El ser humano corriente
La gente de mi generación, creció creyendo a través del cine de Hollywood que los malos siempre acababan recibiendo “la del pulpo”, mientras que los buenos al final acababan satisfechos y felices.
Sin embargo ya crecidos y teniendo que enfrentarse al mundo real, nos damos cuenta de que son los buenos y no los males quienes reciben los palos y los malos son quienes tienen acaban felices.
Y es cuando uno ha de plantearse qué actitud va a tener frente a la realidad, resignarse e inventar justificaciones ante la pasividad frente a la injusticia o bien, tener una actitud beligerante contra la realidad hostil de la existencia del ser humano corriente, que es después de todo la victima de todas las justificaciones que hemos creado para sostener en el poder al mal.
Y es que el mal existe, y es el ser humano corriente quien sufre el peso del mal, que no es otra cosa que el efecto de la indiferencia ante la injusticia.
Vivimos en un planeta en el que una minoría ejerce la propiedad de la mayor parte, y esto obliga a que una inmensa mayoría no pueda desarrollar una existencia plena, y el dolor ante esa incapacidad de vivir y alcanzar la felicidad es la consecuencia del acto injusto de apropiación.
Venimos a la Tierra no a sufrir, el mundo no es un “valle de lágrimas”, como el catolicismo nos enseñó a las gentes de mi generación, aceptar esta condición es eludir la responsabilidad que tenemos ante las injusticias colectivas. El ser humano es fundamentalmente un “Ser espiritual” y como tal, su existencia tiene sentido en la medida en que pueda desarrollarse plenamente en ese sentido.
No podemos aceptar el dolor como parte del sentido de la existencia y menos desde una perspectiva espiritual. No es Dios quien quiere que el ser humano sufra, esa idea tan integrada en la mentalidad occidental debido a siglos de hegemonía de un cristianismo estúpido y manipulador, habría de ser desterrada y sus apologetas olvidados.
El mal, el dolor, es un efecto del quehacer humano y de la pasividad de quienes no reaccionan contra el dolor de la gente corriente.