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La Pascua III, por Miquel- Àngel Tarín i Arisó

 

 

 

 

 



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CRONOLOGÍA (I)

 Introducción y objetivos

           

 

En nuestros dos artículos anteriores (Escritorio Anglicano: abril, junio de 2025) intentamos explicar el origen y la significación de las pascuas judía y cristiana. Ahora, en esta tercera y penúltima entrega, nos interrogaremos en relación con ciertos aspectos, especialmente metodológicos, cronológicos y litúrgicos, relacionados con ambas pascuas y empezaremos a esbozar la Pasión de Jesús. En una próxima entrega final nos volcaremos exclusivamente en antedicha Pasión en el contexto de la Pascua. No podremos perder nunca de vista la Pascua judía, puesto que la cristiana se asienta en la judía, si bien es cierto que su resultado final conllevará su definitiva superación y plenificación escatológica.

 

 

Corolarios académicos y metodológicos

 

 

Al reflexionar acerca de los acontecimientos sucedidos durante la última Pascua y la Pasión de Jesús deberemos previamente explicitar algunos corolarios a los cuales la crítica bíblica está llegando progresivamente de manera cada vez más mayoritaria y contundente. Estos corolarios, que a continuación consignamos, habrán de servirnos a manera de mojones que nos señalen dos cosas: primero el camino a seguir, segundo, cuándo y cómo voluntariamente nos desviamos del mismo por diferentes motivos metodológicos. 

 

El primero de ellos es señalar que, por mor de finalidades propedéuticas y de claridad expositiva que pretenden no desviar/despistar en demasía al lector en relación con los episodios pascuales que señalaremos a lo largo de nuestra exposición, abordaremos todos los hechos relacionados con la Pascua y con la Pasión de Jesús a partir de una lectura sencilla de la Biblia. Esto tiene especial importancia porque los explicaremos y los contabilizaremos de la manera temporal acepta por la tradición actual de la Iglesia. Es decir, considerando desde el domingo de ramos hasta el domingo de resurrección, el espacio comprendido en una semana más un día.

 

El segundo corolario constituye probablemente el más importante mojón en nuestro camino: somos absolutamente conscientes de que este proceder tiene enfrente, a manera de muro intelectual de difícil derribo, los resultados actuales volcados por la Academia, los cuales parecen no confirmar esta cronología tan tradicional hasta la fecha. En efecto, ello es así especialmente considerando que el domingo de ramos, tal y como se nos muestra a partir de una lectura como decíamos sencilla del Nuevo Testamento, no parece consignar la memoria de una Pascua judía, sino que más bien hacen referencia directa a la festividad de los Tabernáculos, otra importante festividad judía de obligado cumplimiento también denominada fiesta de las Cabañas, una de las tres fiestas más destacadas en el calendario judío de obligatorio peregrinaje a la ciudad Santa. Ya las hemos mentado en nuestros anteriores artículos tratando el tema judío pascual si bien en este artículo habremos de prestarles un poco más atención.

 

La presencia de palmas, una plantación vegetal no característica de la agricultura jerosolimitana sino galilea, portadas según explicitan los textos bíblicos por parte de los peregrinos, no eran en absoluto características de la celebración de la Pascua, sino de la fiesta de los Tabernáculos. Abunda a ello el hecho de que el canto repetido en forma de estribillo entonado también por estos mismos peregrinos y basado en el salmo 118 tampoco era de orden pascual, sino claramente propio de la liturgia de la fiesta de “Sucot”.

 

 

“Incluso hoy día se traen las palmas a Jerusalén desde Jericó. A causa de la mención joanica de las palmas algunos han sugerido que la entrada en Jerusalén tuvo lugar realmente en la Fiesta de los Tabernáculos, en la cual se traían una gran cantidad de palmas desde el valle del Jordán para construir las tiendas y para llevarlas en procesión (Lev 23, 40: 'El primer día [de la Fiesta de los Tabernáculos] tomaréis frutos de los mejores árboles, ramos de palmera, ramas de árboles frondosos y sauces del río…'; Neh 8, 15: 'Salid al monte y traed ramas de olivo, de pino, de mirto, de palmera …') 

 

(Raymond Edgar Brown, The Gospel according to John, London: Chapman, t. I, 1978, p. 457. La traducción es nuestra)

 


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[Cristo resucitado, por Bramantino c.1490] Mueso Thyssen. Madrid


Tercer corolario: A pesar de la importancia de estas informaciones en orden al tema que nos ocupa, dicha circunstancia no obsta ni resta tampoco ninguna historicidad general al relato de la Pasión, debiendo ser sin duda considerado – al menos en su mayoría – como histórico. Obviamente, y esto constituye un cuarto corolario: histórico sí, ciertamente, pero siempre y cuando consideremos los parámetros que la historia entonces conocía, nada teniendo que ver con la historia de datos crítica que practica hoy la historia como disciplina y ciencia social.

 

Quinto corolario: No obstante, si realmente la fiesta a la que acudió Jesús hubiera sido efectivamente la de los Tabernáculos, los sucesos “pascuales” se habrían producido entonces entre los meses de setiembre y octubre, es decir durante el otoño. Sexto corolario: Lo que de ningún modo puede negarse en base a las informaciones bíblicas que los evangelios nos transmiten es que Jesús acudió como mínimo a una de estas dos grandes fiestas principales de peregrinaje. Así es, pues según el tenor y contexto del Evangelio según san Juan en su capítulo 7, se narra claramente como Jesús desciende con posterioridad a que lo hicieran sus discípulos desde Galilea a Jerusalén para enseñar.

 

Todas estas circunstancias que hasta aquí hemos venido destacando unidas a la celeridad desenfrenada y sin respiro con la cual los diferentes hagiógrafos describen los acontecimientos pascuales durante el espacio de una sola semana nos conduce hacia un séptimo corolario: dichos acontecimientos pascuales seguramente no se produjeron durante un espacio temporal hebdomadario, sino que habrían estado concienzudamente concentrados y sintetizados por los evangelistas describiendo más bien los acontecimientos sucedidos en realidad durante varios meses, probablemente los que transcurren desde la fiesta de los Tabernáculos en otoño - como se dijo - hasta la primavera, es decir la Pascua o “Pesaj” judía ya por entonces en el siglo I tradicional. Solamente siendo esto así se comprende una concentración temática tan abigarrada, veloz y desenfrenada en el tenor de los textos tratando acerca de la Pascua en general y de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo en particular.

 

Terminaremos finalmente este apartado con cuatro corolarios más. Ya hemos insinuado anteriormente que los evangelios no son libros de historia científica. Pero (octavo corolario) tampoco son relatos biográficos acerca de la vida y de la muerte de Jesús. Es prácticamente indiscutible (excepto para los “mitistas” cada vez más minoritarios y en franco declive) que Jesús de Nazaret fue un personaje histórico. Ahora bien, los evangelios no nos transmiten ni pretenden tampoco transmitirnos un relato biográfico de su persona, a pesar de que este género literario existía y por lo tanto era conocido desde antiguo. Los evangelios (noveno corolario) son un género literario nuevo y desconocido hasta san Marcos que se contemplan y que se quieren como libros de fe escritos por personas de fe para determinadas comunidades compartiendo esa misma fe en Jesús Mesías experimentando diferentes problemáticas teológicas y vivenciales. De manera que (décimo corolario) sus relatos acerca de la pasión son voluntariamente selectivos y por ende parcializantes.

 

Esto quiere decir que cada evangelista, a pesar de contar la Pasión de Jesús, lo que más bien hace es contarnos SU Pasión acerca de Jesús, es decir, aquellos acontecimientos de la Pasión que más captaron su atención y que más determinantes creyeron que serían para el buen desarrollo de sus comunidades. Esto provoca desgraciada e irremediablemente (onceavo corolario) que los relatos que los evangelistas nos transmiten acerca de la Pasión sean diferentes y en ocasiones hasta contradictorios, circunstancia que dificulta en mucho la tarea del erudito y que hace prácticamente imposible su completa armonía[1].

 


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[Highgate Cemetery London




¿Qué es un calendario?

 

No se trata de una pregunta baladí, y menos todavía para nuestro tema. Un calendario es algo más que un contador del paso del tiempo anual. Es uno de los mayores logros de la humanidad porque incorpora en su seno el acervo cultural de una determinada sociedad a través de su lógica y de sus festividades, de manera que se convierte en un reflejo de la manera de ser y de pensar de los grupos humanos. Es por ello un fiel garante de la mnemohistoria.

Los tiempos del calendario reflejan en consecuencia la personalidad colectiva de los grupos humanos que lo crean sirviéndonos en mucho en orden a su conocimiento profundo. Tomemos un ejemplo sencillo por próximo: el calendario civil de toda la península ibérica señala el día 15 de agosto como festivo. Sin embargo, se trata de una festividad religiosa, la Asunción de la Madre de Dios tras su muerte en cuerpo y alma a la gloria celestial.  Dicha festividad recuerda el dogma de la Asunción proclamado por el Papa Pío XII el 1 de noviembre del año 1950 modus “ex-cathedra”, en la Constitución Apostólica “Munificentisimus Deus” (véase también el Catecismo de la Iglesia Católica (canon 966) en su relación con la Constitución Dogmática Lumen Gentium, 59). Recoge en realidad una tradición muy antigua que pretende expresar una participación singular de María a partir de la resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección que atiende a los demás cristianos. Durante ese día reina la fiesta, la celebración, las romerías, las ferias, los bailes, la liturgia adquiere también un cariz más festivo y popular ... Esa fiesta religiosa inserta en el calendario nos informa mucho acerca de la sociedad en la que está inserta: una sociedad de raigambre cristiana de mayoría católica apostólico-romana que por lo tanto concede una importancia nuclear a Jesucristo, a su madre, a sus resurrecciones y a las nuestras. Es decir a las creencias cristianas en definitiva. Informaciones similares nos las ofrecen todos los calendarios, naturalmente también el judío.    

 

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   El calendario judío

 

 

En el calendario judío coexisten dos antiguas tradiciones relacionadas con la medida del tiempo. Por una lado la pastoril, más antigua y enraizada en los ciclos nómadas y seminómadas que se ajustan a la luna. Por otro lado la tradición agrícola, que dice relación con la sedentarización posterior propia de la neolitización de las primeras sociedades agrarias y por lo tanto con los ciclos naturales de la siembra y de la cosecha provocados por las estaciones. Por esta razón las festividades se fueron adaptando progresivamente al ritmo de los grandes ciclos agrícolas hallándonos claramente ante una tradición de tipo solar. Ambas tradiciones se entremezclan no obstante en el calendario judío. Así pues, la característica más importante que lo distingue es la ambivalencia entre Luna y Sol que está en su base, de manera que podemos identificarlo sin ningún género de duda como un calendario lunisolar[2], a diferencia del calendario Gregoriano que siguió al Juliano[3] en el siglo XVI por mor del Papa Gregorio XIII y que rige actualmente en Occidente, siendo de tipo exclusivamente solar.

 

Esta circunstancia propia del calendario judío es importante y habrá de servirnos cuando analicemos posteriormente los acontecimientos pascuales y la Pasión de Jesús. El carácter lunisolar[4] del calendario judío explica que el día comience cuando entra la noche. La razón de este proceder la encontramos en el primer libro de la Biblia[5], el Génesis, texto que nos explica que Dios creó existiendo un caos oscuro, de manera que la luz advino mediante su palabra pero apartándola previamente de la oscuridad preexistente y llamando a la luz día y a la oscuridad noche (Gn 1, - 5).

 

La secuencia de la creación se sucede entonces siempre de tarde a mañana: “Y atardeció y amaneció, día primero (Gn 1, 5b), segundo (Gn 1, 8b) tercero (Gn 1, 13), Cuarto (Gn 1,19), Quinto (Gn 1,23), Sexto (Gn1,31b) Reposo (Gn2, 2). Puesto que la noche en la creación divina antecede al día, los antiguos hebreos y hoy los judíos modernos cuentan los días de puesta a puesta del sol. El día comienza entonces sobre las 18 horas, al atardecer, cuando surge(n) la(s) primera(s) estrella(s) y el sol se pone. Y se termina a la puesta de sol del día siguiente, de manera que no es la salida del sol lo que marca el comienzo del día, sino el advenimiento de la noche.

 

La dimensión lunisolar del calendario hebreo implica que mientras los meses obedecen a los ciclos lunares las estaciones sin embargo lo hagan a los ciclos solares. De hecho las estaciones tienen en todas las culturas una etiología solar dado que responden siempre a la relación que la Tierra posee con el Sol. De manera que el calendario judío al unir meses lunares y estaciones solares genera siempre una desajuste temporal que hay que reparar, especialmente teniendo en cuenta que los meses se cuentan a partir de la aparición de la Luna Nueva, también denominada primera fase lunar. Esta fase se caracteriza porque la Luna, al hallarse ubicada entonces entre la Tierra y el Sol, la cara de ella que desde la Tierra se observa no puede verse, lo que sugería a los antiguos pastores y agricultores una idea de renovación y de renacimiento al convertirse posteriormente en Luna Creciente, dado que en esta fase la Luna comienza a vislumbrarse desde la Tierra hasta alcanzar el cuarto creciente, viéndose entonces la mitad de la Luna brillando por irradiación solar.  

 

Por todos estos motivos señalados, hay que añadir al calendario judío, según sea la época, un mes. El ciclo lunar cuenta con menos días anuales que el solar de manera que existe siempre una diferencia de entre 10 – 12 días a favor del calendario solar según el año del que se trate. Un año judío normal contabiliza 12 meses lunares pues el giro de la Luna alrededor del Sol[6] dura 29.53 días. Los primeros 6 meses del calendario poseen 29 días mientras el resto, es decir los siguientes 6 meses, dado el excedente de los 29 días, tienen 30 días. De aquí que un año lunar posea 354 días. Como el año lunar tiene como promedio 11 días menos que el año solar, una vez cada 3 años se introduce 1 año que cuenta con 13 meses, es decir, un año bisiesto o embolismal, también denominado vulgarmente “preñado”.

 

El mes adicional se denomina Adar II, ya que Adar o Adar I, como veremos, es el nombre del último mes judío. De no proceder así, al depender las festividades del calendario solar y no lunar, en un espacio de 9 años la festividad por excelencia judía, “Pesaj”, se vería relegada retrasándose 90 días o 3 meses, es decir toda una estación entera, debiendo celebrarse entonces en invierno, algo absolutamente aberrante a la mentalidad judía. Lo mismo sucedería con el resto de las festividades. En efecto, ya que de otro modo, considerando el paso de los años, ciertas celebraciones – la preocupación mayor como explicábamos radica en la Pascua - se verían alteradas al deber realizarse en diferentes estaciones, lo que significaría una traición a la Tora.

 

Así por ejemplo, los siete días (ocho en la diáspora) festivos de “Sucot” siempre deben celebrarse en otoño, concretamente en octubre. De no ajustar el calendario añadiendo un mes, dada la antedicha disconformidad entre los meses lunares y las estaciones solares, se celebraría antes invadiendo de este modo el espacio reservado a otras festividades o bien produciéndose en épocas insignificantes. Como ya señalamos anteriormente, ello es especialmente importante en el caso de “Pesaj”, la festividad más destacada sobre la cual pivota el calendario judío, debiendo irrenunciablemente celebrarse en Primavera por voluntad expresa de Dios.

 

Los nombres de los meses que comprende el calendario hebreo y su correspondencia con nuestro calendario Gregoriano son, aproximadamente, los siguientes:

 

Nisan

Marzo - Abril

Iyar

Abril – Mayo

Sivan

Mayo - Junio

Tamuz

Junio - Julio

Av

Julio - Agoto

Elul

Agosto – Setiembre

Tishri

Septiembre - Octubre

Jeshvan

Octubre - Noviembre

Kislev

Noviembre - Diciembre

Tevet

Diciembre - Enero

Shevat

Enero - Febrero

Adar (o Adar I)

(Febrero – Marzo)

 

 

Al basarse en las fases de la luna los meses debutan con la luna nueva. Mientras que en la Tora estos no poseen ningún nombre, sino que, al igual que los días excepto el Shabbat, son designados numéricamente (primero, segundo, tercero ...), tras la deportación del reino del sur sucedida en el siglo VI a.C. y operada por Nabucodonosor, los meses adquirirán nombres babilónicos, es decir, los nombres de sus conquistadores. Dichos nombres son en realidad acadios, ya que los babilonios no los inventaron, sino que los tomaron de ellos. Sirva solamente un ejemplo: el mes judío de “Adar” es una copia del mes acadio de “Adaru”.

 

A pesar de que el calendario judío posee un decalaje de 3.760 años respecto a nuestro calendario occidental o Gregoriano, sigue siempre un ciclo de 19 años alternando normales y bisiestos tras los cuales logra coincidir con el occidental.

 

Como curiosidad diremos que si sumamos estos 3.760 años a nuestro año actual correspondiente al calendario Gregoriano (2025 cuando redactamos este artículo) su resultado final: 5.785 nos ofrece al año actual del calendario judío. El año 3.760 a.C., es considerado por los judíos como el año de la creación del mundo por parte de Dios así como el de la creación de Adán.

 

Esperamos no haber fatigado en demasía al amable lector con todas estas consideraciones y cálculos que solamente hemos abordado de manera somera, pero que habrán de servirnos para comprender el encuadre cronológico de los eventos pascuales mismos.

 

 

En la época de Jesús

 

En el siglo I que viera nacer a Jesús, el antiguo reino judío del sur, tras muchas epopeyas que no toca ahora relatar, estaba bajo dominio de Roma desde la época en la que Pompeyo Magno, Cónsul de la República Romana, la conquistara en el año 63 a.C.

 

Durante el Dominado de Augusto y la primería del Imperio Romano los judíos constituían aproximadamente entre un 5 y un 7 por ciento de la población. Esto quiere decir que no eran en absoluto desconocidos en la ecúmene, sino todo lo contrario, pues antedicho porcentaje traducido en número de personas contaría entre los 3 - 7 millones. De hecho el historiador Flavio Josefo citando a Estrabón (Antigüedades de los Judíos XIV, 7, 2) señala la dificultad de hallar un solo lugar habitado en el que no hubiese algún judío. De todos ellos, aproximadamente un millón vivía de manera ordinaria en Palestina, y entre ellos, Jesús. Con todo esto queremos señalar que el Nazareno era un judío nacido en una sociedad “ex nihilo”, sino que vivió un contexto judío siguiendo las tradiciones y los preceptos ceremoniales litúrgicos y festivos que todo judío seguía por el hecho simple de ser tal. Desde un punto de vista de la Cristología, Jesús en su naturaleza humana fue un hombre de carne y hueso exactamente igual a nosotros, pero condicionado por su contexto oriental judío razón por la cual estaba acostumbrado a vivir su tiempo terrenal según el calendario judío antiguo en el cual los días se contaban como hemos señalado comenzando a las 18 horas aproximadamente. De las 18 horas hasta las 6 de la mañana era la tarde, y de las 6 de la mañana a las 18 horas era la mañana. Obviamente estas horas eran aproximativas ya que no existían los modernos relojes actuales.

 

Sin embargo, no era esta la temporización al uso de los invasores romanos. El calendario imperante romano en el siglo I de nuestra era no era nuestro actual calendario Gregoriano occidental, sino el calendario denominado Juliano. Ya hemos explicado anteriormente que este calendario era de tipo exclusivamente solar, importado por Julio César desde Egipto en el año 46 a.C. Los días se contaban a partir de la medianoche. Desde la medianoche hasta el mediodía era la mañana. Desde el mediodía hasta la medianoche era la tarde. Deberemos prestar mucha atención a estos dos sistemas diferentes de computar los días especialmente cuando mencionemos la crucifixión, muerte y resurrección de Jesús pues los evangelistas, aunque bien es cierto que no utilizan directamente la cronología juliana, sino la judía, los eruditos modernos sí que la utilizan con la finalidad de armonizar los textos de los evangelios con los datos que nos ofrece especialmente la astronomía, así por ejemplo se puede llegar a una fecha más precisa de la crucifixión.

 

Las vigilias judías y las vigilias romanas

 

La palabra vigilia es sinónimo de vela y de desvelo. Etimológicamente proviene del latín “vigilia” que significa precisamente permanecer despierto o en vela. Se desarrolló fundamentalmente en contexto militar y religioso. En ámbito militar dice relación con aquellos márgenes temporales nocturnos durante los cuales los soldados debían permanecer despiertos para vigilar posibles ataques enemigos. En contexto religioso señala la víspera de un oficio litúrgico. Hay que considerar que en el contexto de la historia antigua la iluminación de las ciudades era algo inexistente, todavía más impensable en los pueblo y en las aldeas. De manera que las horas nocturnas, cuando la oscuridad aparecía, se convertían en peligrosas siendo el momento escogido siempre por los malhechores para ejercer sus pillajes. La vela no es un invento judío ni romano. Los mesopotámicos y los egipcios en la época neolítica ya desarrollaron un sistema de vigilancia por fases de vigilias muy sofisticado. Probablemente incluso en el paleolítico el género “homo” ya conociera este tipo de vigilancias.

 

Mientras los romanos dividían la noche en cuatro vigilias los judíos la dividían en tres.

 


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La primer vigilia romana – de hecho es en realidad una herencia griega – abarcaba desde las 18 horas hasta las 21 horas, cuando empezaba la segunda que iba desde esa hora hasta las 12 de la noche. La última de las vigilias se desarrollaba desde las 12 hasta las una franja comprendida entre 3 y 6 de la madrugada.  Son por lo tanto un total de 4 vigilias con una extensión de tres horas cada una de ellas.

 

Vigilias judías

 

La primer vigilia judía empezaba a las 18 horas, es decir cuando caía la noche, extendiéndose hasta las 22 horas. Se denominaba simplemente, de manera natural, “la primera vigilia nocturna”. La Biblia la pone en boca de David citada en el Salmo 63, 1 (“De madrugada te buscaré ...)

 

A esta vigilia le sucedía la segunda, también conocida como “vigilia intermedia” o “vigilia de la medianoche”. Esta vigilia empezaba a las 22 horas y se extendía hasta aproximadamente las 2 de la madrugada. El libro de los Jueces la menta en el episodio de Gedeón y sus cien hombres: Jc 7, 19: “Gedeón y los cien hombres que le acompañaban llegaron al extremo del campamento al comienzo de la guardia de la medianoche”.

 

Esta segunda vigilia es traída también a colación por san Mateo en su magnífico capítulo 25, concretamente referida al episodio de las vírgenes fatuas y de las vírgenes prudentes: Mt 25 1-6: [las vírgenes fatuas] como el novio tardaba, se adormilaron y se durmieron. Mas a medianoche se oyó un grito: “Ya está aquí el novio! [...]

 

Finalmente, la tercera vigilia judía se denominaba “vigilia matutina” o simplemente “vigilia de la mañana” y se extendía desde las 2 de la madrugada hasta las 6 de la mañana, al comenzar la claridad del día. Esta tercera vigilia también es narrada en la Biblia en el libro del Éxodo, capítulo 14 versículo 24, en el episodio de la persecución de los hebreos por parte de Faraón y sus ejércitos: “Llegada la vigilia matutina, miro Yahveh desde la columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios y sembró la confusión en el ejército egipcio”; También en 1 Samuel 11, 11 en el contexto de una batalla de Israel contra los amonitas: “A la mañana siguiente dispuso Saúl a sus hombres en tres columnas que irrumpieron en el campamento durante la vigilia de la mañana, y batieron a los amonitas hasta que apretó el sol. Y los demás huyeron”.

 

Son por lo tanto un total de 3 vigilias con una extensión de 4 horas cada una de ellas. Una vigilia menos que los romanos y una hora de duración más para cada vigilia.

 

 

Las Shalosh Regalim

 

En la época de Jesús, y ya desde antiguo, existían tres festividades religiosas destacadas en el calendario judío conocidas en hebreo como “Shalosh Regalim”. Estas anteriores tres fiestas no tan solo eran de obligado cumplimiento, sino que en tiempos de Jesús era preceptivo para los judíos acudir en peregrinaje a la ciudad de Jerusalén para ofrecer sacrificios en el Templo. Todas ella están prescritas por la Tora.

 

1. - En primer lugar y destacada encontramos la fiesta de la Pascua o “Pesaj”. Durante esta fiesta el pueblo judío hacía memoria y presencia de la liberación de la esclavitud egipcia operada por YHWH mediante la mano firme de Moisés. Esta festividad, como hemos señalado anteriormente, es la más importante del calendario hebreo y alrededor de la cual se articulan todo el resto de las festividades sucesivas.

 

Sus orígenes bíblicos están ligados a sucesos verdaderamente sangrientos y de difícil comprensión si seguimos el carácter sencillo y literal de la Biblia que metodológicamente nos habíamos impuesto.

 

Ex 11, 4-6:

 

Moisés dijo: ‘Así dice Yahveh: hacia media noche pasaré yo a través de Egipto; y morirá en el país todo primogénito, desde el primogénito de Faraón que se sienta en su trono hasta el primogénito de la esclava encargada de moler, así como todo primer nacido del ganado- Y se elevará en todo el país de Egipto un alarido tan grande como nunca lo hubo, ni lo habrá.”

 

Ex 12, 1-2:

 

Habló Jehová a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo: Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año”.

 

Ex 12, 3 -14

 

3. Hablad a toda la comunidad de Israel y decid: EL día diez de este mes tomará cada uno para sí una res de ganado menor por familia, una res de ganado menor por casa. 4. Y si la familia fuese demasiado reducida para una res de ganado menor, traerá al vecino más a su casa, según el número de personas y conforme a lo que cada cual puede comer. 5. El animal será sin defecto, macho, de un año. Lo escogeréis entre los corderos o los cabritos. 6. Lo guardaréis hasta el día 14 de este mes; y toda la asamblea de la comunidad de los israelitas lo inmolará entre dos luces.7. Luego tomarán la sangre y untarán las dos jambas y el dintel de las casas donde lo coman.

8. En aquella misma noche comerán la carne. La comerán asada al fuego, con ázimos y con hierbas amargas. 9. Nada de él comeréis crudo ni cocido, sino asado, con su cabeza, sus patas y sus entrañas. 10. Y no dejaréis nada de él para la mañana; lo que sobre al amanecer lo quemaréis. 11. Así lo habéis de comer: ceñidas vuestras cinturas, calzados vuestros pies, y el bastón en vuestra mano; y lo comeréis de prosa. Es Pascua de Yahvé 12. Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, Yahveh.

13. La sangre será vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando yo hiera el país de Egipto. 14. Este será un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor de Yahvé de generación en generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre.

 

Moisés lanza un castigo terrible que Yahvé habrá de realizar tras haber cerrado el corazón de Faraón para su condena: la muerte de todo primogénito sin excepción, para luego pasar a describir de qué manera podían librarse los israelitas del castigo sangre interviniente. Posteriormente, Yahvé ordena con mucho detalle la liturgia de la celebración de esta festividad, le da un nombre y la prescribe como perpetua y por lo tanto de obligado cumplimiento para el pueblo, ubicándola además como el centro neurálgico principal del calendario hebreo y como su festividad más importante.

 

Hemos subrayado en los textos bíblicos anteriores las palabras pasar, pasaré y pascua. Las primeras dos son formas conjugadas. La segunda es un sustantivo. Todas provienen de dos palabras hebreas: “Pâsaj” que significa saltar, esquivar, y “Pesaj” que significa eximir, exonerar, dispensar, por analogía perdonar. Se comprende que Dios exonera, dispensa, disculpa, perdona al primogénito que ha realizado la señal de la sangre saltando, esquivando su hogar, para no asesinar a quien así ha obrado.   

 

Como hemos señalado anteriormente, esta importante fiesta se celebraba y se celebra todavía hoy el día 14 del mes de Nisan, en Primavera. Habremos de volver a ella más adelante. Dice así Dt 16,1: “Guarda el mes de Abib y celebra en él la Pascua en honor de Yahveh tu Dios, porque fue en el mes de Abib, por la noche, cuando Yahveh tu Dios te sacó de Egipto”

 

2.- La fiesta de “Shavuot” que recuerda la dación directa de la Tora a Moisés en el monte Sinaí en tablas de piedra escritas por el dedo divino. Se celebra en verano. Lv 23, 15-16: Contaréis siete semanas enteras a partir del día siguiente al sábado, desde el día en que habréis llevado la gavilla de la ofrenda mecida; hasta el día siguiente al séptimo sábado, contaréis cincuenta días y entonces ofreceréis a Yahveh una oblación nueva.  Ex 34, 22: Celebrarás la fiesta de las Semanas: la de las primicias de la siega del trigo, y también la fiesta de la recolección al final del año. Por lo tanto, se celebra justamente 50 días transcurrida la festividad de “Pesaj”. Por esta razón los judíos de la diáspora, de expresión griega, y los no judíos la conocían más bien como festividad del “Pentecostés”.

 

3.- La fiesta de “Sucot” que se celebraba en otoño. Lv 23, 34 – 43. También se la conoce como la fiesta de los tabernáculos, de las tiendas o todavía de las cabañas. Durante dicha festividad el pueblo recordaba el peregrinaje o éxodo que debió realizar durante 40 años de dura marcha por el desierto, su deambular nómada y las dificultades propias que semejante tipo de vida conlleva. La festividad de “Sucot” se celebra el 15 del mes de “Tishri”, ya en época otoñal como señalábamos.

 

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[1] Dadas las características del género literario evangelio, lo mismo sucede en relación con los milagros de Jesús. Recordamos cuando, siendo todavía un joven estudiante de Teología en Ginebra, tuvimos la suerte de asistir a un Seminario inter universitario acerca de exégesis neotestamentaria impartido por el Dr. Joachim Gnilka, uno de los más grandes teólogos contemporáneos, de nacionalidad alemana y profesor de Nuevo Testamento en Würzburg, Münster y Múnich, además de presbítero y miembro de la Comisión Bíblica Pontificia, fallecido desgraciadamente en el año 2018.  De entre el numeroso público alguien le realizó la siguiente pregunta: “¿Cuál fue el primer milagro de Jesús? A lo que el profesor Gnilka respondió: “El que usted elija y el que más le guste. Depende del evangelio al que interpele” Todo el mundo sonrió como signo de enorme reconocimiento.

 

 

[2] La palabra “lunisolar” no existe en castellano. Nosotros la utilizaremos, no obstante, para destacar la importancia y el carácter unitario que ambos astros, la Luna y el Sol, tienen por igual en el calendario judío.

[3] Fue impulsado por Cayo Julio César en el año 46 a.C., sustituyendo al calendario romano hasta entonces tradicional que contaba los años “Ab urbe condita”, es decir, desde la fundación de Roma. Sin embargo, en realidad, se trató de la traslación y asunción del calendario solar egipcio en Occidente.

[4] Los judíos no son los únicos ni tampoco los primeros en utilizar un calendario lunisolar. La primera sociedad que utilizó un calendario de tales características fue la china o tal vez la hindú, seguida por la tibetana. 

[5] Recuérdese que nos hemos fijado metodológicamente el objetivo de realizar una lectura sencilla de la Biblia. En realidad el libro del Génesis dista en mucho de ser cronológicamente el primer libro de la Tora.

[6] La Luna en realidad no orbita alrededor del Sol sino alrededor de la Tierra debido al dominio que sobre ella ejerce el poder de la gravedad terrestre. Sin embargo, al girar la tierra alrededor del sol, la Luna es atraída por dicha gravedad produciendo que ambos (Tierra y Luna) orbiten alrededor del Sol.

 
 
 

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