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Daniel 12, 4, Esperanza en medio de la tribulación








Por Rvdo. Juan María Tellería Larrañaga



La literatura apocalíptica, bíblica y extrabíblica (1), constituye un particularísimo género literario que desde hace mucho tiempo ha llamado la atención de los especialistas, por lo cual se le han consagrado muchos y diversos estudios (2). Desde nuestros años de joven seminarista hemos sentido un intenso interés por esta clase de escritos, su génesis, sus características distintivas, su significado y todo cuanto a ellos se refiere, interés que no solo no ha menguado con los años, sino que se ha acrecentado. De ahí nuestra alegría al ser convidado por el rector del CEIBI (3), d. José Manuel Díaz Yanes, para pronunciar estas palabras en el marco del primer retiro virtual de esta institución y con este tema específico. Daniel 12, 4 es un versículo clave dentro del libro de Daniel y del conjunto de la literatura apocalíptica veterotestamentaria.


En la clásica versión bíblica protestante española Reina-Valera de 1960 (4), la más empleada con mucho entre los acatólicos que se expresan en la lengua de Cervantes, este versículo reza así:

Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará.


Estas palabras, especialmente en su segunda parte (5), han sido, y son, por desgracia, empleadas desde muchos púlpitos e incluso en gran cantidad de publicaciones para “demostrar” que la Biblia —o el libro de Daniel en el caso concreto— predice y anticipa el gran avance de los descubrimientos científicos de los siglos XIX y XX hasta llegar a nuestros días (6); que los profetas del Antiguo Testamento habían contemplado nuestros tiempos actuales, y que los libros de género apocalíptico elaboran un “mapa profético” del futuro a través de unas claves que es preciso dilucidar o descubrir. Todo ello constituye una lamentable distorsión de este versículo y del conjunto del libro de Daniel y de toda la literatura apocalíptica del Antiguo y del Nuevo Testamento, y ello debido a dos razones fundamentales:

La primera, un evidente problema de traducción.

La segunda, un desenfoque total del libro de Daniel y su significado fundamental.

Veámoslo por partes.


En relación con la traducción de este versículo hemos de decir, ya de entrada, que las traducciones de las Sagradas Escrituras, como las de cualquier obra antigua o moderna, no resisten a la evolución natural de los idiomas. No se trata de que sean traducciones “buenas” o “malas”, “bien hechas” o “mal hechas”, sino de que los traductores emplean términos y vocablos que en su momento pueden significar conceptos concretos, pero luego cambian a medida en que transcurre el tiempo. Veamos, por no cansar al amable auditorio (y a los amables lectores), unos pocos ejemplos del texto de Daniel 12, 4 en versiones muy conocidas de la Biblia en nuestro idioma:


Pero tú, Daniel, guarda estas cosas en secreto y sella el libro hasta el tiempo del fin. Mucha gente andará de acá para allá, buscando aumentar sus conocimientos. (Versión Dios Habla Hoy) (7)

Tú, Daniel, guarda estas cosas en secreto y sella el libro hasta la hora final, pues muchos andarán de un lado a otro en busca de cualquier conocimiento. (Nueva Versión Internacional) (8)

Y tú, Daniel, guarda en secreto estas palabras y sella el libro hasta el tiempo del Fin. Muchos andarán errantes acá y allá, y la iniquidad aumentará.(Biblia de Jerusalén) (9)

Tú, Daniel, guarda estas palabras y sella el libro hasta el momento final. Muchos lo repasarán y aumentarán su saber. (Nueva Biblia Española) (10)

Pero tú, Daniel, mantén en secreto esta profecía; sella el libro hasta el tiempo del fin, cuando muchos correrán de aquí para allá y el conocimiento aumentará. (Nueva Traducción Viviente) (11)

Por tu parte, Daniel, guarda en secreto estas palabras y sella el libro hasta el tiempo final. Muchos lo consultarán y aumentará su saber. (Biblia Traducción Interconfesional) (12)


Es evidente que no todas las versiones coinciden. En la segunda parte del versículo, que es, como queda dicho, donde vamos a centrarnos, hallamos discrepancias entre quienes, por un lado, vierten de forma muy literal, calcada del texto hebreo, la idea de vagar, andar, correr de un lado para otro o similares y, por el otro, quienes lo entienden como lo que realmente es, un idiotismo judío que significa estudiar, repasar, consultar, sumergirse en un texto para su comprensión. Y también entre quienes traducen la última palabra del versículo como “conocimiento” o “saber” y quienes (13) vierten ese vocablo como “iniquidad”.


En relación con este último y curioso dato —¿habrá de entenderse, por ventura, el conocimiento como algo negativo en sí mismo?—, vamos a decir algo que nos ilustrará sobre esta anomalía.


En el Texto Masorético hebreo (14), tal como lo edita la conocida Biblia Hebraica Stuttgartensia (15), nos encontramos con la palabra daath (דעת), que significa “conocimiento”, pero el aparato crítico presenta dos lecturas de manuscritos considerados menores: raath (רעת) y raah (רעה), que significan “maldad” (16). Para un escriba que copiara rápido los textos no era difícil escribir las letras dáleth (ד), equivalente a nuestra d, y resh (ר), equivalente a nuestra r, de manera prácticamente idéntica, lo mismo que las letras tau (ת), equivalente a nuestra t, y he (ה), equivalente a nuestra h, de modo que la lectura del término en cuestión se prestara a cierta confusión. Que los textos hebreos de Daniel 12, 4 contenían en su última palabra, unos una clara dáleth y una clara tau, y otros una clara resh con una tau y otros con una he, lo evidencia la versión griega conocida como la Septuaginta o Versión de los Setenta (17), en algunos de cuyos manuscritos se lee el término gnosis (ΓΝΩΣΙΣ), que significa “conocimiento”, mientras que otros leen adikía (ΑΔΙΚΙΑ), que significa “injusticia” o “iniquidad” (18). De este modo, entendemos que los traductores de la Biblia de Jerusalén (BJ) han favorecido la segunda lectura del texto hebreo y griego (“iniquidad”), mientras que los de la mayoría de las versiones se decantan por la primera.


Finalmente, la traducción latina de la Biblia que llamamos Vulgata (19), revisión de la Vetus Latina realizada por San Jerónimo, lee en Daniel 12, 4 scientia, “conocimiento”, decantándose también por la primera lectura. De este término latino procede directamente el español ciencia (20), pero no significaba lo mismo que hoy en las épocas en que Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera publicaron sus ediciones de la Santa Biblia (21). En el castellano clásico ciencia significaba “conocimiento”, al mismo nivel que en latín, griego y hebreo antiguos, pero no lo que hoy entendemos por ciencia. Es lamentable que, al publicar la RVR60, se haya mantenido el vocablo clásico ciencia en un momento en que ese término ya tenía un sentido muy distinto. De ahí la confusión y la mala interpretación que algunos han dado a este versículo (22) hasta el día de hoy, sin que parezca tener solución, al menos en ciertos círculos.


Queda, pues, así explicado lo referente a la traducción de este versículo.


En lo que corresponde al enfoque del conjunto libro de Daniel, diremos lo que sigue a continuación.

Daniel 12, 4 no es un versículo aislado. Se inscribe en un contexto muy bien delimitado, que es Daniel 10-12, la última sección del libro protocanónico de Daniel (23) y una clara unidad de sentido, al igual que otras que componen esta obra extraordinaria. De idéntico modo que Daniel 7, que es de por sí otra de las secciones del libro, tal vez la más importante en opinión de algunos autores (24), Daniel 10-12 ofrece al lector un doble escenario: por un lado los cielos, donde los ángeles ejercen un ministerio muy especial en favor de las naciones (capítulo 10); destaca la figura del arcángel Miguel, el gran príncipe que tiene encomendado a su cuidado el pueblo judío; por el otro la tierra, escenario de las luchas y los conflictos entre los reyes del norte y del sur (capítulo 11, considerado uno de los más difíciles de interpretar de todo el libro). Pero se añade algo muy importante: el contenido del capítulo 12, una clara exposición de promesas, de esperanza.


Nunca se insistirá lo bastante en la importancia del conocimiento de los medios vitales (25) de los escritos bíblicos para su correcta comprensión. En el caso que nos ocupa, el conjunto del libro de Daniel, proto- y deuterocanónico, y de manera concreta la sección de los capítulos 10-12, presenta un claro mensaje de esperanza en medio de un momento crucial para la historia del pueblo judío, que es la crudelísima y genocida persecución orquestada contra él por el monarca seléucida Antíoco IV Epífanes (26), de lo cual nos dejan claro testimonio histórico las obras de Flavio Josefo Antigüedades de los judíos y Las guerras de los judíos y, sobre todo, los libros deuterocanónicos 1 y 2 Macabeos, contemporáneos de los acontecimientos. En efecto, la redacción del libro de Daniel tiene lugar en el siglo II a. C., la época de la revolución Asmonea contra los seléucidas greco-sirios. Aunque la ficción literaria, basada en el recuerdo cuasimítico de una gran figura, príncipe de la familia real judaíta, que había vivido la deportación a Babilonia y había estado en la corte de Nabucodonosor, lo presenta como si fuera un texto escrito por el propio profeta Daniel (27), la realidad es que su composición, sin duda a base de tradiciones recogidas acerca del gran siervo de Dios, tiene lugar en aquel momento tan trágico para la historia judía que es el período Asmoneo (28). Es, pues, el libro de Daniel el último escrito del Antiguo Testamento protocanónico en ver la luz (29) y se dirige de manera muy concreta a un pueblo pequeño y pacífico que vive lo que a ojos vistas parecía ser el último tiempo de su historia.




Es en este contexto donde Daniel 12, 4 aparece con toda su fuerza declarativa, tanta que, en opinión de algunos exegetas (30), muy bien pudiera haber sido el versículo final de toda esta sección y, por ende, del libro protocanónico (31). El hecho de sellar mensajes recibidos de lo Alto y reservarlos para un tiempo posterior, que es el tiempo en que se redacta el escrito en cuestión, constituye un rasgo característico de la literatura apocalíptica, como podemos constatar en el propio libro de Daniel (9, 24) y en otros del mismo género (32). Por otro lado, la declaración literal de que muchos correrán de aquí para allá o andarán errantes significa, como hemos indicado más arriba, ocuparse en el estudio, en la lectura atenta de un escrito para acrecentar el conocimiento. Y en el contexto de estos capítulos y del conjunto del libro de Daniel este conocimiento al que se alude no puede ser otro que la conciencia por parte de los maestros del pueblo judío, esos que enseñan la justicia a las multitudes (Daniel 12, 3) de que su Dios tiene un propósito salvador y reivindicador de su grey. En los escritos veterotestamentarios, y Daniel no constituye la gran excepción, la noción de conocimiento tiene, por lo general, esta connotación sagrada. En medio de la tribulación los maestros de Israel han de leer este libro para conocer que Dios tiene la última palabra y que los grandes reyes de este mundo, por invencibles que parezcan, disponen de un tiempo muy limitado para su acción.


En conclusión, Daniel 12, 4 es un versículo que nos transmite esperanza. Todo el libro de Daniel en su conjunto lo hace; para eso fue escrito. Ya lo leamos como una obra exclusiva para el pueblo judío de la época de la revolución Macabea, lo que es realmente, o bien desde el punto de vista cristiano como un testimon