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RESPUESTAS ANTE EL COVID-19


El coronavirus o covid-19 está plagado de preguntas universales que plantean respuestas universales, pero también particulares y personales. Planteamos aquí algunas respuestas importantes o interesantes, con un previo aviso. Esta es una epidemia pandémica, que quiere decir democrática o de todos, y solo todos a una podemos vencerla o al menos detenerla. Y claro, la primera respuesta es la técnica, científica o médica en su acción preventiva o curativa, a la búsqueda fundamental de fármacos del tipo vacuna. La razón ilustrada debe liderar con su aparato investigador y sanitario la salida de este laberinto o encerrona en la que nos encontramos. Pero debería hacerlo autocríticamente reconociendo sus fallos de previsión y protección, así como la tardanza en obtener un antivirus, aunque resulte complicado.


Precisamente en los aledaños de la razón ilustrada de tipo científico se ha desarrollado una razón pseudoilustrada (iluminada) de tipo acientífico, que ha proyectado una especie de ideología de la inmortalidad humana caracterizada por su burdez y tontera generalizada. Esta ideología de la inmortalidad tiene un trasfondo religioso que sin duda reaparece de forma secularizada o profana. Se trata de una versión trascendentalista que opone a la parafernalia terrestre la paracelestia supramundana. Y es que la segunda respuesta a la pandemia es la religiosa, la cual peca por contraste de un iluminismo oscuro y a veces oscurantista, anclado en una versión flotante y utópica de la inmortalidad. Esta religiosidad olvida que hay dos grandes sacramentos, el sacramento de la vida y el sacramento de la muerte, la sacralidad de la vida y la sacralidad de la muerte, la religión de la vida y de la muerte, como se muestra en el cristianismo patentemente.


La tercera respuesta al caso sería la filosófico-cultural, representada clásicamente por el relato griego de Edipo, el cual resuelve el enigma de la Esfinge sobre el hombre que culmina su vida con un bastón que anuncia su muerte. Pero Edipo entiende el enigma aunque no lo comprende, recayendo en una prepotencia vital que traerá la peste real y simbólica a Tebas; hasta que el propio Edipo, advertido por el in-vidente Tiresias, hace autocrítica y se dirige finalmente a la muerte acompañado por el amor de su hija Antígona a modo de báculo. Yo pondría en relación freudiana con este relato de Edipo la obra moderna Muerte en Venecia de T.Mann, filmada por L.Visconti, en la que un engreído intelectual alemán -Aschenbach- se da de bruces con la peste en Venecia. Solo la asunción de un amor heterodoxo considerado por la sucia sociedad como sucio y apestoso, le servirá de hilo de Ariadna para asumir a su vez amortiguar la muerte y su pestilencia. El amor de solidaridad es también el hilo de Ariadna de la obra La peste de A.Camus, saboteada empero por la insolidaridad.


La cuarta respuesta al caso es la política, a menudo meramente retórica e ideológica hasta que ha visto las fauces al lobo. Aquí se ha mostrado el choque entre la respuesta de Asia que aún toma en serio la muerte y la respuesta occidental que ya no toma en serio a la muerte. También se ha visto la diferencia entre los nórdicos fríos y puritanos y los sudistas sudorosos y relajados. En ambos casos se olvida un principio fundamental, basado en el aprendizaje mutuo y la unión de los contrarios, así pues entre el existencialismo occidental y el esencialismo oriental, entre el purismo nórdico y la mezcla mestiza del sur, entre el humanismo racionalista y el humanismo sentimental.


La quinta respuesta a nuestro caso es la popular, representada por la canción Resistiré, propia de una actitud juvenil ofensiva, a la que yo añadiría desde la vejez mi versión Asumiré, caracterizada por una visión más bien defensiva aunque crítica y activa. Con ello entro ya en una respuesta personal, según la cual hay que asumir la vida como un pliegue terrestre y la muerte como un repliegue marino, que nos adentra en el mar interior del alma. Como ancianos ya no tendríamos que tener miedo a la muerte, aunque sí al sufrimiento añadido que se nos debería ahorrar. Y aquí el personal sanitario tiene una labor crucial que se sitúa entre la cura o cuidado heroico y la propia conveniencia, si bien no deberíamos atenernos a extremos heroicos o antiheroicos, sino a lo que los clásicos llamaban la “medianía áurea”, traducible como buenhomía. El mismísimo humanista Montaigne huyó de la peste en Burdeos, sin duda acuciado por el recuerdo de la muerte por peste de su amigo del alma La Boétie. El tema es que hoy nadie puede ya huir ni rehuir de la virulencia del virus.


La vida suele ser un encanto que engaña, la muerte es un desencanto que desengaña. Pero cuidado, no se pueden escribir estas cosas en los medios, que representan la sexta respuesta. Los medios más que mentir sobre la cruda realidad de la vida, suelen reflejar las mentiras de los intereses económicos, sociales y políticos del capitalismo triunfante y sonante. Por lo demás, a la gente le suele gustar que le engañen dorándole la píldora, que les cuenten un cuento para no caer en la cuenta, lo cual ayuda a engañarse con una felicidad ilusoria. Pero mentirse sobre la vida cruda sin límites y fronteras es propio de héroes fatuos y de ideologías falsarias. Como dice Rui B.Ribeiro, la vida continuará con virus o sin virus, al menos de momento, aunque sus consecuencias económicas y sociales serán de nuevo vitales y mortales. Esconder la realidad no es preparar su afrontamiento, aunque por contra ahora algunos noticiarios solo ofrecen esquelas de difuntos. Esperemos que tras esta debacle proyectemos un humanismo y consiguiente ética de la compasión universal, encabezadas por un budismo y cristianismo abiertos a la filosofía de A.Schopenahuer, y que ya no olvide algo tan radical como que la vida es mortal.


Mientras tanto uno piensa seguir como Dios o el duende le da a entender, y uno entiende que debe proseguir de derrota en victoria y derrota hasta la derrota-victoria final. Una posición sin duda ambivalente, positiva y negativa, negativa y positiva, según la cual la vida del hombre en la tierra es una hecatombe, pero una hecatombe que nos abre paradójicamente las puertas blindadas de la trascendencia.




la trascendencia.la

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