La Pascua I , porMiquel – Àngel Tarín i Arisó
- Escritorio Anglicano
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La Pascua:
Origen, significación y cronología

(Parte primera)
La cronología de la Pascua de Jesús se erige como la cuestión más importante en la lista de las discrepancias. La verdad es que la diferencia temporal entre Juan y los sinópticos es de solo veinticuatro horas, pero las repercusiones de este hecho pueden ser enorme
(Geza Vermes)
El primer día de la semana[1], muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. 2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro; 3 y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; 5 y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6 No está aquí, sino que ha resucitado.
(Lucas 24. 1-6)

1. Origen de la Pascua
La Pascua fue la primera, más antigua e importante festividad litúrgica celebrada por los primeros cristianos. Ello mucho tiempo antes que otras festividades, hoy en día destacadas y entrañables, como podría por ejemplo ser la Navidad o Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, la Epifanía o la Teofanía ortodoxa.
De hecho, como veremos, el epicentro de la espiritualidad que nos transmiten los Padres de la Iglesia permanece orientado y marcado por la Pascua, fundamentado en el hecho de que ya en época de Jesús, en la tradición judía, la Pascua representaba la fiesta anual más destacada, por encima de Shavuot y de Suqot, todas ellas fiestas de peregrinaje obligado a Jerusalén como señala Levítico 23, 5-8:
5 En el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová. 6 Y a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová; siete días comeréis panes sin levadura. 7 El primer día tendréis santa convocación; ningún trabajo de siervos haréis. 8 Y ofreceréis a Jehová siete días ofrenda encendida; el séptimo día será santa convocación; ningún trabajo de siervo haréis.
En realidad desconocemos el origen histórico de la Pascua judía, una fiesta seguramente enraizada con el carácter trashumante de los antiguos pastores judíos nómadas politeístas que marcaba el equinoccio de la primavera y con ella el obligado movimiento de los ganados hacia nuevos y más fértiles pastos.
Estas ancestrales tradiciones pastoriles, propiciadas en realidad por el calendario de los ciclos de la naturaleza, habrían conducido hacia el sacrificio cruento de animales, cabras y corderos, seguramente en forma de jóvenes primicias sin mácula, como acción de gracias hacia las divinidades otorgantes de prosperidad, paz y fecundidad, así como protectoras de los malos espíritus acechantes.
Con el paso del tiempo, estas tan antiguas tradiciones habrían sido reelaboradas y teologizadas para ser consignadas en la narrativa de Moisés, un personaje más de la memoria colectiva que de la historia científica. De este modo el Pésaj cristalizaría como el pasaje desde el cautiverio egipcio hacia la libertad del pueblo elegido por Yahvé bajo el pacto de la Ley.
Desde esta anterior perspectiva el pase previo a la libertad “pasa” (pésaj) necesariamente en el ciclo de Moisés por el sacrifico cruento de un cordero pascual cuya sangre habrá de impregnar jambas y dintel que liberen a los obedientes de la acción matadora de Yahvé[2], un gesto sin duda inspirado al realizado antaño por los primitivos pastores nómadas que impregnaban la sangre sacrificial en sus moradas, carpas y refugios, y que bien podría representar algún vestigio de disminución de la violencia en el castigo tribal. Nótese que la sangre del animal sacrificado era aspergida en los palos que sustentaban las tiendas de campaña de los nómadas puesto que estas carecían de puertas solidas con las cuales cerrar el acceso. Es muy significativo y revelador que Yahvé ordene a Moisés la aspersión de la sangre del cordero pascual no en la puerta, el lugar más lógico e inmediato de acceso a una morada, sino en el dintel y en las dos jambas que circundan la puerta (Éx 12, 21-23) los elementos más equiparable a antedichos palos en contexto nómada.
Al unisón, probablemente a partir de la sedentarización relacionada con el cultivo y la cosecha del trigo, el Pésaj habría incorporado en su devenir la presencia de pan cenceño. Este tipo de pan sin levadura añadida a la masa es de hecho el más natural e instantáneo, dado que está constituido únicamente por harina y agua, siendo por lo tanto el primer pan que la humanidad conociera. Los historiadores de lo culinario señalan que seguramente fuese Egipto, la tierra del pan por antonomasia debido a la excelencia de su climatología en orden al cultivo del trigo, el lugar donde por vez primera a la masa se le añadiera levadura. Bien merecía una celebración el consumo de pan siendo como fue que se convirtió progresivamente en el alimento más importante de la humanidad. De manera que a esta festividad del pan ázimo, de carácter agrícola, se le añadió la más antigua fiesta del cordero, dando lugar con el tiempo al Pésaj. Ello probablemente sucedió en el siglo VII a.C., bajo el reinado del buen rey Josías.
Rainiero Cantalamessa (La Pasqua della nostra salvezza. Le tradizioni pasquali della Bibbia e della primitiva Chiesa, Casale Monferratto, 1984; L’omelia ‘In S. Pasch’ dello Pseudo – Ippolito di Roma. Ricerche sulla teologia dell’Asia Minore nella seconda meta del II secolo, Milano, 1967) y R. Martin – Achard (Essai biblique sur les fêtes d’Israel, Genève, 1974) nos explican detalladamente la evolución del Séder u orden celebrativo del Pésaj, una “liturgia” – palabra poco cara al judaísmo pero funcional para nosotros ahora y aquí – que dista mucho de ser idéntica a lo largo de los siglos por el carácter oral de las tradiciones y por sus notas dinámicas y acumulativas.
Desde esta perspectiva, parecen confirmadas la presencia e ingesta de ciertos elementos como el cordero inmaculado (sin rompimiento de hueso) y las yerbas amargas, pero no la de otros elementos como por ejemplo el huevo. Éste, mientras en tiempos de Jesús no hallaba presencia alguna en la Keará o bandeja de la ceremonia, también denominada plato ceremonial (acaso tampoco existiera antedicho elemento) actualmente el huevo representa una parte irrenunciable del orden de la Pascua, significando diferentes contenidos como por ejemplo el lamento por la destrucción del segundo Templo en el año 70 d.C., el penar por la supresión de la festividad pascual por la acción violenta de los ejércitos romanos en la misma fecha; o la dureza de corazón del Faraón egipcio que impidiera el éxodo del pueblo hacia la Canaán prometida. Sea como fuere, El primer Séder de Pésaj bíblico lo encontramos en forma y contenidos en el libro del Éxodo (12, 3 ss.) que anteriormente hemos consignado.

2. ¿Qué significa la Pascua cristiana?
La Pascua cristiana sucede en el tiempo a la judía aunque también se orienta hacia un pasaje: el de las tinieblas a la luz. El de la muerte a la vida. La resurrección del Cristo Jesús asegura la nuestra, nuestra redención, la de la creación y la del cosmos, venciendo definitivamente a la muerte y abriendo un nuevo y directo camino hacia el Padre. Uno de los nuestros, con nuestra misma carne y sangres, encuentra de este modo su divinización plena a la derecha de Dios. Junto a Dios. Con Dios. Siendo uno con Dios. Dios mismo. Por esta razón los elementos centrales de la Pascua son siempre la muerte y la resurrección. La desdicha y el gozo. La esperanza y la consumación. La espera humilde y la plenificación gloriosa. El ya pero todavía no de nuestro rescate y del rescate de la creación toda.

2. 1. ¿Qué celebró Jesús con sus discípulos en la última cena?
La cuestión no es sobrera. Fundamentalmente por dos motivos. El primero: elucidar si las acciones realizadas por Jesús hallan carta de continuidad con la más prístina tradición judía. El segundo se focaliza en el plano contrario y bien podría sintetizarse en la respuesta a la siguiente pregunta: ¿se orienta la voluntad de Jesús hacia alguna cosa que se sobreañada a antedicha tradición? De otro modo dicho: ¿la celebración de Jesús instituye algún signo anamnético específico? Es decir, una acción que Jesús desea que sea recordada, inscrita en nuestra memoria y por ello mismo repetida a manera de un signo (signum) o memorial exterior e interior, visible e invisible, que comunique la gracia divina mediante la fe apoyada en la gracia y que por ello mismo sea válido para la santificación personal y colectiva porque implica, constata, actualiza y recuerda la acción de Dios en la humanidad por ser signo de lo sagrado (sacramentum).
Parece evidente que Jesús, en el contexto de la última cena, realizó un Séder de Pésaj, es decir, un canon u orden establecido similar al que realizaban los judíos de su época en la fiesta de la Pascua tomando, como líder del grupo, el lugar que el padre judío adoptaba en la familia en el contexto de la celebración pascual. Así, en los relatos evangélicos aparecen elementos culinarios tradicionales como por ejemplo el cordero, el pan, varias copas de vino, yerbas amargas ... Sin embargo, es indudable que Jesús se aleja absolutamente del Séder cuando pronuncia ciertas expresiones nunca jamás en ninguna pascua pronunciadas orientadas hacia una muerte (su propia muerte) vicaria que habrían de sorprender en gran manera a los discípulos y que muy probablemente Jesús mismo debió habérselas explicado muy detenidamente con ulterioridad.
Hay que recordar que todos los evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) y también san Pablo consignan antedichas expresiones, como señalábamos en ninguna pascua anterior pronunciadas, que orientan hacia la institución de lo que hoy conocemos como Eucaristía[3]. San Juan, en su capítulo 6, consignará las palabras de Jesús pronunciadas en la sinagoga de Cafarnaúm que preparan la institución de la Eucaristía:
53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. 55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. 57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. 58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. 59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Cafarnaúm”.
Jesús, el Cristo, no duda en autodesignarse como el pan de vida venido del cielo. No es de extrañar entonces que el nazareno eligiera precisamente un contexto pascual para que aquello que había anunciado en Cafarnaúm llegara a su consumación: el ofrecimiento a sus discípulos de su Cuerpo y de su Sangre:
«Llegó el día de los Ázimos, en el que se había de inmolar el cordero de Pascua; [Jesús] envió a Pedro y a Juan, diciendo: "Id y preparadnos la Pascua para que la comamos"[...] fueron [...] y prepararon la Pascua. Llegada la hora, se puso a la mesa con los Apóstoles; y les dijo: "Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios" [...] Y tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: "Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío". De igual modo, después de cenar, tomó el cáliz, diciendo: "Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser derramada por vosotros"» (Lc 22,7-20; cf Mt 26,17-29; Mc 14,12-25; 1 Co 11,23-26).
La nueva Alianza se asienta en consecuencia en la Pascua hallando en Cristo su vicario cordero pascual. Es justamente durante una celebración judía pascual tradicional que Jesús pasa (Pésaj) y trasciende la tradición judía para inaugurar el nuevo camino de la fe que se basará exclusivamente en su persona. Compréndese ahora la razón profunda por la cual había profetizado Juan el bautizador (Jn 1, 29):

“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
Ante las novedosas palabras de Jesús en el cenáculo no es de extrañar la sorpresa de los apóstoles. Ellos, varones judíos calados, de pura cepa, habiendo participado de tantas cenas pascuales según el orden de la religión judía, nunca antes habían escuchado semejantes menciones ahora recitadas por el Maestro mismo. No será en realidad sino tras la resurrección – el Pésaj de Jesús al Padre - que comprenderán plenamente el sentido definitivo y plenificante de la nueva Pascua que incluirá hasta la creación, y que se distanciará, superándola, de la pascua judía para siempre. La nueva y definitiva Pascua encuentra en el cenáculo y en la eucaristía en este inaugurada la anticipación de los misterios pascuales y la degustación previa del definitivo Reino de Dios.
Las palabras de Jesús en los evangelios canónicos son muy significativas, apuntando hacia una invitación y una promesa:
Mt 26.26-29:
26 Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. 27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; 28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. 29 Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
Mc 14.22-25
22 Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. 23 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos. 24 Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada. 25 De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.
Lc 22.14-20
14 Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. 15 Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! 16 Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios. 17 Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; 18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. 19 Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. 20 De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.
Bien podríamos hablar de un memorial[4] y de un deber de la lógica cristina ligada al anuncio, como bien entendió san Pablo:
1 Cor 11,26:
“Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”.
Y así es como desde sus inicios, ya en Jerusalén, los creyentes celebraban la eucaristía en las iglesias domésticas, y hasta hoy en las diferentes iglesias cristianas durante su singladura terrestre (¿Quién sabe si también en el Reino venidero?):
Hechos 2,42:
“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”
Y ello lo hacían “mia ton sabbaton” (acabado el sábado, el primer día de la semana) el día eucarístico por excelencia cuando los cristianos se reunían para “partir el pan”, es decir, para realizar la acción de gracias, como nos relata Lucas en su segundo evangelio en el contexto de su estancia en Troas:
Hch 20,7
7 El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba (...)
Parece, pues, demostrado que la Pascua de Jesús transcurre formalmente dentro del marco de una pascua judía convencional. Sin embargo, materialmente, dicha pascua se reconvierte y evoluciona hacia una celebración nueva de carácter absolutamente trascendental y escatológico que apunta plenamente hacia su persona como mediadora definitiva entre Dios y los hombres y a la eucaristía como signo de reconocimiento de la cristificación y de la hermandad del ser humano que incluye la creación donde éste habita, invitando a su repetición a la Iglesia de todas las épocas como sacramento nuevo de la fe en su persona.
Sentadas estas bases habremos ahora de preguntarnos por la fecha de la pascua bíblica de Jesús el Mesías, porque de la respuesta que ofrezcamos dependerán en mucho ciertos aspectos teológicos que deberemos considerar. A la vez, nos interrogaremos también acerca de la práctica celebrativa pascual en la Iglesia de los Padres, aspecto irrenunciable que nos informará del alcance de la recepción de la Pascua en la Iglesia antigua, así de cómo fueron interpretadas en dicha Iglesia las palabras de Jesús que asombraron en tanto a los Apóstoles. Aunque todo ello pertenece a otra historia que en breve abordaremos.

***
[1] Los judíos no tenían nombres para los días de la semana a diferencia de los griegos y de los romanos, es decir, los por ellos considerados paganos e impuros. Estos últimos denominaban lunes al día de la luna, martes al día de marte ... De manera que todos los días estaban dedicados a una divinidad. Los judíos solamente nominaban al sábado, que era el último día de la semana, y respecto a dicho día contaban todos los días de la semana restantes. En el texto lucano anteriormente citado consigna “el primer día de la semana” lo que equivale a domingo, el día en el que Jesús resucitó y por ello el día por excelencia de los cristianos, de su reunión y de su eucaristía.
[2] El Makat Bejorot o muerte de los primogénitos. Se trata de la última plaga que Dios envía contra los egipcios (Ex 11, 3 ss.) y que según el relato bíblico repercutirá directamente en el hijo mayor del Faraón.
[3] No es el propósito de este artículo elucidar si la Eucaristía hay que leerla como simbólica, transubstanciativa o consustanciativa. En nada nos importa aquí esto ahora, un asunto que de hecho y lamentablemente a partir de la Reforma dividió no tan solo a católicos y a protestantes, sino a los protestantes mismos hasta hoy.
[4] El de su vida, su muerte y su resurrección siendo indisociables todas ellas de su amorosa labor intercesora a la diestra del Padre.
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