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CUANDO EL QUE SE SUICIDA ES EL PASTOR



No hace mucho asistía al recibimiento de un pastor. La persona que dirigía la reunión llamó al estrado a toda una serie de pastores de la zona que habían sido invitados para el evento. En ese momento solemne tomó la Biblia con su mano derecha, la alzó y dijo algo parecido a: “Con la Biblia no te hace falta ningún psicólogo”.

La ceremonia continúo, se oró por el nuevo pastor y después abrazos, apretones de manos y caras sonrientes entre los hermanos asistentes. Aquel concepto o idea que parecía tan espiritual, tan llena de fe, no era ni espiritual ni llena de fe. No tengo noticias de que nadie se escandalizara de lo dicho por aquel pastor y sin embargo aquella frase es altamente peligrosa. Lo más paradójico es que yo conocía algunos creyentes que estaban allí presentes y que se encontraban con alguna clase de medicación. Seguramente también allí habría personas con algún tipo de ansiedad, depresión o trastorno psicológico.

Cuando la vida te golpea, la única respuesta sana es que te duela el alma. Si el golpe es duro, el rompimiento interno es igualmente profundo. Por ello, para salir de este estado se necesitará tiempo, calor humano y, en determinados casos, ayuda profesional. Dios es el creador de nuestra mente y él sabe cómo la misma puede sanar. Si nos partimos un antebrazo, no acudimos a un versículo bíblico para que se restaure, si lo que se quiebra es el alma, busca ayuda profesional si la necesitas... y busca consuelo en la Escritura, no es incompatible.

No podemos permitir que alguna persona que se encuentra con un profundo sufrimiento interno sea considerada como alguien que tiene poca fe y que finalmente es ella la responsable de su estado. Pero, ¿qué ocurre cuando el que está en depresión es un pastor o responsable de iglesia? Obviamente que no se lo dirá a nadie, la honda tristeza que le embarga la llevará en silencio. Por años puede estar arrastrando esta enfermedad y nadie conocerla. Cada domingo se subirá al púlpito con una sonrisa y expondrá la Palabra con pasión. Entre semana estará al frente de la reunión de oración, dirá que Dios todo lo escucha, que se tenga fe, que el Todopoderoso puede resolver cualquier problema, que puede sostenernos pase lo que pase. Entonces un día como otro cualquiera a la congregación le llega la noticia de que su pastor se ha suicidado. El shock es tremendo. Es posible que incluso los familiares más cercanos no conocieran las tinieblas por la que estaba pasando... y no estamos hablando de un caso aislado o hipotético, las noticias son cada vez más frecuentes.

En un artículo del 25 de enero de este año titulado “Suicidio de pastores, pastoras y sacerdotes cristianos”[1] se apuntaban varios datos de importancia:

“Durante los últimos tiempos se viene difundiendo numerosa información y noticias de intentos o hechos de suicidios en muchos pueblos del mundo. En Brasil se ha notado que el número de pastores que comete suicidios es alarmante. Debemos estar atentos a las inmolaciones en general, y particularmente en la República Dominicana.”

Un poco más arriba se decía:

“Para los religiosos de la fe cristiana, la persona que cometía suicidio perdía toda posibilidad de ser parte de la comunión de fieles, y se le negaba el ritual del entierro eclesiástico…

El muerto por suicidio, era enterrado en un lugar aparte en el cementerio, y de forma diferente a la tradicional. Entre muchos cristianos, aún perdura la consideración de las causas que inciden al suicidio, como diabólicas, inmorales;…”

Nadie se suicida porque quiere, porque esa mañana estaba aburrido y quiso comprobar por sí mismo si existía algo más allá de esta existencia. O como alguien apunta en uno de los libros de Albert Camus: “Pero a veces hace falta más valor para vivir que para matarse”[2].

Uno se quita la vida porque ya no puede más, porque ha llegado al límite de sus fuerzas, porque evalúa su vida y, aunque tenga una bella esposa y tres pequeños, el abandonar este mundo le trae más descanso que el seguir en él. Este fue el caso de Andrew Stoecklein, un joven pastor que fallecía a causa de su intento de suicidio tal como apuntaba el medio “Actualidad Evangélica” en un artículo del 31 de agosto del 2018[3]. Andrew llevaba tiempo luchando contra la depresión y la ansiedad.


Su esposa, en la foto, decía tras la tragedia en su cuenta de Instagram: “Por favor, orad por mí y por los niños. No se cómo voy a afrontar esto, estoy completamente rota, perdida y vacía. Nunca en un millón de años hubiera imaginado que éste sería el final de su historia”.

En este mismo artículo se seguía apuntado que:

“El caso ha suscitado numerosas reacciones en las redes sociales, de solidaridad con la familia y la Iglesia Inland Hills, pero también de reflexión por parte de pastores y expertos que subrayan la importancia de estar alertas ante las enfermedades mentales y también sobre la necesidad del cuidado pastoral de los que cuidan a la grey.

Uno de ellos dijo: “La depresión es real y los pastores no están exentos de padecerla",…”


Esto, para un pastor, un sacerdote o religioso es como traicionar todo lo que ha creído, todo lo que ha enseñado. Parece que está negando las palabras sanadoras del propio Jesús. Pero como el primero de los artículos citados dice en otro lugar:

“Los avances de los estudios del comportamiento de los seres humanos, las ciencias sociales, y en particular, la siquiatría/sicología, comenzaron a afirmar que el suicidio es debido a trastornos mentales, tales como síntomas mixtos de: locura transitoria, alteración emocional, extrema ansiedad, depresión, impulsos causados por vergüenza, venganza, desengaño, pérdida de la fe, desgaste de la esperanza, estado de sentirse rechazado, o de no ser amado, o saber amar. Pero también es de notar que un número considerable de los que se privan de su propia vida, son descendientes de parientes de tendencia suicida”.


Aquella frase desde el púlpito, ante los pastores y la congregación que parecía tan espiritual, tan repleta de la mejor de las fes es de una peligrosidad enorme. Además, no es algo aislado sino que obedece a una forma de entender la vida cristiana que hace de la Biblia algo así como un libro mágico o de hechizos en el que únicamente hay que buscar algún texto que se adecue a nuestra situación y, acto siguiente, “creerlo”. El pensamiento positivo. Asimismo, evidencia una clara ignorancia de cómo funciona la psique humana. Por si fuera poco, cierra los ojos a la realidad, las cosas no son así y el propio Jesús pasó por una profunda depresión en Getsemaní.

Esta mentalidad tan extendida no es ya que simplemente esté equivocada o que sea moralmente neutra, por el contrario, tiene una parte de responsabilidad, la cual habría que evaluar, en el enquistamiento y empeoramiento del dolor en personas que les cuesta incluso abrir los ojos cada día... y también tienen responsabilidad en la muerte de estos pastores o sencillos miembros de iglesia.

Si alguna vez lo necesitas, acude a un especialista, si es creyente mejor que mejor. Si alguien peca, no eres tú, sino todos aquellos otros que como aquel pastor dijo aquella frase tan arriesgada e ignorante.



Alfonso Pérez Ranchal es Diplomado en Teología por el CEIBI (Centro de Investigaciones Bíblicas), Licenciado en Teología y Biblia por la Global University y Profesor del CEIBI. Vive en Cádiz.




 


[1] http://alc-noticias.net/es/2019/01/25/suicidios-de-pastores-pastoras-y-sacerdotes-cristianos/


[2] Concretamente en su novela “La muerte feliz”.


[3] https://www.actualidadevangelica.es/index.php?option=com_content&view=article&id=10936:2018-08-31-07-22-54&catid=8:norteamerica

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