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Qué es para mí ser cristiano hoy



Para mí ser cristiano es ver a Dios en el Otro. Ver a Dios en la persona cuya vida es un regalo para la mía: mis amigos, mis padres, mis hijas. Ver a Dios en la vida de la persona que es para mí un reto, un desafío: ese alumno al que no sé cómo enseñarle más, ese compañero de trabajo chismoso o ese vecino racista. Ver a Dios en la vida de las personas que no importan a nadie y que me obligan a salir de mi comodidad porque ya no puedo quitármelas de la cabeza ni del corazón: los MENAs (Menores Extranjeros No Acompañados, aunque yo prefiero llamarles “soñadores”), los adictos a tal o cual sustancia, etc.


Ser cristiano hoy es dar gracias por esa presencia de Dios en el Otro. Agradecerle a Dios cuando viene en forma de un amigo que me da su abrazo o me brinda su confianza. Agradecerle cuando tengo la oportunidad de ser mejor persona practicando el perdón frente al que me ha dañado. Agradecerle cuando Él viene a mí desvalido y necesitado, mostrándome cuántas riquezas aún puedo compartir con mi prójimo.

Ser cristiano hoy para mí es entrar en diálogo con ese Otro, hacer del Otro un Tú y no un Él. Es vivir una vida de oración constante porque Dios no está en el santuario sino en la vida (como decía Agustín de Hipona, orar siempre y si hace falta usar palabras). Es caminar con Dios, ayudarle a Él y dejar que Él me ayude. Es tener compañerismo con todos los seres humanos y hacer de eso una experiencia sagrada; reverenciar la vida, como escribió el organista santo de Lambaréné.

 

Todo eso lo he aprendido de Jesús de Nazaret.

A veces no sé cumplirlo, o no quiero, o me da miedo. A veces no me lo creo. Dudo. Rabio. Me pesa más la ira frente a las injusticias que la esperanza de gloria. Parece que me esté cayendo de la cama sin saber si estoy dormido o despierto, siento esa angustia frente a la nada.

Pero las más de las veces permanezco aferrado a la fe; me aferro con uñas y dientes a ese diminuto grano de mostaza y me siento invadido por la alegría.

Mantengo la esperanza en el futuro del ser humano, de cualquier ser humano, quien como caña cascada no será nunca quebrado por un Dios que es Amor. Sigo el consejo y la convicción profunda de Gabriel Marcel: “Esperar contra toda esperanza que el ser que yo amo triunfará del mal juzgado incurable que lo consume; afirmo que cierto orden será restablecido, que la realidad está conmigo para querer que ello sea.”

En resumen, mi caminar como cristiano se fundamenta en reconocer a Dios en el Otro, ser agradecido, entrar en una relación de compañerismo y diálogo con Dios y con mi prójimo, y mantener en mis luchas la fe sin perder la esperanza.

Todo esto no es que llene de significado la palabra “cristiano” sino que llena de significado mi propia vida. Creo que ya no sabría ni soportaría vivir de otra manera porque no podría vivir sin alegría.


Rvdo. Rafa Arencón

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