia de Inglaterra no dispensa la condición de matrimonio cristiano a las parejas homosexuales por considerarse un afecto y una relación, que siendo legítima no tiene el carácter sacral de las uniones heterosexuales, ˝de suyo˝ abiertas a la procreación, una relación que no asume asume el valor bíblico de representar la imagen de Dios mismo: «y lo creo varón y mujer». En la tradición clásica y grecolatina, asumida tácitamente por la misma Iglesia de Inglaterra los afectos y las relaciones homosexuales son considerados como una "amistad particular"[1] a la que cabe reconocer la dignidad de cualquier otro afecto personal y que puede vivirse con plena humanidad. Hablando de esa dignidad propia y característica de esa amistad particular, me vienen a la memoria las hermosas palabras de Michel de Montaigne a la muerte de su amigo esencial, Etienne de la Boetie"Si comparo todo el resto de mi vida con los cuatro años que me fue dado disfrutar de la dulce compañía y sociedad de esa persona, no es más que humo, no es más que una noche oscura e insípida. Desde el día que le perdí no hago más que arrastrarme y languidecer, y los mismos placeres que me ofrecen, en lugar de consolarme, hacen que se recrudezca el valor de su pérdida. Nosotros íbamos en todo a medias."


 




         No siendo la bendición propuesta por el Sínodo Anglicano una fórmula sacramental es sin embargo una genuina bendición —dice bien y desea bien— es decir un reconocimiento de que es posible una unión afectivo-sexual entre personas del mismo sexo que no siendo matrimonio sin embargo merece respeto y bendición como una amistad particular que no es anatema, como así ha sido en el pasado.


         Este mismo año el Papa de Roma ha autorizado la bendición de las parejas homosexuales en el seno de la Iglesia Católica con una larga nota explicativa que no modifica la tacha de pecado grave para toda forma de relación afectivo-sexual entre personas del mismo sexo: «Desde un punto de vista estrictamente litúrgico, la bendición requiere que aquello que se bendice sea conforme a la voluntad de Dios manifestada en las enseñanzas de la Iglesia». Y añade: «10. Las bendiciones se celebran, de hecho, en virtud de la fe y se ordenan a la alabanza de Dios y al provecho espiritual de su pueblo.  y «recuerda que cuando, con un rito litúrgico adecuado, se invoca una bendición sobre algunas relaciones humanas, lo que se bendice debe poder corresponder a los designios de Dios inscritos en la Creación y plenamente revelados por Cristo el Señor. Por ello, dado que la Iglesia siempre ha considerado moralmente lícitas sólo las relaciones sexuales que se viven dentro del matrimonio, no tiene potestad para conferir su bendición litúrgica cuando ésta, de alguna manera, puede ofrecer una forma de legitimidad moral a una unión que presume de ser un matrimonio o a una práctica sexual extramatrimonial. La sustancia de este pronunciamiento fue reiterada por el Santo Padre en su Respuestas a los Dubia de dos Cardenales».





         Para salvar esta constante doctrina de Roma que repudia como ilícita las relaciones homosexuales la decisión del Papa sobre la bendición se reduce en su significado a una fórmula de confianza en Dios, y de búsqueda de acercamiento a la Iglesia, o sea a un bien posible en medio de una situación indeseable, pero no una aceptación: «Así, la Iglesia es el sacramento del amor infinito de Dios. Por eso, cuando la relación con Dios está enturbiada por el pecado, siempre se puede pedir una bendición, acudiendo a Él, como hizo Pedro en la tormenta cuando clamó a Jesús: «Señor, sálvame» (Mt 14, 30). En algunas situaciones, desear y recibir una bendición puede ser el bien posible. El Papa Francisco nos recuerda que «un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades».[28] De este modo, «lo que resplandece es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado».  

 

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