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¡Como los besos de mi madre…!


Mamá nos despierta con un beso que rebota en la mejilla…

Rvdo. Luís Alberto Rodríguez - Hoy es sábado y mamá viene a despertarnos con mates de leche, ¡me encantan los sábados por esto!, también porque no voy a la escuela, pero sobre todo porque mamá nos despierta con un beso que rebota en la mejilla, son únicos, y luego nos convida con un matecito de leche caliente… Está llegando mamá, mi hermano Jorge parece que ya está despierto no sé si será él primero a recibir el beso y el mate o Gladys la pequeñita que parece también despierta, o tal vez yo que ya estoy ansioso.

A veces me ha parecido que la vida debía ser siempre así, como un sábado con besos de mamá y mates en la cama, parece que uno se resiste a que la vida no sea algo así como cuando éramos niños. En efecto la vida luego nos muestra el otro rostro: el de los problemas del crecimiento, las definiciones laborales, de estudio, los fracasos, las situaciones de engaño. En fin todo lo que podríamos llamar “el lado oscuro” de la vida, pero que también ayuda a crecer como el “lado claro”. Dicen que las plantas crecen de noche y que el frío es quien hace de los árboles seres consistentes y robustos. Las palmeras que crecen en climas tropicales se mueven a la vera del viento sin tener un punto firme.

Es el tema del Misterio Pascual creo, llamamos así al misterioso evento de la muerte y resurrección de Jesús, el hombre más bueno del mundo que por su bondad recibió el rechazo y la condena a muerte en cruz. Pero Dios lo salvó resucitándolo de entre los muertos, lo celebraremos en breve en la Semana Santa, cuando volvamos otra vez a ponernos delante de este misterio de muerte y de vida, de oscuridad y de luz. Es la misma dinámica de la vida que Dios ha puesto en todos los seres para que lleguen a plenitud, parece. Un día sabremos bien cómo explicar todo esto porque siempre nos quedamos con definiciones insuficientes, diría yo.

San Pablo ha querido expresar algo de ello, a mi entender, cuando decía que “llevamos un tesoro en vasijas de barro”(2ªCor 4, 7). Es decir, la gracia o la vida misma que Dios compartió con nosotros, está en nuestras manos frágiles y en nuestro ser limitado y efímero, pero algo en nosotros es “tesoro”, que brillará siempre, que por siempre tendrá valor y VIDA… así lo espero, y esta es la esperanza cristiana.

En verdad cuando llega el momento de la oscuridad siempre reaccionamos con el “¿por qué a mí?”, en realidad no es sólo a mí, es a todos, todos estamos dentro de esta dinámica misteriosa que por su misma fragilidad conlleva dolor y desconcierto, muerte y resurrección. Recuerdo una vez en un retiro a un hombre que vino para charlar un poco, al sentarse comenzó a llorar y me decía: “P. Luis lloro porque tengo todo y un día se me terminará todo realmente”… Había tomado consciencia del grande y misterioso lado oscuro de la vida que TODOS viviremos, y le faltaba apoyarse más en el “lado claro” que será la vida sin fin.

Los besos de mi esposa son muy parecidos a los besos de mi madre: “rebotan en la mejilla”. Parece que al elegir al ser amado para compartir la vida, algo de lo que vivimos en la infancia lo traemos al presente. Siempre está la búsqueda de la luz porque lo llevamos dentro como un deseo profundo entiendo.

Hemos terminado de almorzar y vamos caminando por la pradera que está detrás de casa, tomados de la mano sorprendidos por lo que estamos viviendo con mi enfermedad, por momentos nos toma el enojo y luego viene la calma, así funciona nuestro ser delante del misterio de esta existencia, pero en el fondo ambos estamos seguros que sea como sea “Alguien” vela por nosotros y nos espera para sorprendernos inesperadamente en cualquier “esquina” con un gran beso y unos buenos mates de leche… ¡como los de mamá, el sábado por la mañana!.

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