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Algunos principios de lectura del Antiguo Testamento, por Miquel - Àngel Tarín i Arisó







Por: Miquel - Àngel Tarín i Arisó


INTRODUCCIÓN



El texto que vendrá a continuación, así como sus sucesivas entregas si las hubiere, no se quiere de ninguna manera intelectivamente nuestro. Aúna cinco principios o claves de lectura bíblicos, concretamente veterotestamentarios, propuestos por el muy eminente profesor belga Jean - Louis Ska, que nosotros parafraseamos, con algunas intuiciones que nos son propias.


Sus reflexiones pueden hallarse de manera expresa, aunque resumidas, en la separata del Scriptorium Victoriense 59 (2012) 29 - 44, así como también, mucho más detalladamente, esparcidas por aquí y por allá, enunciadas de una u otra forma, en el “totum” de su muy sugestiva obra.


El profesor Ska fue el discípulo más destacado del finado jesuita español P. Luis Alonso Schökel. Tuvimos la suerte de conocerlos a ambos, e incluso el privilegio de realizar un seminario en la “ciudad eterna” con el primero, de la Sociedad de Jesús, doctor en filosofía y en teología, catedrático de Ciencias bíblicas en el “Pontificio Istituto Biblico de Roma”.




1. LA PERENNE TENTACIÓN DEL CRISTIANO EN SU ABORDAJE DEL ANTIGUO TESTAMENTO



Normalmente cuando un creyente cristiano, todavía más si es un estudioso de la teología y de la historia o un ministro confesional, aborda el Antiguo Testamento (AT) experimenta los efectos de lo que bien podría calificarse como una severa tentación reduccionista. En efecto, porque o bien se orienta en su reflexión hacia las profecías mesiánicas, es decir, todos aquellos textos del AT que “prefiguran” al Cristo Jesús para aplicarlos posteriormente al Nuevo Testamento (NT), o bien utiliza los textos veterotestamentarios con idéntico propósito, pero esta vez aplicándolos a realidades eclesiológicas, tales como por ejemplo Ex 16, lugar dónde el maná que alimentara al Israel viajero sería fundamentalmente una figura del sacramento de los sacramentos: la eucaristía. O bien Gn 14, 18 operando en idéntico sentido las “especies” del pan y del vino que Abraham ofreciera a la enigmática figura de Melquisedec.


Este doble itinerario tan frecuente como involuntariamente “tramposo” - si se nos permite la expresión - comporta necesaria e inherentemente como señalábamos un reduccionismo: quedarse solo con la parte y perder la perspectiva del todo, tomar el árbol por el bosque, es decir, que pretendiendo ir más allá, se permanezca en un anacrónico más acá, descuidando así el sentido profundo e inmediato del texto y perdiéndose en consecuencia los enormes tesoros de una biblioteca como el AT, mucho más rica literaria e históricamente que el mismo NT, una biblioteca a la sazón que se extiende durante un período milenario y que contiene ya no tan solo una enorme variedad de géneros literarios con sus pertinentes relatos, historias, consejos sapienciales, cosmogonías ... sino que se constituye de hecho en una joya que ultrapasando Israel mismo, su historia sagrada y hasta el mismo Oriente próximo, su antigüedad y su permanente actualidad lo convierten sin duda en una joya literaria que pertenece al patrimonio de la humanidad.


2. CINCO PRINCIPIOS DE LECTURA




2.1. LA VERDAD ES SINFÓNICA


Jean - Louis Ska se inspira para enunciar su primer principio en el título de una obra del Cardenal[1] jesuita Hans Urs Von Balthasar versando sobre la teología del pluralismo religioso. Si bien Balthasar se refiere al Nuevo Testamento (NT), Ska aprovecha este bello título que dice relación con la variedad y con la pluralidad misma, para enfocarlo al Antiguo Testamento (AT) biblioteca amplia tanto física como temporalmente que nos muestra a un Dios de rostro polifacético poseyendo diferentes estados de ánimo, algunos de los cuales no tan solo podrían escandalizar a las personas modernas sino también provocar el abandono de su lectura.


Probablemente el mayor de los escándalos se encuentre en el texto de Is 45,7:


“Yo formo la luz, creo las tinieblas; doy el bienestar, creo el mal, Yo, el Señor, soy aquel que hace todas estas cosas”.


El texto yuxtapone dos términos antitéticos: “la luz” y “las tinieblas” para después explicitar otra nueva antítesis, la segunda, buscando así la plenitud: “el bien” y “el mal.” Finalmente, el mismo Dios, por boca del profeta, se atribuye todo lo expuesto, incluyendo el mismo mal, a sí mismo. Interesa además señalar que el verbo “crear” es el mismo verbo que se utiliza en Gn 1,1 cuando Dios “crea” los cielos y la tierra.


Así leído, en su literalidad descontextualizada, cualquier lector moderno no puede por menos que repudiar a un Dios semejante que se quiere y reconoce como responsable de los numerosos males que afligen nuestro mundo.


Ska no se centra en explicar directamente el texto de Isaías 45,7 sino que lo hará indirectamente a partir de un texto muy diferente perteneciente al profeta Oseas (11,9):


“No daré curso al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraím, porque soy Dios, no hombre; en medio de ti soy el Santo, y no vendré con ira”


Efraím representa a Israel, es decir, el Reino del Norte. Nótese que aquí el rostro de Dios aparece de una manera muy diferente, situándose a las antípodas del texto de Isaías. Ahora la característica más importante de Dios es precisamente la renuncia a la destrucción, ello es lo que lo distingue explícitamente del ser humano. La distancia entre uno y otro, entre la bondad de Dios y la maldad del hombre es por lo tanto inconmensurable: Dios no reacciona nunca vengativamente como sí lo hacen los hombres, por lo tanto, nuestras percepciones, nuestras reacciones al hablar de Dios son siempre tan limitadas como inadecuadas.


Ska propone muy acertadamente, y no necesariamente anacrónicamente a nuestro juicio, que Oseas apunta en su texto a lo que en la teología mística medieval se conocerá como “via negationis”[2] trayendo a colación otro texto similar en contenido al de Oseas:


Is 55, 8-9:


“Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos - oráculo de Yahvé -. Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestro y mis pensamientos a los vuestros”


Retomando el texto de Oseas, parece evidente que si algo existe de diferente entre Dios y el ser humano es su voluntad de no castigar ni destruir.


La pregunta se muestra evidente: ¿Cómo casar entonces los textos de Isaías y Oseas? ... Ska es aquí muy claro: son absolutamente irreconciliables. ¿Por qué? Porque cada uno de ellos se refiere a una cualidad divina que debe ser leída convenientemente según su muy diferente contexto. En efecto, mientras Isaías hace referencia al poder de Dios que se desarrolla omnipotentemente en el universo sin límite alguno, de manera que absolutamente NADA pueda existir o suceder en él sin su intervención, el texto de Oseas se dirige a un pueblo desesperado necesitado de amor y de piedad divinas. Nótese por lo tanto que existen acentos muy diferentes en el seno del AT siendo fundamental poder reconocerlos en cada momento y saber cuál de ellos deba ser explicitado. Las distintas melodías deben ser atentamente escuchadas y reconocidas. A partir de aquí Ska enunciará muy bellamente su segundo principio interpretativo






2. 2. TOCAR A DOS MANOS: TEXTO Y CONTEXTO


El primer principio nos ha mostrado que es imprescindible discernir el contexto para elucidar correctamente el significado de un texto. Valga aquí el aforismo: un texto sin contexto es un pretexto. Ahora bien, no es lo mismo un contexto literario que un contexto histórico. Además, un mismo texto puede pertenecer a la vez a ambos contextos, literario e histórico. Y para mostrarlo, Ska se referirá a la famosa perícopa de la caída de Jericó bajo Josué (Jos 6, 1-27).


Existen dos notas que caracterizan dicho texto. La primera es de orden teológico: nos hallamos ante la primera conquista que Israel realiza tras el episodio del cruce milagroso del río Jordán con el Arca de la Alianza en cabeza (Jos 3). Por lo tanto, el episodio es muy importante poseyendo un valor de carácter teológico paradigmático.


En labios de Josué leemos una de las declaraciones más sanguinarias y terribles de la Biblia entera, Jos 6,21:


"Consagraron al anatema todo lo que había en la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas y asnos, a filo de espada"


La duda asalta inmediatamente al lector: ¿No es un asesino un Dios así? ...


La segunda nota es de orden histórico. Es muy importante no perder la perspectiva que habrá de permitirnos no confundir en el texto mismo la historia con la teología: Jericó se cuenta entre las ciudades más antiguas de la humanidad. De hecho, uno de sus vestigios torreiformes posee más de 9.000 años. Ahora bien, históricamente, la arqueología demuestra que cuando la supuesta conquista de Canaán se produce, Jericó era en realidad una ciudad arrasada, despoblada y abandonada. La traducción histórica de esta circunstancia es evidente: el texto bíblico que nos explica la toma de Jericó no puede ser considerado como un hecho histórico. Se trata en consecuencia de un texto que relata algo que jamás sucedió. El conjunto amurallado de la ciudad no pudo haber caído como consecuencia del vibrar de las trompetas (Jos 6,20) puesto que las fortificaciones ya habían caído hacía muchos siglos atrás. Recordemos: Jericó en la época anterior a la monarquía israelítica no era más que un solar abandonado, un amasijo de ruinas y de cenizas.


Y es precisamente aquí donde Ska une ambas notas, recordemos la teológica y la histórica: el relato de Josué pretende responder precisamente a la razón por la que Jericó está ahora en semejante estado de ruina y de abandono.


Debemos realizar una precisión previa para comprender bien el escenario vital que Israel vive y padece. Durante su acontecer histórico, Israel jamás tuvo una fuerza militar significativa. De hecho, le fue siempre imposible evitar el dominio militar y las conquistas que sobre su tierra ejercieron los grandes imperios militares circunvecinos, como por ejemplo Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y Roma. En la época bíblica los asirios invadieron Israel en diferentes ocasiones a partir del año 745 aC. Los asirios, así lo demuestran sus inscripciones y sus relieves, eran especialmente conocidos por su crueldad manifiesta y por ejercer una violencia exacerbada contra sus enemigos, especialmente contra la población civil residiendo en las ciudades conquistadas. A partir de aquí podemos formular dos corolarios importantes. El primero: el libro de Josué debe ser necesariamente datado en una época mucho más reciente de la que se reclama, es decir, mucho tiempo después de haber contemplado y sufrido las invasiones asirias. El segundo: el o los redactores del libro de Josué en realidad están describiendo como sería la conquista de un territorio, concretamente de una ciudad (Jericó), a partir de la experiencia dolorosa del "modus procedendi" aprehendido a partir de su experiencia sufriente de la cultura militar asiria pues, claro está, ni siquiera en el hecho de causar sufrimiento el pueblo escogido por Dios, Israel, puede ser inferior a los imperios de su época, aunque estos hubieran conocido su esplendor muchos años hiciera.


Ahora estamos en disposición de responder a la pregunta que nos hacíamos anteriormente: Jericó ha caído en semejante estado de ruina y de abandono porque Israel, a través de la redacción del libro de Josué, ha deseado escribir una página tan brillante como inexistente de historia bélica gloriosa, manifestando así al mundo que no siempre ha sido derrotado, sino que también ha saboreado las mieles de la victoria antaño, realizando las mismas gestas que el ejército más poderoso de su época: el asirio.


Este mismo esquema vale también respecto a lo sucedido en la toma de Ai (Jos 8) que postcede inmediatamente a la de Jericó. No hay que olvidar de hecho que Ai no significa en hebreo otra cosa que "ruina". Cuando Dios vence, no lo hace a medias tintas, debe hacerlo de manera sobrada y por supuesto superando enormemente lo "mejor" de las tácticas militares epocales al uso.


¿Y las trompetas? ... ¿Cómo comprender su aparición en el texto? Es cierto que las trompetas eran utilizadas frecuentemente en todas las guerras, pero jamás como arma, sino como medio sonoro poderoso y eficaz a través del cual poder dar instrucciones al ejército. Ahora bien, nótese que Jos 6 está describiendo más un cortejo procesional que un ejército:


Jos 6, 3-4


“Vosotros, valientes guerreros, todos los hombres de guerra, rodearéis la ciudad, dando una vuelta alrededor. Así harás durante seis días. Siete sacerdotes llevarán las siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca”


Todo orienta al hecho de que nos encontramos ante un acto litúrgico. El ejército es en el texto que nos ocupa un elemento de carácter meramente secundario, de hecho, prácticamente ni se lo menciona ... No hay más protagonistas que los siete sacerdotes tocando las siete trompetas encabezados por el arca de la alianza. En otros pasajes bíblicos sucede algo similar. Así por ejemplo 2 Cro 13 donde lo fundamental se centra en los sacerdotes tocando “trompetas estridentes”. Se trata siempre de textos tardíos como el anterior o como 2 Cro 20, 21 ss.


Es cierto que existen diferencias entre estas batallas campales y la toma de Jericó, sin embargo, las similitudes, es decir la primacía del elemento litúrgico, es igualmente persistente y más que evidente, significando en todos los casos que la victoria de Israel no depende de lo poderoso que sea su ejército, sino de su confianza y de su culto a Dios. Por ello decíamos que la descripción de la toma de Jericó (Jos 6) constituía un paradigma pues, a pesar de utilizar ciertos elementos, como por ejemplo la exterminación, prestados de la cultura militar asiria, el resultado de la liza militar nunca está basado en el poderío de los ejércitos - éste sería el caso asirio - sino en la observación cúltica a YHWH.


El corolario final de este segundo principio propuesto por Ska cae por su propio peso: no puede existir interpretación sin contextualización histórica y literaria pues, de no tenerlas muy presentes, podemos confundirnos fatalmente, tomando por histórica una narración que ni lo es ni tampoco pretende serlo.




2. 3. “LA TORAH HABLA EL LENGUAJE DE LOS HOMBRES” (Sifre números 112)


El tercero de los principios propuestos por Ska insiste en el hecho de que toda la Biblia sin excepción no es un producto “caído del cielo” sino que ha sido compuesta en un determinado lenguaje humano y en un concreto contexto histórico que tiene como protagonistas a las personas que lo viven. En otras palabras dicho: el lenguaje de la Biblia, como cualquier otro lenguaje humano, contiene muchas imperfecciones, subjetividades, contradicciones, oscuridades, ambigüedades ... Además, hay que tener muy presente que su texto puede experimentar errores humanos de copiado o que en ocasiones debe ser escogida una determinada variante textual para desechar otra.


Por lo tanto, todo texto bíblico, por humano, obedece a unas determinadas reglas semióticas y está basado en unos determinados códigos consensuados también denominados “géneros literarios”, aunque Ska prefiere hablar de “convenciones literarias”. Sea como fuere, de no conocerlas, jamás podremos comprender un texto, especialmente antiguo, sea o no sea bíblico. Y para ejemplificar estas realidades el gran exégeta belga nos propone la interpretación de un texto del denominado ciclo del profeta Eliseo, inserto en 2 Re 2, 23 - 25:


“De allí [Eliseo] subió a Betel. Iba subiendo por el camino, cuando unos niños pequeños salieron de la ciudad y se burlaban de él diciendo: ‘¡Sube, calvo; sube, ¡calvo!’. Él se volvió, los vio y los maldijo en nombre de Yahveh. Salieron dos osos del bosque y destrozaron a cuarenta y dos de ellos. De allí se fue al monte Carmelo, de donde se volvió a Samaria.


Hay que admitir que un texto como el anterior, de ser interpretado en su literalidad, produce la inmediata repulsa de los lectores modernos. No se comprende como pueda ser que un profeta de Dios no practique ni la paciencia ni la tolerancia que predica. Además, el resultado final es espantoso pues los dos osos que aparecen en escena matan (“destrozan”) ni más ni menos que a cuarenta y dos de entre los niños burlones. ¿Cómo puede comprenderse todo esto? ...


Un primer elemento que olvida Ska es precisamente no señalar el carácter voluntariamente hiperbólico del texto: si los osos matan a cuarenta y dos niños, ello es algo de por sí exagerado que exige que los niños estén quietos, que no se muevan ante el ataque. Y, en segundo lugar, si cuarenta y dos niños “de entre ellos” son destrozados, ¿cuántos niños están burlándose de Eliseo? ... se supone que muchos más puesto que se señala expresamente “entre ellos”. ¿Es acaso una pléyade de tantos niños los que acuden a la burlesca? ... A todas luces se intuye que el texto dice relación con hipérboles y ficción.


Sea como fuere Ska alude a tres elementos que hay que tener en cuenta en orden a la interpretación de este pasaje. En primer lugar, es fundamental incluir el relato entre las denominadas “leyendas proféticas”, a saber: un género literario apologético que pretende destacar la importancia de la figura de los profetas. Eliseo es un profeta reconocido y como tal debe ser respetado pues por su boca habla Dios. Y este respeto que se le debe al profeta incluye a todo el mundo sin excepción. De no ser respetada la autoridad, los oráculos y la misma persona del profeta, el resultado puede ser terrible. Esto es precisamente el principio que la narración pretende destacar, y para ello acude con contundencia a un resultado hiperbólico y terrible que la violación de antedicho principio podría acarrear: el descuartizamiento de cuarenta y dos niños.


En segundo lugar, hay que estar a la potencia y definitividad que puede alcanzar cualquier maldición pronunciada por la voz de un profeta auténtico. Esta es también una de las características especificadas por la literatura de las “leyendas proféticas”. Antedicha potencia, definitividad y efectos operan de una manera tan inmediata como terrible. Nótese en el texto que después de pronunciada la maldición contra los niños, su efecto es inmediato. Ello es efectivamente así porque de haberse demorado, podría ponerse en tela de juicio tanto la veracidad del profeta Eliseo como el poder del Dios que lo impulsa.


El tercer elemento que propone Ska dice relación con el carácter “monolítico” - literalmente la palabra que utiliza - de ciertos textos bíblicos. Un texto “monolítico” (en griego significa hecho con UNA sola piedra) es un texto que solamente pretende transmitir UN único mensaje, destacar por lo tanto UNA única verdad parcial probablemente de entre otras muchas. Por esta razón, al centrarse en un mensaje único, este tipo de textos marginan voluntariamente todo aquello no relacionado directamente con antedicho mensaje. Entonces, ¿Qué es lo “monolítico”, es decir, aquello que el texto desea transmitir por encima de cualquier otra consideración? No cabe duda: la santidad de Eliseo, profeta de Dios, como la antítesis de lo profano. En consecuencia, comportarse con un hombre santo del mismo modo que con una persona profana (eso es precisamente lo que hacen los niños) es algo intolerable. Este es precisamente el epicentro de sentido del texto y aquello que desea transmitir, sin importarle otros elementos no “monolíticos” aledaños al texto como la paciencia, la comprensión ante los infantes o incluso la proporción del castigo, ni siquiera la muerte, pues no es cuestión aquí de discernir entre el bien y el mal sino de destacar la relación de causalidad entre una causa (la violación de la santidad del profeta) y su efecto: el hecho seguro de la producción de consecuencias negativas para el infractor. Como todo cuento o relato popular, la lógica del texto es unidireccional o sustantiva, sin interesar centrarse en ningún otro elemento por adjetivo.


Por todas estas razones, Ska insiste en el hecho de que, de no conocer las convenciones literarias presentes en un determinado texto, es decir, los diferentes géneros literarios, la tendencia general será aplicarle inopinadamente nuestras propias convenciones epocales, de manera que el resultado final resultará una incorrecta interpretación del mismo, traicionando inopinadamente su significado profundo.



2. 4. “EL RELATO ES EL SIGNIFICADO” - “The narrative is the meaning” (Hans Frei)


Pero no todos los relatos de la Biblia son “monolíticos” ni mucho menos pretenden serlo. Si absolutizamos únicamente un aspecto de un determinado texto lo reducimos al absurdo pues su verdadero significado está precisamente en su conjunto, como bien apuntaba Georg Wilhelm Friedrich Hegel:

Lo verdadero es el todo”.

Un peligro añadido a evitar si queremos comprender un texto bíblico es buscar su mensaje en una idea abstracta, en una verdad de tipo dogmático o en una instrucción moral. Y para ilustrar esta realidad Ska nos invita a realizar una correcta lectura del denominado “milagro del mar” (Ex 14, 1 - 31). Se trata de un texto muy conocido que nos muestra al ejército egipcio persiguiendo al recientemente liberado pueblo hebreo para eliminarlo, finalizando sin embargo anegado en el mar. No se aborda la narración desde la perspectiva de las dos diferentes versiones del milagro. Ambas versiones tienen igualmente un resultado catastrófico para el ejército egipcio. Ska nos advierte: lo que realmente sucediera nunca se podrá averiguar puesto que el texto ni precisa fechas, ni - excepto Moisés - nombres significativos. Tampoco nos ayudan en exceso los topónimos, siendo altamente imprecisos y genéricos. Así por ejemplo “Pi Hajirot” no tan solo es un lugar desconocido, sino que también lo es su significado. Todas estas contingencias orientan al hecho de que el texto está lejos de tratarse de un relato histórico, pues este tipo de relatos son indudablemente mucho más precisos. Constatando estas insuficiencias Ska propone como punto de partida la conclusión del relato sita en Ex 14, 31:


“Y viendo Israel la mano fuerte que Yahvé había desplegado contra los egipcios, temió el pueblo a Yahvé, y creyeron en Yahvé y en Moisés, su siervo”


El texto señala al origen del temor - léase respeto y veneración - y de la fe en el pueblo de Israel. Una fe y un respeto que alcanza tanto a Dios como a su lugarteniente, Moisés. De otra manera dicho: se trata de un episodio fundante de la fe de Israel que se articula en cuatro etapas. La primera de ellas tiene como protagonista directo al lector, no al pueblo de Israel. Es únicamente el lector y no el pueblo de Israel quien sabe que faraón se arrepiente de haber ofrecido la libertad a los cautivos y decide perseguirlos (14, 5-7), es el lector y no el pueblo de Israel quien contempla al ejército egicpcio a galope y a faraón enfurismado durante la persecución (14,8). Es de nuevo el lector y no el pueblo de Israel quien constata como el terrible ejército se acerca dando caza a los israelitas atrapados entre ese mismo ejército y el mar (14,9). La narración así pergeñada pretende preparar el culmen, 14.10:


“Al acercarse faraón, los israelitas alzaron sus ojos y, viendo que los egipcios marchaban tras ellos, temieron mucho los israelitas y clamaron a Yahvéh”


¿Qué busca el relato procediendo así? La respuesta: ubicar al lector a “entender y experimentar” el pánico generado mucho antes que los israelitas fueran siquiera conscientes de amenaza alguna.




La segunda etapa tiene como protagonista a Moisés, quien ahora interviene, Ex 14,13-14:


“No temáis; estad firmes, y veréis la salvación que Yahvé os otorgará en este día, pues los egipcios que ahora veis, no los volveréis a ver nunca jamás. Yahvé peleará por vosotros, que vosotros no tendréis que preocuparos”


La parte sustantiva del discurso de Moisés es la primera: “No temáis”. El resto del discurso es adjetivo. En el fondo se está invitando al lector a decidir a manera de apuesta: ¿quién tendrá razón, es decir más poder, el ejército egipcio que tiene ya acorralado al pueblo israelita y está a punto de proporcionarle la estocada final o Moisés? ... Y es aquí precisamente cuando el texto cesa voluntariamente de proporcionar más información privilegiada al lector para igualarlo ahora al pueblo de Israel: tanto uno como otro deben ahora decidir.


La tercera etapa tiene como protagonista a Dios, quien dispone el mar contra los egipcios anegando a su pertrechado ejército (14,24-25.27b). A pesar de las apariencias que daban como ganador al poderoso ejército egipcio, el vencedor final es Dios a través de Moisés. La escena confirma esto mediante el hallazgo de los cadáveres egipcios al día siguiente en la orilla del mar. Ex 14,30:


“Temió el pueblo a Yahvéh, y creyeron en Yahvé y en Moisés, su siervo”


El pueblo de Israel, pasando el mar, pasa también desde el miedo al ejército egipcio al temor (reverencia, respeto, adoración) a Dios, de la duda con la cual el relato ha retado tanto al lector como al pueblo de Israel, a la fe, “de la esclavitud a la libertad” en palabras - muy bellas - de Ska.


Nótese que el epicentro del texto no dice relación con ninguna verdad abstracta, sino que ha exigido la permanente implicación factual del lector, quien ha experimentado antes, y que el pueblo experimentará después, el temor de la acción y el triunfo final del Dios de Moisés. Un Dios al que ahora teme tanto como respeta, un Dios en el que resulta acertado confiar. De manera que siendo indisociable el significado del texto con la experiencia que provoca su lectura: “el relato ES el significado”.



2. 5. PRIMERO LA MÚSICA, DESPUÉS LAS PALABRAS (Ricardo Muti)


Más de dos millones de personas son el resultado final, según la inmensa mayoría de especialistas, que arroja el censo de Nm 2 referido a la población viva pasado el milagro del mar. Toda esa muchedumbre habrá de desplazarse y vivir en el desierto durante cuarenta años. Se trata a todas luces de un imposible ...


Por ejemplo, se ha calculado un gasto de más de cuarenta millones de litros de agua solamente para cubrir las necesidades mínimas de personas y animales: ¿De dónde habrían obtenido los israelitas en un desierto tal cantidad de agua? ... Sin mentar el mantenimiento de la intendencia alimentaria o el imprescindible forraje con el cual dar de comer a los animales. Si todo ello fuera ya complejo, añádase el hecho de peregrinar por un espacio desértico agreste durante nada más y nada menos que 40 años ... La conclusión cae por su propio peso: nos hallamos ante un relato inverosímil. Ahora bien: ¿posee no obstante el texto algún anclaje en la realidad o nos encontramos ante una mera leyenda? ... Se trata de una pregunta muy compleja, y para responderla Ska propone, en este quinto principio exegético enunciado, escuchar primero la música y después la letra[3], es decir, no centrarse en las palabras concretas que expresan los detalles textuales, las cuáles pueden ser exageradas y hasta rocambolescas, sino en la música de la Biblia entera, como gran obra sinfónica que es, en el hecho de que cada pieza se engrana en otra más grande no teniendo que poseer no obstante necesariamente idéntica naturaleza y sentido. La verdad de los relatos bíblicos no está por lo tanto en el detalle, como por ejemplo el censo de Nm 2, sino en la composición final que convierte a la Biblia entera en un “totus organicus harmonicus”: no en las palabras, es decir en las notas musicales, sino en el conjunto de la música que tiende a responder a las preguntas fundamentales que no tan solo el no precisamente imaginario ni inexistente pueblo de Israel se hace, sino que todo ser humano, por el hecho de serlo, se cuestiona: ¿De dónde venimos? ¿Por qué razón estamos aquí? ¿Quiénes somos? ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿Existe vida más allá de la vida? ... Por ello cada parte, cada nota de la partitura, pero también todo silencio que forma parte de la misma, debe referirse siempre al todo de la composición musical:


“La verdad del Antiguo testamento es sinfónica porque el Antiguo Testamento es una sinfonía interpretada por muchos instrumentos, desarrollada en muchos movimientos, y que dura muchos siglos. Para apreciarla, es indispensable conocer algo del arte de su composición y sobre todo del arte de su interpretación”[4].◼︎



 

[1] En realidad, nunca lo fue pues murió dos días antes de la proclamación papal. No obstante, en los ambientes teológicos, y especialmente en la Sociedad de Jesús, se le considera tal. [2] Se trata de un lugar teológico que dice relación con una aproximación a Dios siempre a partir de lo que no es, pues lo que sea deviene tan inalcanzable como inexpresable. [3] La expresión que inspira a Ska está consignada en la autobiografía del gran director de orquesta Riccardo Mutti (Napoli, 1941). [4] Jean - Louis SKA, “Separata de Scriptorium Victoriense” 59 (2012) 44

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