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La Didaché o la doctrina de los doce apóstoles (IV), por Miquel - Àngel Tarín i Arisó






DEBERES PARA CON LA COMUNIDAD CRISTIANA


( IV )


1. Hijo mío, acuérdate constantemente ([1]) de lo que te dice la palabra de Dios honrándola como al Señor. Porque donde se proclama su majestad, allí está también el Señor.

2. Busca diariamente la compañía de los santos ([2]) para fortificarte en sus palabras.

3. No seas causante de divisiones. Fomenta más bien la reconciliación entre los que disputan. Juzgarás con equidad, reprendiendo las faltas y sin realizar distinción de personas ([3]).

4. No te angusties sobre tu futuro.

5. No seas de los que extienden la mano para recibir y la encogen para dar ([4]).

6. Si adquieres algo mediante el trabajo de tus manos, da de ello como rescate por tus pecados.

7. No dudes en dar ni te quejes mientras lo haces, pues algún día conocerás sin duda al buen compensador de tu limosna.

8. No rechaces al pobre, compártelo todo con él y no digas que algo es tuyo. Pues si compartes los bienes inmortales ¿cuánto más no lo harás con los mortales?


DEBERES PARA CON LA FAMILIA CRISTIANA


9. No te relajarás ([5]) en la educación de tu hijo o de tu hija, sino que les enseñarás el temor de Dios desde su infancia.

10. A tu esclavo o a tu esclava, los cuales creen en el mismo Dios que tú, no les ordenes nada con aspereza para que no pierdan la reverencia hacia Dios, quien está sobre ellos y sobre ti. Porque no nos llama Dios atendiendo a nuestro rango, sino que lo hace a todos aquellos que tienen su espíritu preparado.

(11) Y vosotros, esclavos, obedeced a vuestros amos, como a imagen de Dios, con respeto y con temor ([6]).


DEBER UNIVERSAL DEL CRISTIANO


(12) Aborrece todo fingimiento y todo lo que no sea agradable al Señor.

(13) Nunca abandones los mandamientos de Dios, más bien guarda todo lo que te han enseñado, sin nada quitar ni añadir ([7]).


LA CONFESIÓN DE LOS PECADOS


(14) En la Iglesia confiesa tus pecados[8], y no ores teniendo mala conciencia. Tal es el camino de la vida.

EL CAMINO DE LA MUERTE

( V )

(1) El camino de la muerte es el siguiente: ante todo, es un camino vil y lleno de maldiciones: homicidios, adulterios, codicias, fornicaciones, robos, idolatrías, magias, hechicerías, rapiñas, falsos testimonios, hipocresías, doblez de corazón, engaño, soberbia, maldad, desprecio, avaricia, obscenidad, celos, insolencia, temeridad, vanidad, imprudencia ([9]).


SUS SEGUIDORES


(2) Este camino es seguido por los perseguidores de las buenas personas, los enemigos de la verdad, los amigos de las mentiras, los que ignoran la justicia, los que no aprecian el bien ni el juicio recto, los que velan no para el bien sino para el mal; los que desprecian la mansedumbre y la paciencia, seducidos por la vanidad, ávidos de favores, que no se compadecen ante el pobre, insensibles ante el afligido; no conocen a su Creador, asesinos de sus hijos, corruptores de la imagen de Dios; hostiles ante el indigente, opresores del atribulado, abogados de los ricos, jueces injustos contra los indigentes, en todo pecadores.

¡Hijo mío mantente lejos de todos estos pecados!


PRECEPTOS Y CONSEJOS


( VI )


(1) Vigila para que nadie te aparte del camino de la justicia ([10]), pues quien lo hiciera te enseñaría fuera de Dios.

(2) Si puedes llevar todo el yugo del Señor, serás perfecto; pero si no puedes con todo, haz entonces lo que puedas.


(3) En cuanto a la comida, come lo que quieras, pero guárdate absolutamente de consumir comida sacrificada a los ídolos ([11]), pues ello significaría rendir culto a dioses muertos ([12]).


EL BAUTISMO


( VII )


a) Forma


(1) Respecto al bautismo, bautizad de esta manera: en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, en agua viva ([13]).


b) Materia


(2) Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua; si no puedes hacerlo con agua fría, hazlo con agua caliente.


(3) Si no tuvieras una ni otra, derrama tres veces agua en la cabeza[14] en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


c) Preparación


(4) Antes del bautismo, que el bautizante y el bautizado ayunen, y que también lo hagan quienes puedan. No obstante, es obligatorio que el bautizado ayune uno o dos días antes ([15]).


EL AYUNO CRISTIANO

( VIII )

(1) No ayunéis a la vez que lo hacen los hipócritas, pues éstos ayunan el segundo y el quinto día de la semana. Vosotros, en cambio, ayunad el cuarto día de la semana y la víspera del sábado ([16]).


LA ORACIÓN CRISTIANA


(2) Tampoco recéis como lo hacen los hipócritas, sino hacedlo tal y como el Señor lo ordenó en su Evangelio. Orad así:


"Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos ([17])”


(3) Rezad esta oración tres veces al día[18].


LA EUCARISTÍA

(IX)

a) Antecomunión


(1) Respecto a la comunión, daréis gracias de esta manera:

(2) Primeramente, sobre el cáliz:


“Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David, tu siervo, la que nos diste a conocer por medio de tu Hijo Jesús.

A ti sea la gloria por los siglos.”


(3) Luego, sobre el pan fragmentado:


“Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos manifestaste por medio de tu Hijo Jesús. A ti sea la gloria por los siglos”.


b) Oración por la Iglesia


(4) “Tal como este pan fragmentado estaba disperso sobre los montes y reuniéndose se hizo uno, así sea reunida también tu Iglesia desde los confines de la tierra en tu Reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente”.


c) “No deis lo santo a los perros


(5) Que nadie coma ni beba de vuestra eucaristía. Solamente los bautizados en el nombre del Señor, pues acerca de ello dijo el Señor: “No deis lo santo a los perros” ([19]).


d) Postcomunión

( X )

(1) Después de saciaros, daréis gracias así:

(2) “Te damos gracias, Padre santo, por tu santo Nombre, porque pusiste tu tabernáculo como morada en nuestros corazones, y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos diste a conocer por medio de tu Hijo. A ti sea la gloria por los siglos”.

(3) “Tú, Señor omnipotente, creaste todas las cosas por amor a tu nombre, y diste a los hombres comida y bebida para su disfrute. Y a nosotros nos hiciste gracia de comida y bebida espiritual y de vida eterna por medio de tu Hijo”.

(4) “Ante todo, te damos gracias porque eres poderoso. A ti sea la gloria por los siglos”.


e) Oración por la Iglesia


(5) “Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y perfeccionarla en tu amor, reúnela, santificada, desde todos los lugares ([20]) en el reino que le has preparado. Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos”.


f) Anhelo del Señor


(6) “¡Que venga la gracia y que pase este mundo! ¡Amén! ¡Hosannah al Dios de David! El que sea santo, que venga. El que no lo sea, que cambie su corazón. Maran Atha ([21]). Amén”.

g) Los profetas


(7) Permitid a los profetas que den gracias conforme a su voluntad.


LA UNCIÓN


Respecto al óleo de la unción, daréis gracias de esta manera:


“Te damos gracias, Padre nuestro, por el óleo de la unción, que tu nos manifestaste por medio de tu Hijo Jesucristo. A ti sea la gloria por los siglos”


APÓSTOLES Y PROFETAS


a) Fidelidad a la doctrina


( XI )

(1) Si alguien os visitara y os enseñara todo lo anteriormente dicho, acogedlo.

(2) Pero si el doctor ([22]) se desvía y os enseña otra doctrina diferente que os conduzca a la ruina, no lo escuchéis. Si os enseña, en cambio, en aras del aumento de vuestra justicia y conocimiento del Señor, recibirlo como si se tratase del Señor mismo.


b) El apóstol itinerante


(3) Con relación a los apóstoles y profetas, actuar según el precepto del Evangelio.

(4) Que todo apóstol que os visite sea acogido como se acogería al Señor.

(5) No obstante, no podrá quedarse más de un solo día. Dos días todo lo más. Si permaneciese durante tres días, se trata de un falso profeta.


(6) Cuando el apóstol se marche, que no reciba nada, únicamente el pan que necesite durante su camino. Si os pide dinero, es un falso profeta[23].


c) No juzgar al profeta


(7) No tentéis ni juzguéis a ningún profeta que hable en el Espíritu, porque todo pecado será perdonado menos este ([24]).

(8) Ahora bien, no todo el que habla en el Espíritu es un profeta, excepto si viven como el Señor. Así pues, por su conducta distinguiréis al verdadero del falso profeta ([25]).


d) Otros signos de discernimiento

(9) Todo profeta que bajo la acción del Espíritu ordene servir una mesa, no debe comer de ella. Si lo hace es un falso profeta.

(10) Igualmente, todo profeta que enseña la verdad, si no la practica, es un falso profeta.

(11) Sin embargo, todo profeta probado como auténtico que se dedique al misterio mundano de la Iglesia, de no enseñaros a hacer lo que él hace, no será juzgado por vosotros, pues Dios ya lo juzgará. Así, en efecto, sucedía también en la época de los antiguos profetas.


(12) Aquél que bajo inspiración diga: “dadme dinero” o cualquier otro bien, no lo escuchéis. Sin embargo, si no pide para él sino para otros necesitados, que nadie lo juzgue.


PEREGRINOS Y VAGOS

( XII )

(1) Recibid bien a todo el que llega a vosotros en el nombre del Señor. Después de examinarlo lo conoceréis, ya que podréis discernir la mano derecha de la izquierda.

(2) Al viajero socorredle en lo que podáis; pero no ha de permanecer entre vosotros más de dos días o, en caso de necesidad, hasta tres días.

(3) Si deseara establecerse entre vosotros y tiene un oficio, que trabaje y que de su labor se alimente.

(4) Pero si no tuviera oficio, proveed conforme a vuestra prudencia, de modo que no viva entre vosotros ningún cristiano ocioso.

(5) En el caso de que se niegue, es un traficante de Cristo. Guardaos contra tales personas,



SUSTENTO DE PROFETAS Y MAESTROS


( XIII )


(1) Todo profeta verdadero que quiera establecerse con vosotros merece su sustento ([26]).

(2) Igualmente, un verdadero doctor merece también, como el trabajador, su sustento.

(3) De manera que tomarás toda primicia de los productos del lagar y de la era, de los bueyes y de las ovejas, y se lo darás como primicias a los profetas, pues ellos son vuestros sumos sacerdotes.

(4) Y si no tuvieseis profetas, dadlo a los pobres.

(5) Cuando prepares tu pan, toma las primicias y distribúyelas conforme al mandamiento.

(6) Igualmente, cuando abras una jarra de vino o de aceite, toma las primicias y dalas a los profetas.

(7) Toma de tu dinero, de tus vestidos y de tus bienes las primicias, según te pareciere, y dalas conforme al mandamiento.


LA CELEBRACIÓN DEL DÍA DEL SEÑOR


( XIV )


(1) Reuníos el día del Señor ([27]). Romped el pan ([28]) y dad gracias, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro.

(2) Quien tuviera alguna disputa contra algún compañero que no se junte con vosotros mientras no se haya reconciliado ([29]), a fin de que vuestro sacrificio no se vea profanado ([30]).

(3) Porque éste es el sacrificio del que dijo el Señor: "Pues desde el sol Levante hasta el poniente, grande es mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura. Pues grande es mi Nombre entre las naciones dice Yahvé Sebaoth” ([31])


ELECCIÓN DE OBISPOS Y DIÁCONOS


( XV )


(1) Elegíos obispos y diáconos dignos del Señor[32], que sean hombres mansos, desinteresados, verdaderos y probados, porque ellos también os administrarán el ministerio de los profetas y los doctores / maestros ([33]).

(2) No los despreciéis, y que ellos sean, juntamente con los profetas y los doctores / maestros, los más respetados.


LA CORRECCIÓN FRATERNA


(3) Reprendeos los unos a los otros, no con ira, sino con paz, como dice el Evangelio. Que nadie hable al ofensor del prójimo hasta que se arrepienta.

EL EVANGELIO, NORMA DE VIDA


(4) En relación con vuestras oraciones, vuestras limosnas y demás acciones, haced como os señala el Evangelio de nuestro Señor.


EL FIN DE LOS TIEMPOS

( XVI )


a) Vigilancia

(1) Vigilad vuestra vida. No dejéis que se apaguen vuestras linternas ni se desciñan vuestros lomos, sino estad preparados, porque no sabéis la hora en que vendrá vuestro Señor ([34]).

(2) Reuníos con frecuencia, buscando lo que convenga a vuestras almas. Porque todo el tiempo de vuestra fe no os servirá de nada si en la última hora no sois perfectos.


b) Preludios del fin


(3) En los últimos tiempos, los falsos profetas y los corruptores se multiplicarán. Las ovejas se convertirán en lobos, y el amor se cambiará en odio.

(4) Creciendo la iniquidad y el libertinaje, los hombres se detestarán los unos a los otros, se perseguirán y se traicionarán ([35]). Entonces aparecerá el engañador del mundo, fingiendo ser el Hijo de Dios. Producirá signos y prodigios ([36]) y se entregará la tierra en sus manos, y cometerá los crímenes más horribles jamás vistos desde el principio de los siglos ([37]).


(5) Entonces, la creación humana entrará en el fuego de la prueba y muchos, tropezando, perecerán ([38]). Mas los que perseveren en la fe serán salvos por el mismo que fue maldecido ([39]).


LA VENIDA DEL SEÑOR


(6) Y entonces aparecerán los signos de la verdad. Primer signo: la apertura del cielo. Segundo signo: el sonido de la trompeta ([40]). Y el tercer signo: la resurrección de los muertos.


(7) Pero no de todos, sino como se dijo: “El Señor vendrá y todos los santos con Él. Entonces el mundo verá al Señor venir sobre las nubes del cielo ([41])”.



 


[1] Literalmente: “noche y día” conceptos que en el contexto que nos ocupa significan permanencia. [2] Los “Santos” aquí mentados no son otros que los cristianos y cristianas que habían recibido el bautismo y por lo tanto formaban parte de la comunidad cristiana, en un principio reunida en casas de particulares, de ahí que también reciban el nombre de “comunidades domésticas”. Dado que se trataba de nuevos nacidos tras un período largo de catecumenado que podía durar hasta cuatro años, los santos eran admirados y sus consejos muy escuchados y practicados, siendo por lo tanto muy frecuentados y considerados como verdaderos guías espirituales por parte de los menos experimentados en la fe. [3] Dt 16, 19; Pr 28, 21; Ml 2, 9; Rm 2, 11; St 2, 9 [4] Dt 12, 32 [5] Literalmente: “No alejarás / levantarás tu mano de sobre tu hijo o tu hija”. Se trata de un hebraísmo difícilmente traducible al griego y todavía de más compleja traducción castellana o al resto de lenguas latinas. Alejar la mano o levantarla no posee un sentido fisicista sino de protección, de atención o de cuidado en orden a la enseñanza constante del temor de Dios hacia los hijos (as). [6] Ef 6, 5 [7] Dt 4, 2 [8] La confesión de los pecados “in medium ecclesiae” no puede desgajarse de la práctica común de los fieles en las primeras comunidades eclesiásticas. Las diferentes iglesias cristianas históricas, a pesar de haber adoptado diferentes posicionamientos interpretativos, han sido siempre muy respetuosas ante el texto bíblico de Sant 5, 16, cuya tradición probablemente oral es compartida por la “Didaché”. Mientras la versión protestante Reina-Valera de 1960 traduce el texto bíblico como sigue: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”, La versión católica de Jerusalén reza: “Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder”. La traducción más exacta es indudablemente la segunda pues la palabra griega “amartías”, consignada por la epístola de Santiago, es efectiva y literalmente el plural de pecado. Mientras el catolicismo apostólico romano ha conservado la confesión de los pecados - por bíblica - como un sacramento, la mayoría de las confesiones protestantes y la Iglesia anglicana no lo han hecho, si bien, como se dijo, muchas iglesias cristianas históricas, a pesar de no elevarlo al orden sacramental, lo consideran a efectos prácticos una acción santificante, lo que no dista en demasía de ser de hecho un “sacramentum” ... [9] Rm 1, 29 - 30; Cl 3, 8. [10] Mt 24, 4 [11] Ac 21, 25 [12] 1 Co 8 - 13 [13] Se entiende por “agua viva” agua no estancada, sino corriente. El hecho se orienta hacia el nuevo nacimiento, la acción vivificante que significa el bautismo. [14] La inmersión vivificante que apunta a la resurrección debe ser trinitaria. Aquí no se excluye el bautismo por aspersión. Pero el contexto anterior aconseja la inmersión completa del catecúmeno en agua viva. No estaría de más que la Iglesia Universal recordase esta tan simbólica y fundante tradición. El elemento sustantivo fundamental es efectivamente el bautismo trinitario. El formal o adjetivo es la inmersión, que es precisamente a lo que apunta la palabra bautismo. [15] San Justino Mártir en su Apología (61) hace mención también a la necesidad de ayuno personal del bautizado aunado al ayuno comunitario y al bautismo con agua viva igualmente de carácter trinitario. [16] A saber: los días miércoles (cuarto) y viernes (sexto). Este último día siempre antes de la puesta de sol, es decir, antes del sábado guardado por los judíos, dado que los judíos cuentan los días de puesta a puesta de sol. Los cristianos ayunaban en consecuencia por oposición a los días de ayuno practicados por los judíos. Nótese que en el mismo verso se los califica de “hipócritas”, así como también en el verso siguiente. Es importante no perder la perspectiva histórica, la cual informa que nos hallamos todavía en una época muy antigua del cristianismo primitivo durante la cual la polémica entre judíos y cristianos arrecia. [17] Mt 6, 9 - 13; Lc 11, 2 - 4 [18] En alusión a la Trinidad. No se trata empero de una prescripción, sino más bien de un consejo que orienta hacia la completud, léase ella como un horizonte práctico que nunca será alcanzado. Su sentido profundo orienta hacia el hecho de orar cuanto más, mejor. [19] Mt 7, 6 [20] Literalmente: “de los cuatro vientos”, significando la totalidad dónde este sopla, es decir, todo lugar existente en la Tierra. [21] Se trata de una palabra de origen arameo que puede traducirse de diferentes maneras, la más común y conocida: “el Señor viene”. En el griego de la “Didaché”: “μαραναθα” (maranata). La palabra está consignada en el Nuevo Testamento - de hecho, en la Biblia entera - una única vez, y ello en forma de anatema hacia todos aquellos que no amen al Señor Jesucristo (1 Cor 16, 22). Antedicha expresión se orientaba hacia la Parusía y constituía un modo frecuente de saludo entre los miembros de la Iglesia primitiva, especialmente en medio judeo cristiano. Muchas comunidades cristianas de corte neo evangélico continúan utilizando antedicha expresión a título de saludo fraterno y en sus oraciones. [22] También: “maestro” [23] Dado que los ministerios itinerantes carismáticos se consideraban en la Iglesia primitiva de más viso que los estáticos, eran por ella muy bien recibidos en sus idas y venidas predicantes. Desgraciadamente, llegó a convertirse en circunstancia relativamente frecuente que se produjeran, en el seno de las comunidades, grandes abusos por mor de la itinerancia misma. En efecto, muchos “falsos profetas” alargaban su estancia en las comunidades cebándose de este modo en el patrimonio de la membresía bien intencionada que los acogía. Así, alargaban su estadío injustificadamente durante mucho tiempo en los hogares de los feligreses llegando en muchas ocasiones a ni siquiera predicar, aduciendo que la inspiración no les había todavía tocado. Por esta razón el didaquista advierte que los apóstoles itinerantes, de ser realmente tales, no deben permanecer en la comunidad bajo ningún concepto durante más de tres días, pues, de lo contrario, ello debía ser interpretado como un abuso. Además, su predicación y ulterior partida nunca debía ser remunerada, ni el predicador tenía derecho a exigir una contraprestación por su actividad, excepto si se tratase de una colecta para los menesterosos, como señala el verso 12. Para un desarrollo más completo de esta problemática puede verse de nuestra autoría: “Los ministerios eclesiales en los orígenes cristianos: el caso prototípico de la Didaché”, en la Revista Digital Anglicana “La Luz”, 26 de julio de 2018. [24] Mt 12, 31 [25] Mt 7, 16; 1 Jn 4, 1; El Pastor de Hermas, Mandamientos 11, 7. [26] 1 Co 9, 13 - 14 [27] Clara referencia al día de la liturgia cristiana por excelencia: el primer día de la semana judía o domingo, momento durante el cuál, en memoria de la resurrección de Cristo y de la salvación del mundo recreado, se reunían los cristianos para celebrar la anamnesis eucarística. De ello testimonia ya el Nuevo Testamento en la fracción del pan realizada por san Pablo en Tróada (Ac 20, 7 ss). Antedichas reuniones eucarísticas se tenían primero en casas particulares, acompañadas de un ágape o comida fraterna, también denominadas comunidades domésticas, y después en pequeñas iglesias. La expresión “el día del Señor” aparece también en el Nuevo Testamento, concretamente en Ap 1, 10. A la vez, continuando la tradición neotestamentaria y paralelamente a ella, antedicha dicción designa el domingo de manera profusa y constante en el seno de la literatura patrística de todas las épocas. [28] Señala el rompimiento o la fracción del pan en la acción litúrgica de la eucaristía para su ulterior distribución e ingestión entre los fieles reunidos. [29] Mt 5, 23 - 25. [30] Mt 5, 23 - 24 [31] Ml 1, 11. [32] Durante el primer milenio cristiano los ministerios “del orden” o de dirección de la comunidad eran elegidos por la comunidad misma. No eran un privilegio reservado a los ordenados. Ello sería impensable y traicionaría tanto el espíritu evangélico como el sentido de la tradición. Se trata de un aspecto importante pues si la tradición aludida exige siempre la participación de la comunidad en los asuntos directrices de la Iglesia, la sacramentalización ministerial debiera incluir siempre la voluntad de las comunidades eclesiásticas. [33] Es la misma dirección a la que orientan los textos de 1 Tm 3, 2 - 7 y Tit 1, 5 - 9 [34] Mt 24, 42. 44; Lc 12, 35 [35] Mt 7, 15; 24, 10. [36] Mt 24, 24. [37] 2 Ts 2, 3 - 12 [38] Mt 24, 10 [39] Mt 10, 22; 24, 13 [40] Mt 24, 31 [41] Mt 24, 30 - 31; 1 Co 15, 52; 1 Ts 4, 16





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