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Sobre San Agustin





Magnífico libro de Rowan Williams que reflexiona y dialoga con la obra del Santo de Hipona y desentraña algunas compresiones perspicaces, como señala la presentación del libro. Es un trabajo denso, erudito, teológico, no está escrito a vuela pluma sino que es el fruto cuajado de 25 años de años de estudio y reflexión.


Agustin de Hipona no es solamente un Padre de la Iglesia venerado con el apelativo de El Doctor de la Gracia; está considerado como el máximo del cristianismo del primer milenio y, una figura eminente de la filosofía antigua sus dos grandes obras son Confesiones y La ciudad de Dios.


San Agustin, un hombre de vida azarosa y de grandes pasiones carnales y espirituales a pesar de su antigüedad tiene una característica personal e intelectual que nos hace cercano y atractivo: su tensión existencial. Esa conciencia existencial de su incompletitud y del desconocimiento de sí mismo es muy del siglo XX esy XXI. El primer capítulo de la obra de Rowan Williams se dedica precisamente a esa idea: "un enigma para mí mismo".


En el segundo capítulo, el que fuera entre 2002 y 2010 Arzobispo de Canterbury nos revela la fuerza interpretativa de Agustín como intérprete de los Salmos, que el Santo convierte en un desvelamiento de la voz de la humanidad de Cristo.


Lenguaje, realidad y deseo, son los conceptos clave de las Confesiones y San Agustin y la temática del tercer capítulo.


Llenas de contemporaneidad, con la experiencia del terrible sigo XX y los horrores provocados por las idolatrías políticas del nazional-socialismo y del comunismo soviético, es la lectura que hace Rowan Williams de la Ciudad de Dios, que versa sobre el alma y la política.


Concluye el trabajo de Rowan Williams con una iluminadora reflexión sobre Cristo como sabiduría humanada del que me permito extraer una cita que me parece sintética y sanadora:


"Mediante la Encarnación, Dios nos vincula al mundo temporal, como invariablemente e ineludiblemente, nuestro punto de partida, al tiempo que nos despoja de la ilusión de que existe un punto dentro de dicho mundo temporal en donde podamos fijar nuestra residencia. Todo punto dentro del orden temporal se convierte en un punto de partida por tomar prestada una sentencia de Michel de Certeau. El dejar atrás nuestra condición material limitada es una cuestión temporal, y no espacial, en el sentido de que implica un periplo de crecimiento y aprendizaje en el tiempo. La peregrinatio, que sería la modalidad básica de discipulado, es la disposición a de buen grado a ver todo momento presente como un lugar que el deseo de Dios me obliga a dejar atrás, pero también como el acicate o estímulo necesario para el periplo del deseo, y ya no meramente como algo a negar. Todo esto continua siendo platonismo, podríamos decir perfectamente pero al que se le ha dado un giro distintivo en virtud de la identificación de los estímulos particulares de la historia, centrada en Cristo resucitado".

















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