Fe cristiana y obra narrativa de C.S. Lewis
[1]1. La centralidad existencial de la fe cristiana en C.S. Lewis.
C.S. Lewis nace a finales del siglo XIX (1898) en Irlanda del Norte (Belfast) en el seno de una familia de clase media acomodada y es bautizado en la Iglesia Episcopal de Irlanda. Estudia en colegios tradicionales y bajo el sistema de tutorías. En la adolescencia asume que es ateo, la recuperación de la fe cristiana en su madurez (32 años), fue un cambio existencial en su vida y en su obra.
Relata su proceso de conversión en su libro “Sorprendido por la Alegría”, en la que confiesa que toda su vida había estado marcada por una búsqueda de sentido y que su conversión al cristianismo se manifestó como un descubrimiento de la Alegría (Joy). Una paradógica alegría que es al mismo tiempo nostalgia y deseo de algo perdido, que Lewis define como la vivencia de un deseo no satisfecho que es mayor que cualquier satisfacción.
Con sus estudios de literatura y filosofía accedió a la condición de profesor de Literatura Medieval en Oxford y en Cambridge, pero su fama y notoriedad se construyó por su proyección como apologista del cristianismo y por su obra literaria.
Su conversión le empuja a un activismo en defensa de la antropología cristiana. Fueron famosos sus programas de radio en la BBC, su novela epistolar, publicada en la prensa, Cartas del diablo a su sobrino[2], o sus ensayos Simplemente Cristianismo, La Abolición del Hombre…, La película “Tierras de penumbra” dirigida por Richard Attenborough con guión de William Nicholson basado en el libro de C.S. Lewis Una pena observada e interpretada magistralmente por Anthony Hopkins refleja muy bien la intensa personalidad de Lewis y muestra cómo vivió su fe religiosa no sólo en la intimidad de su vida privada sino que también fue un correoso apologista y publicista de sus convicciones.
A la vista de ese cristianismo militante se puede entender que su actividad literaria no quedara al margen de esa pasión apologética.
Las dos obras específicamente narrativas de Lewis son “Las Crónicas de Narnia”; y la “Trilogía cósmica”, siendo más exitosa y conocida la primera.
La formación literaria y filosófica de Lewis, su sensibilidad estética y su conocimiento profundo de la literatura clásica y medieval ya prefiguran de alguna manera su visión narrativa del Logos o sentido cristiano, en base a tres convicciones filosóficas previas:
—El sentido natural del Bien y del Mal.
—La experiencia de lo numinoso,[3][4] (Rudolf Otto) es decir la convicción de que tras la apariencia de lo común y ordinario late una realidad llena de misterio y majestad, pavorosa y fascinante que nos atrae y nos asusta al mismo tiempo y que puede vislumbrarse en ciertos momentos y condiciones de la existencia. Algo parecido a lo que en ocasiones nos provoca la contemplación de la Belleza (la música de Bach...) , o algunos espectáculos de la Naturaleza o del Cosmos. (Kant) [5]
—Reivindicación de lo mitológico como una aproximación primitiva al sentimiento de lo numinoso.
Lewis defendió que en la gestación de las Crónicas de Narnia visualizó primero las imágenes y los personajes de la historia, y sólo después empezó a conectar los paralelismos con su propia religiosidad, pero lo cierto modo es que el resultado final está cargado de resonancias cristianas.
En el El león, la bruja y el armario, el segundo libro de la saga se definen los rasgos esenciales de Aslan el León, que representa la majestad y el poder, pero al mismo tiempo la entrega y el sacrificio. Este relato es el que trasluce en su lógica narrativa y en el mensaje moral y espiritual que desarrolla, más consistentemente, su carácter cristiano pero ese carácter pervade todas Crónicas de Narnia ya que Aslan y la relación con él, es el hilo conductor de todas ellas.
En las Crónicas también actúan seres humanos, (Hijos de Adán) provenientes de la Inglaterra contemporánea que viven en una realidad ordinaria, aunque el país se encuentra en plena II Guerra Mundial. El Mundo de Narnia es un mundo extraordinario, poblado de seres mitológicos, de animales hablantes, de reinas brujas, es un mundo numinoso donde se vive un conflicto cósmico entre las fuerzas morales del Bien y del Mal, ese mundo está junto a nosotros y es paralelo al mundo de nuestra cotidianeidad. En la historia que cuenta Lewis se accede a ese transmundo a través de unas puertas familiares y comunes como pueden ser las puertas de un armario ropero.
Esta interconexión entre el mundo de Narnia y la realidad ordinaria tiene, a mi juicio, un significado cristiano, ya que la idea cristiana de un Logos encarnado en la condición humana ( Juan I,1) conlleva implícita la convicción que en nuestra realidad existencial conviven interrelacionadas, tanto una realidad natural como una realidad sobrenatural o trascendente. Pero al igual que en la cosmovisión cristiana las fuerzas morales y espirituales que luchan en el mundo de lo trascendente están también presentes, de un modo más velado, en el mundo de la cotidianeidad. [7]
La idea de lo numinoso, (lo tremendum) que según el teólogo Rudolf Otto, conforma la base existencial de toda experiencia religiosa está constantemente presente en las Crónicas de Narnia, en la concepción de sus personajes, en su lenguaje, sus símbolos y se deja traslucir en muchas de sus imágenes narrativas. Son imágenes naturales elevadas a un rango de significación trascendental. La primera de ellas y la más crística es precisamente la de Aslan, el León.
El león asociado mitológicamente a la Majestad de los Reyes, a la ferocidad de su rugido, a su fuerza depredadora…, ha sido utilizado en la tradición cristiana para referirse al salvador escatológico, el Cristo, el Mesías, el “León de la tribu de Judá” [14]. En las Crónicas de Narnia, Lewis hace uso de algunas expresiones para referirse al León que resuenan bíblicamente y se aproximan a ese “temor y temblor” ante la presencia de Dios del que habla Lutero:
—“...Si hay alguien que pueda presentarse ante Aslan sin que le tiemblen las rodillas, o es más valiente que nadie en el mundo, o es simplemente un tonto”. Libro I, p. 65 —“Vosotros no me habríais llamado a mí si yo no hubiera estado llamándoos a vosotros- dijo el León. Libro V, p. 115.4
—Entonces, ¿tú eres Alguien, señor? —preguntó Jill.
El León se presenta en la historia de cada uno de los protagonistas, distintos en cada relato; es una presencia personal en cada una de sus vidas. Y la reacción de cada uno de los personajes ante esa presencia tiene algunos elementos comunes: por un lado provoca una sensación de temor y por otra parte un sentimiento de atracción fascinada y de confianza.
La experiencia del encuentro con Aslan, es insegura, no es concreta y determinada, pero tiene un valor íntimo y existencial, eso evocan las reflexiones íntimas de los personajes que se encuentran con él:
“Shasta se sintió tranquilizado por su aliento, de modo que le contó que jamás había conocido a su verdadero padre o madre y que había sido criado con gran severidad por el pescador. Y después relató la historia de su huida y contó como habían sido atacados por leones y obligados a nadar para salvar sus vidas; y todos los peligros en Tashbaan [9]y la noche que pasó en medio de las tumbas y como las bestias aullaban en el desierto...
-Yo no te llamaría desdichado- dijo la voz potente...
-Yo era el León que te obligó a juntarte con Aravis. Yo era el gato que te consoló en medio de las casas de la muerte. Yo cortaba el aliento al pensar en el peso capaz de dejar una marca como esa”. Cf. Libro V, p. 134.
“Yo era el León que ahuyentó a los chacales mientras tú dormías. Yo era el León que dio a los caballos renovadas fuerzas sacadas del miedo para los últimos metros que faltaban, a fin de que tú pudieras alcanzar al rey Lune a tiempo. Y yo era el León, que tú no recuerdas, que empujó el bote en que yacías, un niño próximo a morir, para que llegase a la playa donde estaba sentado un hombre, insomne a la medianoche que debía recibirte”
“ —¿Quién eres tú?
—Yo mismo -dijo la voz, en tono profundo y bajo que hizo estremecer la tierra; y repitió- :Yo mismo -fuerte y claro y con alegría; y luego por tercera vez-: Yo mismo -susurro tan suavemente que apenas podías escucharlo, y aún así el susurro parecía salir de todas partes a tu alrededor como si las hojas susurraran con él.
Shasta no volvió a temer que la voz perteneciera a algo que pudiera comérselo, ni que fuera la voz de un espectro. Pero lo recorrió una nueva y diferente clase de temblor. [10]
Es decir, el encuentro con el León, es ambiguo y el personaje puede rechazar su presencia como imaginaria, o bien puede darle un valor existencial decisivo. ¿No se parece esto a la experiencia cristiana de Lewis?
Curiosamente el país de Aslan [11] es muy distinto de Narnia. Los narnianos piensan que proviene de “más allá del mar”; pero el León ha participado en la creación de Narnia, antes de todo tiempo, y no sólo en la creación de Narnia, sino también en la de todos los mundos; incluso desde la Inglaterra natal de los personajes humanos hay un camino para llegar a Aslan y su país. Aslan abarca todos los mundos. Aslan se deja ver cuando lo considera más necesario, Aslan trasciende la naturaleza y la historia.
Las Crónicas[12] se desarrollan en siete libros, cada uno de los cuales está compuesto por diversos capítulos, y en cada relato hay muchos personajes cada cual con su propia historia, y dicha historia se conecta de una manera o de otra con la presencia del León supra histórico; paradójicamente, sólo esta presencia es capaz de unificar todos los sucesos.
3.- La experiencia personal
La presencia de Aslan, el león, se personaliza de manera singular en cada uno de los personajes. Esa relación con el León podría contener elementos fácilmente asimilables a los de alguna religión natural, o mitología fantástica o de raíces paganas de tipo greco-romano pero hay algo diferencial: la relación personal, no sólo simbólica.
El León reviste características personales, y no sólo de una mera antropomorfización del personaje, sino de lo más claramente personal; la gratuidad, el compromiso, el sacrificio.
Aslan el león muestra las facetas, de algo divino, pero no es un simple dios olímpico y sobrehumano, sino, que al modo de Cristo es también personal, siente y sufre como un ser humano.
Las Crónicas de Narnia funden estas dimensiones de lo divino y de lo humano, en la experiencia del León, a saber:
“El León, cuyos ojos nunca pestañeaban, miraba fijamente a los animales, con tanta fuerza como si fuera a quemarlos con una sola mirada ...El León abrió la boca pero de ella no salió sonido alguno; estaba exhalando su aliento, un aliento prolongado, cálido, que aprecia mecer a todas las bestias...Entonces hubo un veloz destello, como de fuego (pero no quemo a nadie) que podría haber surgido del cielo o del mismo León, ... y la voz más profunda y salvaje que hubiesen escuchado jamás dijo:
-Narnia, Narnia, Narnia, despierta. Ama . Piensa. Habla. Sed árboles que caminan. Sed bestias que hablan. Sed aguas divinas...
-Criaturas, les doy su propio ser -dijo la voz fuerte y alegre de Aslan-. Les doy para siempre esta tierra de Narnia. Les doy los bosques, las frutas, los ríos. Les doy las estrellas y les doy a mí mismo. También las bestias mudas a quienes no he escogido, son de ustedes. Trátenlas con ternura y quiéranlas, pero no vuelvan a adoptar sus hábitos o en castigo dejarán de ser bestias que hablan. Pues de ellas provienen ustedes y a ellas pueden retornar. No lo hagan” .
4.- Libertad y compromiso.
Aslan, el León es trascendental pero también semejante a mí mismo y me invita a relacionarme y a interactuar con Él. Así se aprecia en la libertad con la que actúan los personajes y en la reciprocidad que se espera de ellos; a cada cual le es ofrecido un papel en la historia, pero cada cual construye su propio papel, la fascinación del encuentro, no anula la libertad de cada cual, sino que la asume con su propia libertad, ya que la relación entre personas tiene esta exigencia. Aslan el León llama y prepara los acontecimientos para motivar una respuesta; pero la decisión es siempre personal. El León elige a cada personaje; pero a la vez cada cual elige al León.
En las Crónicas destacan las facetas más importantes del León-persona; el involucrarse con los personajes, la gratuidad, el compromiso y el sacrificio. El León aparece como alguien absolutamente interesado por cada uno de los personajes con que trata y fundamentalmente orientado hacia ellos, pero no es una voluntad aplastante. Su amistad es interesada y gratuita al mismo tiempo.
5.-Conclusiones
Toda la obra narrativa Lewis, no sólo las Crónicas de Narnia, propone una antropología ética, con un marcado componente épico, una contemplación numinosa de la realidad que no se refiere sólo a lo dado, cotidiano y visible sino que se orienta hacia una transcendencia.
Lewis en las Crónicas cuenta una historia, usa de un lenguaje narrativo y simbólico, no se trata de un discurso especulativo. Hace literatura. Ni siquiera se detiene a tratar de validar o justificar su narración. Simplemente la cuenta; pero eso que cuenta viene a decir: hay un sentido, y ese sentido se manifiesta en un ser como Aslan el León, con el que de una manera o de otra los personajes se han encontrado.
En su novela Lewis en ningún momento habla de Dios; tampoco entra en argumentos filosóficos o teológicos, no hace apologética ni catecismo, hace literatura, cuenta una historia en la que sin embargo hay una aroma indudable de cristianismo. Sin embargo analizada su narrativa a la luz de lo que el filósofo y cristiano Andrés Ortiz-Osés ha definido como hermenéutica simbólica en su obra Razón y Sentido.
Lewis cuenta una historia. Pero esa historia se puede entender como una parábola.
En su obra biográfica, "Sorprendido por la alegría" Lewis al narrar su experiencia de conversión alude a un proceso que replica categorías planteadas por Kierkegaard sobre los tres niveles de relación o vinculación religiosa. El primero de ellos es el nivel estético que se manifiesta en la sensibilidad ante la belleza física o moral; el segundo el nivel ético que se materializa en ciertas convicciones y valores; por último, el nivel propiamente religioso que se verifica en la interioridad que nos conecta con algo misterioso y fascinante (lo numinoso).
Esos mismos tres niveles se sugieren en Las Crónicas de Narnia.
Lewis reivindica el valor cognoscitivo de la metáfora para desvelar ciertas verdades, así dice. [13]: “Pero sería un grave error pensar que la metáfora es algo opcional que los poetas y oradores usan como un recurso decorativo y que el sencillo interlocutor puede prescindir de ellas. La verdad es que si tenemos que hablar de cosas no perceptibles por los sentidos, estamos forzados a usar un lenguaje metafórico... Este estudio podría llenar toda la vida, pero ahora me conformo con una nueva afirmación: Toda exposición de cosas supersensoriales es y tiene que ser metafórica en el más alto grado” ( Los milagros)
Las Crónicas, aparecen como un ejercicio literario sobre los límites del lenguaje, de modo que si ahondamos en su significado moral podrían interpretarse como teodicea. Una teodicea explicada narrativamente..
A fin de cuentas somos seres narrativos.
Las crónicas muestran una experiencia narrativa de lo sagrado, comparable a ciertos relatos bíblicos: al libro del Génesis, sobre todo en la Creación y en el Éxodo.
Al final de su lectura, la experiencia de los personajes resonará o no en el lector, dependiendo de la presencia o ausencia previa de un vislumbre de tal experiencia en la historia personal de cada lector.
NOTAS:
[1] Referencia fundamental, en la selección de las citas analizadas de la obra de Lewis, ha sido el trabajo de Adrián Salinas Araya: La imagen narrativa de Dios en C. S. Lewis, una lectura de “Las crónicas de Narnia”. Publicado en Boletín de Filosofía, N° 10, UCSH, Santiago de Chile, 1999. P. 261-278. [2] https://en.wikipedia.org/wiki/The_Screwtape_Letters [3] Lo Santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios. Rudolf Otto. [4] https://es.wikipedia.org/wiki/Rudolf_Otto [5] Lo numinoso sería ese sentimiento que Lutero llamaría el temor y temblor de lo sagrado. [6] La simbología cristiana en Las Crónicas de Narnia ha sido largamente aceptada por expertos y críticos tanto agnósticos como religiosos, aunque con conclusiones controvertidas. *El león, la bruja y el armario* sería el relato más cristiano de las Crónicas por la metáfora entre la muerte de Aslan y la muerte y resurrección de Jesucristo [7]Otto escribe: La sensación (de lo numinoso) puede llegar repentinamente como una suave marea que permea la mente con un ánimo tranquilo o de profunda adoración. Puede pasar hacia una actitud más estable y duradera del alma, continuando como un estremecimiento vibrante y resonante, hasta que finalmente se desvanece y el alma retoma su modo de experiencia cotidiana no-religiosa o profana... Tiene sus antecedentes y manifestaciones tempranas crudas y bárbaras, y luego puede de nuevo desarrollarse en algo bellísimo y puro y glorioso. Puede convertirse en la humildad silenciosa, temblorosa y muda de la criatura en presencia de -¿qué o quién? En la presencia de aquello que es un misterio inexpresable que está en lo alto más allá de las criaturas. [8] Esta respuesta del Yo soy, evoca, a mi juicio, claramente la definición del Dios de la Biblia en la Zarza Ardiente: «Yo soy el que es» o «Yo soy el que soy» o también «Yo soy el que Yo soy». [9] https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Lugares_y_monumentos_de_Las_cr%C3%B3nicas_de_Narnia#Tashbaan [10] Cf. Libro V, pp. 130-131. [11] https://es.wikipedia.org/wiki/Pa%C3%ADs_de_Aslan [12] Crónicas, es también uno de los libros de La Biblia. [13] Los Milagros.
[14] La tradición cristiana utiliza el término de "León de Judá" para representar a Jesús de Nazaret, en tanto éste era integrante de la Tribu de Judá y en el Nuevo Testamento se le menciona como "pertenieciente a la tribu de David".Similar expresión se emplea en el libro del Apocalipsis para designar a Jesús: "Entonces uno de los ancianos me dijo: «No llores, porque el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos."
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