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La regla de oro


"Hagan ustedes con los demás como quieren que los demás hagan con ustedes" Lucas 6.31

"No seas vengativo ni rencoroso con tu propia gente. Ama a tu prójimo, que es como tú mismo. Yo soy el Señor." Levítico 19.18

Rvdmo. Andrés Omar Ayala - En el pensamiento judío tradicional, el amor a Dios se manifiesta en el amor hacia nuestros semejantes, la Torá manda: "Amarás al Señor, tu Dios" y "Ama a tu prójimo como a ti mismo". El Talmud cuenta que un gentil se acercó al rabí Hillel y declaró su deseo de convertirse al judaísmo, pero solamente si Hillel le explicaba toda la Ley ¡mientras él se paraba en un solo pie! Hillel respondió: "Lo que es odioso para ti, no lo hagas a tus semejantes. Esa es toda la Torá, el resto es comentario" En otras palabras, toda la Ley de la vida no es sino "comentario" al precepto de amar al prójimo.

"Hagan ustedes con los demás como quieren que los demás hagan con ustedes" Lucas 6.31

En este pasaje Jesús reitera la regla de oro, no de forma restringida, sino en un conciso resumen de alcance universal. Jesús fundamenta su maravillosa afirmación en la plena seguridad de la paternidad de Dio. La razón subyacente para la existencia de este precepto, es el hecho de que somos, todas las mujeres y todos los hombres, hijas e hijos de Dios, iguales en dignidad y derechos.

La regla de oro no preceptúa determinadas conductas o una obediencia formal (como lo hacen las doctrinas dogmáticas), sino que promueve relaciones interpersonales basadas en la compasión. Dado que somos todos esencialmente una misma humanidad, herir a otra persona de cualquier manera, es en el fondo herirse a uno mismo y ayudar a otros es realmente ayudarnos a nosotros mismos. La paternidad de Dios nos impulsa a aceptar que todos los seres humanos somos fundamentalmente hermanas y hermanos, y en espíritu, hermandad es unidad.

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