Entrevista a Gabriel Otalora
Gabriel Otalora Nació en Bilbao en 1957 , estudió el bachiller con los Jesuitas de Indauchu,
Licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto (Bilbao), Diplomado por la Escuela de Práctica Jurídica en la misma institución y Master de Gestión del Conocimiento, Capital Intelectual y RR.HH. En la actualidad, ejerce como gerente de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) de Bizkaia.
Tiene varios libros publicados en Editorial San Pablo y Editorial Monte Carmelo: “El Arte de no sufrir”, “Europa no siempre fue posmoderna” y “Decálogo para el alma”, entre otros. Recientemente ha publicado el libro “Orar en tiempos difíciles”.
2º Premio de Periodismo Solidario de Manos Unidas (2010).
Colaborador habitual en Redes Cristianas, Fe adulta y Eclesalia. Ecribe semanalmente en Religión digital en su blog Punto de encuentro.
Colaborador asiduo en Radio Euskadi y Onda Vasca (2005-2015). Y en el Grupo Noticias, en prensa escrita, sobre temas fundamentalmente de ética (Desde 2001).
Impartición de seminarios, retiros y conferencias sobre ética y religión en Bizkaia, Barcelona, León, Palencia…
Miembro activo de la comunidad eclesial católica.

1.- Un viejo adagio gremial dice que “lo que hacemos nos hace” ¿qué cosas has hecho y has deshecho a lo largo de tu vida que han terminado perfilando lo que eres? ¿En qué medida te ha hecho como eres tus escritos llenos de pedagogia?
Uno aprende a veces de donde menos espera… Es muy cierto que lo que hacemos nos hace, para bien y para mal. En mi caso, el ejemplo recibido ha sido fundamental. Actitudes de personas fundamentales en mi vida han sido un fermento que me ha hecho ver, con el tiempo, que merece la pena respetar y preocuparse por las personas, no pasando por encima de ellas. No somos conscientes de la repercusión de nuestros actos que actúan como el sembrador, generando campos de fertilidad o como verdaderos secarrales a nuestro alrededor. La pedagogía que haya podido desplegar ha sido una consecuencia natural de lo anterior, pero no buscada.
2.- Fernando Savater, en su precioso libro El valor de educar viene a decir que el valor de la educación consiste en permitir que el individuo llegue a ser plenamente humano mediante la aceptación de los valores que reconoce la sociedad como los mejores, pero no definitivos ni acabados. ¿Qué significa hoy y qué dificultades implica EDUCAR en nuestra sociedad post-moderna, pluralista, fragmentaria, secularizada, post-pandémica?
Sócrates tuvo una madre partera y solía poner de ejemplo el hecho de nacer, de salir de dentro, ex ducere, que ha derivado en una acepción de la educación. Es decir, la mayéutica como medio de descubrir conocimientos el alumno desde dentro hacia fuera, que la persona vaya sacando, desarrollando y potenciando todo lo se lleva dentro facilitando los medios para abrirse al mundo y experimentar el pleno desarrollo de sus posibilidades. O dicho de una manera más lineal, educar sería centrarse en ser la mejor posibilidad de uno mismo. El educador respecto de sus alumnos. Cada persona, cultivándose para estar disponible como actitud fundamental. No caigamos en el error de confundir la verdadera educación con la erudición.
Lo que cambia es el escenario, pero no el libreto. Esta época está condicionada, como bien dices, por la covid-19, lo posmoderno, el consumismo… pero la actitud debe ser la misma.

3.- Tú y yo compartimos nuestros estudios de Bachillerato en un colegio religioso, masculino, tradicional, en Bilbao, dirigido por los Jesuitas, allá por los años 60 del siglo pasado;¿qué crees que aportó esa enseñanza a nuestro talento para vivir la vida?
¡Qué tiempos aquellos, Javier!... Pues aportó la actitud, precisamente, más que el acierto final, condicionado por un escenario nacional-catolicista en el marco del franquismo. Donde parecía que nada educativo de fundamento podía llegar a buen puerto, la actitud de muchos de aquellos jesuitas y profesores nos dejaron un ejemplo. Sembraron y parte de aquellas semillas fueron el fermento para un proceso sano hacia la madurez en medio de los embates de la vida.
4.- ¿Qué clase de educación puede aportar la Escuela para ayudar a un chaval o chavala en ese tiempo de formación infantil y juvenil a prepararse para la vida? ¿Cuál es el objetivo primordial de la educación? ¿En realidad para educar no se hace preciso esclarecer primero cuestiones ontológicas como “qué es vivir” o qué es “una buena vida”?
La educación se forja con el ejemplo y la confianza. Y comienza en casa -fundamental- con un peso fundamental también de los años escolares. Cuántos maestros y maestras ha sido decisivos en la educación de muchas personas. En la medida que se ha echado por la borda la filosofía y la espiritualidad, la superficialidad ha ganado terreno y con ella la sociedad “líquida” en expresión de Z. Bauman. Es cierto que se ha avanzado en no centrarlo todo en el coeficiente intelectual dando paso a la inteligencia emocional, aunque tengo la impresión de que ha habido un parón en potenciar las competencias emocionales en el mundo empresarial, por ejemplo. En buena medida, el ser humano es lo que se convence que es y que puede llegar a ser. Y de ahí lo decisivo de esta dimensión de la inteligencia que va más allá de los aspectos cognitivos. Pensemos en el mundo de la educación, la influencia de los maestros en tantas vidas escolares truncadas o brillantes que han salido adelante precisamente por este tipo de estímulos emocionales recibidos convenientemente o de manera lamentable.
Y queda pendiente algo que todavía es frágil de entender, la inteligencia espiritual como motor de lo mejor del ser humano, dentro de la cual una parte es la religión, la meditación, la belleza, el arte… Otros le llaman inteligencia existencial (Howard Gardner), sabiduría humana profunda (Mariá Corbí) o la habilidad para ser felices (Ramón Gallegos).

[Howard Gardner]
Utilizamos nuestra inteligencia espiritual cuando exploramos el significado de preguntas como, ¿qué es lo que realmente importa? ¿Qué es lo que nos hace más humanos, por tanto, más realizados? Hasta el mundo empresarial reconoce la evidencia de que el trabajo solidario en equipo aporta rentabilidades superiores. Lo curioso es que la realidad espiritual que ahora parece aflorar es muy antigua; tanto, que la mitología griega le dedica un espacio con el relato del malogrado vuelo de Ícaro que usa el conocimiento sin prudencia para aplicarlo. Sabiduría espiritual como sinónimo de algunos postulados universales; veamos:
Es mejor el amor que el odio. El amor es beneficioso y el odio es destructivo. Es mejor la verdad que vivir en mentira; esta refuerza el ego y nos separa de los demás.
Es mejor el bien que el mal, es más humano y refuerza vínculos. Es mejor dar que recibir porque ayuda a madurar a las personas, a las relaciones humanas. Es mejor la paz que la discordia, aunque sea más fácil lo segundo. Es mejor la ética que la amoralidad: desata las fuerzas positivas del ser humano… Yo creo en el liderazgo de servicio.
Necesitamos educarnos en conductas espirituales: acuerdo, pacto, unión, armonía, confianza… atentos a las necesidades de los demás siendo serviciales; de todo esto necesitan incluso las organizaciones punteras. Porque lo contrario a la inteligencia espiritual es el sectarismo, el servilismo, la banalidad o el fanatismo, aunque seamos capaces de disfrazar estos comportamientos con técnicas de urbanidad y refinamiento.
5.- ¿Cuáles son las raíces profundas de tu fe cristiana, tus lecturas, los ejemplos que te han marcado y cómo vives esa fe en nuestra sociedad secularizada tan distinta de aquella en la que nos educamos
Me han marcado el ejemplo de personas que han jalonado mi vida y el regalo de la fe.
Eso me ha “obligado” a esforzarme por generar experiencias semejantes en otras personas.
La experiencia del dolor también me ha servido para centrarme mejor en Dios.
En cuanto a las lecturas religiosas, tenía un grupito de amigos en la universidad y leíamos a Mounier, Guardini, Hélder Cámara, Casaldáliga… Y muchas biografías, con las que se aprende la realidad de la vida. Sin embargo, lo más importante es me educaron en la oración y eso ha sido un valor que he intentado regar a diario. Luego me abrí a lecturas éticas, a otras maneras de ver el mundo, a compartir mi fe con otras realidades. Todo ello me ha ayudado a madurar, casi sin darme cuenta, casi percibiéndolo con mirada retrospectiva ya que, igual que le pasa al sembrador, nada parece ocurrir mirando la siembra… hasta tiempo después.
6.- Trabajas como Gerente de la Asociación AECC de la lucha contra el cáncer, y eso de alguna manera te acerca al dolor de los enfermos y al misterio del dolor. ¿Qué has aprendido de esa proximidad con una enfermedad tan temida?
He aprendido a ver lo buena que es la gente, sobre todo en la adversidad. La generosidad que he visto, y no me refiero solo a la económica, sino a la personal al darse uno mismo, es extraordinario. Incluso las personas con quienes trabajo despliegan una actitud maravillosa con los que sufren la adversidad, ya sean pacientes o familiares. Estoy convencido que hay mucho más bueno que malo en el mundo, pero no es noticia, solo vende lo negativo. Lo positivo, sobre todo el amor, es más fuerte que todo aunque aparentemente se vea menos.