El imperativo herético (Peter Berger), por Javier Otaola
[Expulsión del Templo de cambistas y mercaderes. Caravaggio]
El término herejía ha sido utilizado siempre con la peor de las intenciones y está cargado de connotaciones negativas, sin embargo, quiero desvelar el valor moral y espiritual que tiene la herejía [1]y descubrir el mandato herético que, a mi juicio, subyace en la vida y mensaje del mismo Cristo.
Quizá podría pensarse que, entre nosotros, en sociedades tan secularizadas prestar atención a esta cuestión de la herejía es un entretenimiento ocioso, sin embargo, soy de la opinión de que la tradición religiosa de Occidente es el sustrato de nuestra tradición jurídica, política y filosófica y tenerlo en cuenta es tener en cuenta nuestras raíces.
El concepto de herejía es, intelectual y espiritualmente, esencial para entender el curso de nuestra historia, tanto religiosa como secular, y no podemos pasar por alto el hecho de que nuestra raíz cristiana está sostenida sobre un constante ejercicio de lo que el teólogo-sociólogo Peter Berger llama el imperativo herético [2] , imperativo que funda la posibilidad misma de la afirmación religiosa en la modernidad y la postmodernidad por cuanto que la proclamación de la fe como acceso al fondo de nuestro ser, es ella misma una herejía en nuestro Mundo secularizado. Como es sabido el término herejía trae su raíz y su significado de la palabra griega hairesis (αιρεσις), que significa «elegida» (cosa)/ «elección». No es de extrañar, por lo tanto, que, en las sociedades tradicionalistas, estrictamente monolíticas, en las que la unanimidad es condición indispensable de la paz social, en las que cualquier diferencia es sospechosa de traición, de soberbia o desafío, la herejía sea asimilada prácticamente a la rebelión. La herejía como categoría condenatoria tiene su origen en el mundo religioso y en las luchas jerárquicas en torno a cualquier «verdad» definida dogmáticamente ya sean verdades políticas o religiosas.
Podemos trasladar el concepto de «hereje» a todas aquellas situaciones sociales en las que se impone coactivamente a la conciencia individual un pensamiento único y forzoso. Hemos pasado por alto que el propio mensaje de Cristo es herético en múltiples y radicales aspectos respecto de la interpretación sacerdotal de la Tanaj: Cristo se confrontó con la ortodoxia de la religión judía, una religión del Templo, administrada por una casta de sacerdotes y doctores de la Ley, con sus propios dogmas según las cuales el Mesías-Rey esperado no podría ser un simple carpintero, vecino de Nazaret acompañado de unos ignorantes pescadores y de algunas mujeres de mala fama, sino que tenía que ser alguien con mejores referencias. Cristo – el Logos— se mostró como un hereje desafiando esa imagen ortodoxa y tradicional del Mesías-Rey que era a fin de cuentas la imagen defendida por el "Templo" judío y por su Sanedrín – y comparece como un Mesías, no político, sino espiritual, no nacionalista sino universal, metafísico, vagabundo, un Mesías que no tiene donde caerse muerto, que perdona a las adúlteras y se relaciona con prostitutas reconvertidas, que elogia a los samaritanos —herejes del judaísmo oficial, que no reconocían la supremacía del Templo de Jerusalén—, un Jesús que come con colaboracionistas del Imperio Romano (publicanos que recaudan impuestos para el invasor pagano) un Mesías que entra en connivencia con el enemigo ocupante, aceptando pagar tributo al César, que se relaciona con Centuriones y cura a sus criados, paganos e idólatras, que relaja el estricto cumplimento de la Ley del Sinaí en nombre del amor.
[Jesus habla con el centurión, y cura a su criado]
Un Cristo, que sugiere un Dios Trinitario y que se atreve a llamar " abbá" (papá o padre en arameo) a YHV el Dios innombrable..., un Cristo juzgado y condenado como hereje por el Sanedrín según la Ley mosaica, y luego entregado por el Sumo Sacerdote a Pilatos, Gobernador romano, acusado de sedición y de pretendiente al Trono de David o sea Rex Iudaeorum. Jesús haciendo prevalecer el mandamiento del amor menosprecia la Ley del Sinaí que se declaraba eterna como el Mundo, menosprecia el Sabbath, y la circuncisión, expulsa a los cambistas y mercaderes del Templo, confunde las Tribus de Israel entre los pueblos gentiles, relativiza las leyes de pureza de los alimentos, cuando los Macabeos prefirieron morir antes que comer carne de cerdo...
INRI
Hoy, las mismas críticas de teólogos y moralistas nos invitan a defender los derechos de las mujeres, de las personas homosexuales, de una sexualidad menos estigmatizada, a propiciar el diálogo con las nuevas tradiciones espirituales..., herejía es elegir, es respetar la libertad del Espíritu, que sopla por donde quiere. —Deus semper Maior.
[1] Cross, F. L., y Elizabeth Livingstone, eds. 1974. "Heresy." diccionario Oxford de la iglesia cristiana (2.ª ed.). Oxford: Oxford University Press.
[2] The Heretical Imperative. Peter L. Berger. New York, Anchor Press/Doubleday, 1979.
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