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Sermón Pascual del Arzobispo de Canterbury.




La Muerte a pesar de su apariencia Absoluta e inapelable es para los cristianos la más grande y devastadora falsedad.


Es mentira que el último suspiro es el final absoluto y que no haya nada más. Es mentira que estaremos separados para siempre de aquellos a quienes amamos y que han muerto, porque no han muerto para siempre.


Todos hemos sufrido la muerte de un amigo o familiar y su muerte es una realidad maciza y dolorosa, pero sin embargo cuando sucede algo especial que nos recuerda a esa persona, nuestro instinto la trae a nuestro corazón, nos brota el deseo de hablarles, llamarles. Entonces recordamos. No están aquí, pero de alguna manera siguen con nosotros.


Por supuesto que la muerte es brutal, terrible y cruel. Pero miente cuando dice que es el Cierre y la Conclusión de todo.


Las mujeres en el Evangelio de Marcos habían creído en la muerte de Jesús: fueron a la tumba a ungir un cadáver. Sin embargo, esa convicción se basaban en una suposición razonable y fruto de la experiencia sobre el poder de la Muerte..., pero no tuvieron en cuenta lo extraordinario del poder de Dios.


Allí mismo, en la tumba, había señales de resurrección. La acción de Dios se reveló a través de ángeles que las saludaron, las tranquilizaron y les dijeron que Jesús de Nazaret había resucitado a una vida diferente, nueva y transfigurada.


Esta noticia lo cambió todo, contradiciendo todas las suposiciones sobre la forma en que funciona el mundo.


Marcos nos dice que “salieron y huyeron del sepulcro, ¡porque el terror y el asombro se habían apoderado de ellas!”. ¡Era comprensible! Lo que vieron alteraba completamente el entendimiento que tenían de la lógica del Mundo.


Si la Muerte fuera la última verdad, entonces el sentido mismo de la vida se esfuma y parece que fuéramos invitados a vivir exclusivamente para nosotros mismos, ya que a la postre nos espera un cruel final y estamos condenados a que la Muerte nos quite, para siempre, a los que amamos.


Pero la verdad de Cristo nos propone otra expectativa, nos da esperanza y nos ofrece un futuro distinto que no niega la vida mortal que conocemos sino que nos abre a otra expectativa de más vida. Nos reuniremos con aquellos a quienes amamos. Tendremos perdón y libertad para vivir la transfigurada vida de Dios como un regalo, con la libertad de aceptarlo o de ignorarlo.


¿Cómo podemos responder a esa oferta? Nuestro horizonte cambió con la resurrección de Jesucristo.


Ese nuevo horizonte no se puede ignorar. No responder es responder negativamente.


Para cada uno de nosotros. Podemos recibir esta nueva realidad. Jesús, crucificado y resucitado, vive hoy y trae vida y esperanza. El gozo y el propósito que les dio a los discípulos es exactamente el mismo que nos ofrece hoy. Todos y cada uno de nosotros estamos invitados a aceptar esa nueva realidad, dando la bienvenida a la presencia dinámica y viva de Dios en nuestras vidas, permitiendo que el que ha vencido a la Muerte nos dé la mejor Vida.


Te insto a que aceptes hoy esta oferta de vida con una simple oración: “Jesucristo, con todas mis dudas y todos mis defectos y miserias, quiero que seas el fundamento de mi vida”. Simple, casi banal, transformador.


Para la iglesia. Entonces podremos vivir con Cristo resucitado, haciendo lo que él nos llama a hacer. Los discípulos no solo tienen esperanza privada, sino también esperanza para el Mundo. Es por eso que la iglesia, a pesar de sus debilidades, se involucra en resistir la injusticia, atender a los necesitados; es por eso que los cristianos a lo largo de los siglos han vivido con compasión y amor por todos los que están excluidos y marginados. Respiraron el oxígeno de la esperanza a través de la resurrección del Dios crucificado.


La iglesia existe para hacer presente a Jesucristo para el mundo.


Al mundo. A medida que la Resurrección brota de la tumba e inunda el mundo, la iglesia debe salir con ese torrente de buenas nuevas y amor, transformada, celebrando y declarando en palabras y hechos la verdad de que la Muerte, a pesar de su apariencia no es la última palabra y que la Vida perdurable se ofrece a todos. En este país, en este mundo, tenemos una opción en los próximos años. Podemos continuar como antes de Covid, donde los más poderosos y ricos ganan y muchos se quedan atrás. Hemos visto a dónde nos llevó esa actitud.


Pero también podemos podemos apostar por la Vida plena y por la resurrección de Jesús, que cambia todas las cosas, y elegir un futuro mejor para todos.


La abrumadora generosidad de Dios hacia nosotros debería inspirarnos lo mismo, en todo, desde los actos privados de amor y caridad hasta la ayuda internacional generosamente mantenida.


Hemos recibido abrumadoramente, así que demos generosamente.


La muerte es engañosa.


Cristo es la Verdad, porque en verdad ha resucitado.


Dejemos que nuestras vidas cambien, que suenen los Aleluyas.


+ Justin Welby Arzobispo de Canterbury.



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