PATROLOGÍA / PATRÍSTICA: IMPORTANCIA Y ACLARACIONES (I)
“Qui perd els seus orígens, perd la seva identitat”
(Quién pierde sus orígenes, pierde su identidad)
Raimon.
Cantautor.
Introducción
Los Padres de la Iglesia – y especialmente de entre ellos los denominados Padres Apostólicos – fueron testigos excepcionales y privilegiados tanto de los orígenes cristianos como de la historia del posterior desarrollo e implantación de la fe cristiana. En consecuencia, son testimonios especialmente cualificados e irrenunciables de nuestra fe.
Desde un punto de vista puramente científico académico, necesariamente independiente y superior a cualquiera aproximación apologética doctrinal, no se comprende la desafortunada circunstancia de que no sean objeto de estudio pormenorizado en la gran mayoría de facultades de teología protestante españolas, siendo sin embargo como son patrimonio común e irrenunciable de la Iglesia cristiana indivisa.
No es posible conocer en puridad el cristianismo sin pasar por su específica aportación, ciertamente óptima en todos los órdenes. Cobra especial resonancia el eco de sus voces una vez que los principales intérpretes de la época apostólica enmudecen y un preocupante silencio – por una parte – unido a un peligroso y disgregador ruido – por la otra – parecen imponerse en el devenir intrahistórico de las primitivas comunidades cristianas.
Cuidaron, más, mimaron tierna y maternalmente el Cuerpo místico de Cristo en los momentos en que éste más lo requería. Por ello son como padres / madres para la Iglesia, por ello también son signos fehacientes de lo sagrado.
Con este escrito proponemos un breve viaje comprensivo en busca de las cristalinas fuentes del cristianismo, ya que evocar los escritos de los primeros padres equivale a comprender su específico carácter vehiculador del conocimiento de la historia, sociología y teología de las diferentes comunidades cristianas de las épocas apostólica y sub apostólica. No es posible comprender la entraña de la religión cristiana sin describir previamente la vida y obras de quienes fueron sus principales protagonistas.
Nuestro esfuerzo es, pues, el del recuerdo, pero un recuerdo siempre activo y actualizante, pues nuestra actitud, si bien evocadora, conlleva también la apertura de la búsqueda, de la investigación, del discernimiento y de la actualización, siempre aunando nuestra voz a la del poeta cuando cantaba que perder los orígenes equivalía a perder la propia identidad.
Si logramos cautivar la atención de alguien o provocar su interés en la lectura de los Padres de la Iglesia, nos daremos por más que satisfechos, ya que – cómo decíamos - desearíamos sinceramente familiarizar a posibles lectores con los que constituyen sin duda gran parte del patrimonio fundacional del cristianismo, aquellos valerosos pioneros, algunos de los cuales - por ejemplo Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna o Papías de Hierápolis – gozaron del irrepetible privilegio histórico de ser contemporáneos de los Apóstoles y del mismo Jesús de Nazaret.
Objetivos
Los términos Patrología y Patrística aparecen constante y profusamente en las obras o artículos especializados versando sobre el tema de los denominados Padres de la Iglesia. Veremos muy sucintamente la historia y la significación de antedichos términos.
Continuando esta perspectiva definidora, describiremos los temas específicos por los cuales se interesa la Patrología para deducir su sinonimia con el objeto de estudio de la Literatura Cristiana antigua. Tras averiguar la relación existente entre anterior disciplina y la de la Historia de los Dogmas, finalizaremos definiendo el concepto – primordial para nuestro estudio – de Padre de la Iglesia desde los puntos de vista católico y protestante, así como las analogías y las diferencias existentes entre estos y la figura de los Doctores de la Iglesia.
Con la finalidad de no fatigar en exceso a nuestro amable lector optaremos por dividir el contenido de nuestro texto en dos entregas constituyendo esta misma la primera de ellas.
Relación entre patrística y patrología
La palabra “Patrología” (1) (en lengua latina patrologia) apareció por vez primera durante el siglo XVII. El primero en utilizarla fue Johannes Gerhard, un profesor de teología alemán de obediencia luterana. Después de su deceso, producido en el año 1637, se hallaron entre sus objetos personales algunos esbozos avanzados de lo que tendría que haber sido un manual de historia de la literatura cristiana así titulado. Anterior manual fue posteriormente publicado, en el año 1653. (2).
El libro en cuestión empezaba por el estudio del Pastor de Hermas (escrito aproximadamente hacia el año 140 d. C. según la datación tradicional) y terminaba con la vida y obras de Roberto Bellarmino (1542 -1621).
El término “Patrística”, adoptado del latín “patrística”, aunque muy antiguo, aparece específicamente utilizado en el siglo XVIII para designar una disciplina académica, la Theologia Patristica, primero en las facultades de teología luteranas y posteriormente también en las católicas.
Todas las Facultades de teología de la época subdividían el propio ámbito de su estudio en cinco grandes sectores o subapartados, a saber:
Teología bíblica
Teología patrística
Teología escolástica
Teología simbólica
Teología especulativa
Anteriores divisiones muestran claramente que lo que verdaderamente interesaba de la Patrología a los teólogos de estas épocas no era otra cosa que el aporte doctrinal que los Padres de la Iglesia realizaban a la ciencia teológica. Abordando así la teología patrística, la finalidad dogmática y apologética jamás eran perdidas de vista (3).
Desde un punto de vista etimológico, no hay ninguna diferencia entre los sustantivos patrística y patrología ya que, en efecto, ambas palabras se derivan de “patres”, lo que significa en lengua latina padres.
No obstante, algunos eruditos, sin duda por razones teológicas, de comodidad y de convención, introducen una distinción en los ámbitos propios de la Patrología, por un lado, y de la Patrística, por el otro. Así proceden por ejemplo autores tales como Louis Joseph. Tixeront, Emile Amann, Adalbert Gautier Hamman o Gabriel Peters.
Todos estos anteriores e importantes autores considerararon en su época que la Patrística era específicamente la ciencia que estudiaba las doctrinas de los denominados Padres de la Iglesia y que – en cambio - la Patrología era una disciplina más amplia que englobaba también el estudio de su vida y de sus obras.
Sin embargo, con el paso del tiempo, otra perspectiva fue cobrando auge y engrosando el consenso entre numerosos especialistas. En efecto, ya que estos últimos utilizaron indistinta y sinónimamente los términos Patrística y Patrología. Así procedieron más modernamente insignes estudiosos de la talla de Otto Bardenhewer, Hans Friedrich von Campenhausen, Jacques Liébaert o Antonio Quacquarelli.
Patrologia e Historia de los Dogmas
El gran profesor luterano Adolf von Harnack (1851 - 1930) soslayó muy acertadamente que la necesidad de expresar y de condensar el contenido de la religión mediante artículos de fe (“dogmen”) para posteriormente demostrar su veracidad es asunto común tanto al catolicismo como al protestantismo (4). Una de las principales tesis de este importante autor consistía en considerar todos los dogmas cristianos únicamente como el resultado del encuentro entre cristianismo y filosofía helena.
En meridiano desacuerdo con esta anterior posición, y con la ventaja metodológica que proporciona la perspectiva del tiempo, el cardenal católico apostólico romano Jean Daniélou (5) demostrará más tarde que la teología cristiana, ya desde sus orígenes, recibió irrenunciables sendas influencias condicionantes de un Spätjudentum, es decir, del denominado tardío judaísmo.
Vaya por delante el honor que la historia debe acordar al erudito cardenal. No obstante, hay que conceder a la escuela alemana de Tübingen, y concretamente al profesor Ferdinand Christian Baur, el hecho de haber sido el primero en constatar la existencia y la importancia de la comunidad judeocristiana en la formación y constitución de la iglesia primitiva y de sus dogmas. Baur aplicó el método dialéctico de origen hegeliano al texto de 1 Co 1, 11 - 12 estableciendo en su sistema como tesis el movimiento judeocristiano (solamente diferente del judaísmo propiamente dicho por la aceptación de Jesús de Nazaret como el mesías prometido en la Tora). Al lado de los judeocristianos se situarían los helenistas o partidarios de san Pablo, considerados por el profesor Baur como la antítesis. El resultado final de este encuentro, la síntesis, se cristalizaría en la Iglesia de Roma, la cual reivindica como matriz originaria las dos especificidades anteriores (tesis y antítesis), reconociendo no obstante que en su constitución y fundamentos pesó más el aporte helenístico que la contribución semítica.
Para Daniélou, en definitiva, la cuna de la primera teología cristiana y de los dogmas característicos que la acompañan fue indudablemente semítica, no adoptando formas helénicas hasta más tarde, concretamente en la época de los Padres Apologistas.
Si admitimos que todo dogma basa su existencia en aquello que la Iglesia de Jesucristo cree, enseña y confiesa fundándose para ello en la Palabra de Dios, hay que concluir que el dogma se convierte en cosa propia e inherente a la propia entraña del cristianismo al darle forma y contenidos, en una realidad definitiva de la cual éste es inseparable.
Sin ser términos idénticos, dogma y tradición deben entenderse siempre como una realidad en dinámica y recíproca relación interpelante. Siendo la tradición la forma significativa y significadora adoptada por la doctrina cristiana a lo largo de toda la historia (6) y el dogma expresión autorizada de la fe, cabe subsumir que la primera devenga canal vehiculador de las expresiones de fe consensuadas.
La primera historia de los dogmas aparecida en Europa, redactada a la sazón en lengua francesa, fue la del abate Tixeront, publicada en tres tomos continuadamente hasta el año 1931 (7).
Podemos definir la Historia de los Dogmas como aquella disciplina teológica que estudia la génesis y el ulterior desarrollo de las afirmaciones religiosas, estas anteriores recogidas formalmente en los denominados artículos de fe ya que, en efecto, la Historia de los Dogmas se interesa por los dogmas o enunciados normativos de la fe cristiana.
Nacida primigeniamente de la Patrística como aparato justificativo y apologético, la Historia de los Dogmas alarga actualmente su ámbito de estudio hacia terreno escripturístico, Historia de los Símbolos de fe Cristianos y también la Historia Conciliar.
La disciplina de la Historia de los Dogmas, en tanto que materia teológica, nació en el seno del protestantismo alemán en el siglo XIX.
Patrología o literatura cristiana antigua
Recordemos que la “Patrología” como disciplina fue concebida con la finalidad de interesarse únicamente en los padres de la Iglesia:
Designamos con el término Patrología a los escritores eclesiásticos de la antigüedad cristiana considerados por la Iglesia como testimonios particularmente autorizados de la fe (8).
Empero, planteada así la situación ¿cómo estudiar entonces
la vida, las obras e incluso las doctrinas de los Padres sin considerar también la producción literaria y los importantes posicionamientos teológicos de los “cristianos heréticos” que estos primeros combatían? … Dicho de otro modo: ¿cómo se puede estudiar Patrística sin considerar la importancia que los escritos de ciertos Padres indudablemente contienen aunque finalmente no fueran retenidos por la Iglesia como ortodoxos? Pensamos por ejemplo en figuras tales como el insigne Orígenes ...
Para resolver satisfactoriamente estas anteriores dificultades, fue necesario concebir una disciplina mucho más amplia que englobara sin ambages y a la vez el estudio de los textos considerados tradicionalmente como ortodoxos, así como también y simultáneamente, el estudio de los heterodoxos.
Esta anterior disciplina fue bautizada con el nombre de Historia de la Literatura Cristiana Antigua. En efecto, pues nadie osaría en su sano juicio escribir una Patrología sin conceder, por ejemplo, sendos lugares de privilegio a Tertuliano (c. 160 - c. 220) (9), muerto en la fe montanista, Orígenes de Alejandría (c. 185 - c. 254), condenado post mortem por el II concilio de Constantinopla en el año 553, o Eusebio de Cesarea (c. 265 - c. 339), este último más que sospechoso de herejía arriana. Otros ejemplos de autores cuyas enseñanzas comportan desviaciones doctrinales reconocidas son Cipriano (c. 200 - 258), al preconizar el rebautismo de los donatistas, Teodoro de Mopsuesta (c. 350 - 428) y Teodoreto de Ciro (c. 393 - c. 458), algunas de cuyas tesis fueron condenadas por el II Concilio de Constantinopla en el año 553, Fausto de Riez (c. 400 - c. 495), quien sostuvo concepciones pelagianas, etc... En cuanto a Hipólito de Roma (muerto c. 236) también podría ser incluido como cismático, pues fue antipapa durante al menos veinte años.
En suma, sopesado todo lo anterior, se constata más congruente, operativo, funcional y científico considerar la Historia de la Literatura Cristiana Antigua y la Patrología no como disciplinas diferenciadas, sino más bien como sinónimas. Así lo consideran actualmente la práctica totalidad de los autores contemporáneos.
+ Miquel Àngel Tarín i Arisó
NOTAS
(1). Este término se compone de dos palabras, la primera latina: “pater” (padre) y la segunda griega: “lógos” (discurso o doctrina), por lo que literalmente la expresión podría traducirse como discurso o doctrina de los Padres (de la Iglesia).
(2). La obra de Gerhard fue publicada con el título de: Patrologia sive de primitivae Ecclesiae christianae doctorum vita ac lucubrationibus opusculum, Iéna, 1653.
(3). Nótese que el término patristica no es más que un adjetivo calificativo del sustantivo theologia.
(4). A. von Harnack, Histoire des Dogmes (Patrimoines du Christianisme), traducido del alemán al francés por E. Choisy, Paris, 1993, p. IX.
(5). Jean Daniélou, Histoire des doctrines chrétiennes avant Nicée, t. I: Théologie du Judéo - Christianisme (Bibliothèque du christianisme), texto establecido a partir de la edición italiana de 1974 por M. –O. Bulnois, corregido y aumentado por J. Paramelle y M. –J. Rondeau, Paris, 1987.
(6). El teólogo ortodoxo Jaroslav Pelikan, destaca dos aspectos diferentes dentro de la tradición. En primer lugar, la tradición activa o transmisión de la enseñanza de la Iglesia. En segundo lugar, la tradición pasiva, o lo que se transmite. Para Pelikan, en un cierto sentido, la tradición es independiente de cualquier consideración histórica pues el concepto de historia es de por sí móvil y precisa de un principio en el tiempo, mientras que la doctrina vehiculada por la tradición es, sobre todo desde un punto de vista ortodoxo, católico apostólico romano y anglicano, al contrario que la historia, sólida, estable e inmutable.
(7). Louis Joseph. Tixeront, t. I: La théologie anténicéenne, Paris, 1905; t. II: De saint Athanase à saint Augustin (318 - 340), Paris, 1909; t. III: La fin de l’âge patristique (430 - 800), Paris, 1912.
(8). Emile Amann, “Pères de l’Église”, en: Dictionnaire de théologie Catholique, t. XII, col. 1192, Paris, 1933.
(9). Hay que señalar no obstante que el Padre Gustave Bardy omitirá intencionadamente la figura de Tertuliano de Cartago de su obra: La Vie Spirituelle d’après les Pères des Trois Premiers Siècles, Paris, 1935. Indudablemente este gran escritor conocía a pies juntillas la vida y obras del polemista africano (ver G. BARDY, “Tertullien”, en: Dictionnaire des connaissances religieuses, t. VI, Paris, 1928, cols. 601 - 605; y “Tertullien”, en: Dictionnaire de théologie catholique, t. XV, Paris, 1946, cols. 130 - 171). Sin duda la razón de esta voluntaria omisión debe buscarse en el hecho de que su obra no es una Patrología, sino más bien una historia de la vida espiritual de los Padres de los tres primeros siglos cristianos. Será posteriormente Adalbert Gautier Hamman quien solucionará esta situación en el año 1968 al publicar en Tournai la hasta ahora última edición corregida y aumentada del erudito de Dijon. En ella y como no podía ser de otro modo, Tertuliano reencuentra su lugar natural.