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Reflexión de Cuaresma







Reflexión


Mateo 5.21-26

«Jesús dijo a la multitud: “Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás”; y “cualquiera que matare será reo de juicio”. Pero yo os digo que si os enojáis con un hermano o una hermana, seréis juzgados; y si insultáis a un hermano o a una hermana, seréis responsables ante el consejo; y si dices: "Necio", serás expuesto al infierno del fuego. Así que cuando estés ofreciendo tu ofrenda en el altar, si te acuerdas de que tu hermano o hermana tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y vete; primero reconcíliate con tu hermano o hermana, y luego ven y presenta tu ofrenda. Ponte pronto de acuerdo con tu acusador mientras vas de camino al tribunal con él, no sea que tu acusador te entregue al juez, y el juez al guardia, y seas echado en la cárcel. De cierto os digo que nunca saldréis hasta que paguéis el último céntimo.»





El pecado es tanto un poder como un comportamiento. No necesitamos, ni podemos, elegir entre los dos o priorizar uno sobre el otro.


Quizás el ejemplo más obvio de esto es la forma en que el pecado del racismo históricamente ha moldeado y continúa moldeando la forma en que se ordena nuestro mundo, particularmente en Occidente. Una de las revelaciones del pensamiento reciente sobre el racismo es que no basta con no ser racista. También debo reconocer el hecho de que estoy formado por una historia y una sociedad en la que me he beneficiado debido a una historia de colonialismo, racismo y opresión.


¿Cuál es mi responsabilidad en relación con este tipo de pecado estructural o sistémico?


El primer paso es la conciencia. En segundo lugar, existe la necesidad de escuchar y comprender. En tercer lugar, existe la necesidad de hablar sobre lo que ahora sabemos que está mal y es pecaminoso.

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