El Pacto de la Comunión Anglicana
El Pacto de la Comunión Anglicana

Introducción al Texto del Pacto
“Esta vida nos fue revelada: nosotros la vimos y damos testimonio de ella, y les
anunciamos a ustedes esta vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos ha
manifestado. Les anunciamos, pues, lo que hemos visto y oído, para que ustedes estén
unidos con nosotros, como nosotros estamos unidos con Dios el Padre y con su Hijo
Jesucristo. Escribimos estas cosas para que nuestra alegría sea completa” (I Juan 1.2-4).
1. Dios nos ha llamado a la comunión en Cristo Jesús (I Cor 1.9). Esta comunión nos
fue revelada por el Hijo como la misma vida divina de Dios la Trinidad. ¿Qué es esta
vida a nosotros revelada? San Juan deja claro que la comunión de vida en la Iglesia
participa en la comunión que es la vida divina misma, la vida de la Trinidad. Esta vida
no es una realidad remota de nosotros, sino una que ha sido “vista” y de la que se ha
dado testimonio por los apóstoles y sus seguidores: “en la comunión de la Iglesia
compartimos de la vida divina”. 1 Esta vida de Dios Uno, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
se moldea y manifiesta a sí misma a través de la misma existencia y ordenamiento de
la Iglesia.
2. Nuestro llamado divino a la comunión está establecido en los propósitos de Dios
para toda la Creación (Efe 1.10, 3.9ss). Se extiende a toda la humanidad, de manera
que, en nuestro compartir de la vida de Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios
pudiera restaurar en nosotros la imagen divina. A través del tiempo, de acuerdo con
las Escrituras, Dios ha extendido este llamado por medio de pactos que hizo con Noé,
Abraham, Israel y David. El profeta Jeremías anhelaba un nuevo pacto, no escrito en
lajas de piedra, sino sobre el corazón (Jer 31.31-34). En Jesucristo, el Hijo de Dios,
nos es dado un nuevo pacto, establecido en “su sangre… derramada por muchos para
el perdón de los pecados” (Mt 26.28), afirmado en su resurrección de los muertos (Ef
1.19-23) y sellado con el don del Espíritu Santo, derramado en nuestros corazones
(Rom 5.5). Somos bautizados en este pacto de la muerte al pecado y la nueva vida en
Cristo, y nos es dado el poder para compartir la comunión de Dios en Cristo con toda
persona, por toda la tierra y la Creación entera.

3. Humildemente, reconocemos que este llamado y don de la comunión demanda
responsabilidades para con nuestra vida en común ante Dios mientras buscamos, en
gracia, cómo ser fieles en nuestro servicio a los propósitos de Dios para el mundo.
Reunidos en la Iglesia universal, que es el Cuerpo de Cristo, esparcido por toda la
tierra, servimos a este evangelio cuando somos capacitados para ser uno, cruzando las
barreras del pecado y la alienación humanas (Ef 2.12-22). Las formas de esta vida en
la Iglesia, que vive cautivada por el misterio de la comunión divina, revela a los
poderes hostiles y divisivos del mundo “las múltiples sabidurías de Dios” (Ef. 3.9-10).
Fidelidad, honestidad, gentileza, humildad, paciencia, perdón y el amor mismo,
vividos en deferencia y servicio mutuos (Mc 10.44-45) entre el pueblo de la Iglesia y
1 La Iglesia del Dios Trino, La Declaración de Chipre de la Comisión Internacional del Dialogo Teológico
Anglicano Ortodoxo, 2007, párrafo 1,2.
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a través de sus ministerios, contribuyen a la edificación del Cuerpo de Cristo, mientras
crece hacia la madurez (Ef 4.1-6, Col 3.8-17).
4. En la providencia de Dios, que persiste aún sobre nuestras divisiones, causadas por el
pecado, varias familias de iglesias han crecido dentro de la Iglesia universal y a lo largo
de toda su historia. Entre estas familias está la Comunión Anglicana, que provee un
carisma e identidad particulares entre quienes siguen y sirven a Jesús. Reconocemos la
maravilla, belleza y reto de mantener la comunión en esta familia de iglesias, como
también reconocemos la necesidad de compromiso y disciplina mutuos como
testimonio de la promesa de Dios en un mundo y un tiempo de inestabilidad, conflicto y
fragmentación. Por tanto, hacemos pacto común como iglesias de esta Comunión
Anglicana a fin de ser fieles a las promesas de Dios a través de la fe histórica que
confesamos, nuestro culto común, nuestra participación en la misión de Dios y nuestra
vida en común.
5. Pactar en común no tiene como propósito cambiar el carácter de esta expresión
Anglicana de la fe cristiana. Más bien, reconocemos la importancia de renovar, en
forma solemne, nuestro compromiso mutuo, y la comprensión común de la fe y el orden
que hemos recibido, de manera que los lazos de afecto que nos mantienen juntos
puedan ser reafirmados e intensificados. Hacemos esto a fin de reflexionar, en nuestras
relaciones de los unos con los otros, sobre la fidelidad de Dios y sus promesas para
nosotros en Cristo Jesús (2 Cor 1.20-22).
6. Somos un pueblo que vive, aprende y ora con y según las Escrituras como la Palabra
de Dios. Buscamos adorar a Dios en acción de gracias y alabanza y hacemos
intercesión por las necesidades humanas en todas partes, a través de la oración común,
unidos a través de muchas culturas e idiomas. Somos privilegiados en compartir la
misión de los apóstoles de traer el evangelio de Cristo a todos los pueblos y naciones,
no sólo con palabras, sino también en actos de compasión y justicia que den testimonio