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Establecimiento de la IERE

Hacia 1870, en Sevilla, los protestantes españoles declararon su intención de organizar una Iglesia reformada unida para todo el país, pero la intención no se pudo concretar, debido a las profundas diferencias con respecto a la organización de la Iglesia: presbiterianismo, congregacionalismo y la postura de aquellos que deseaban una Iglesia esencialmente española, pero de gobierno episcopal, según la tradición de la primitiva Iglesia cristiana en España.

A principios del año 1870, el clérigo de la Iglesia de Inglaterra Lewen S. Tugwell llega a Sevilla para hacerse cargo de la capellanía dependiente del Consulado inglés. En dicha ciudad encontró a ciertos españoles involucrados en un movimiento reformista encaminado a extender las verdades de la Biblia, a combatir la ignorancia que de ella se padecía y, de esa forma, lograr una espiritualidad que contravenía los modos de la Iglesia Católica de la época. Interesado por esa labor, el capellán inglés buscó un colaborador para encauzar esta obra, encontrándolo en el ex sacerdote católico, convertido al anglicanismo en Londres, Francisco Palomares García. Junto a otros colaboradores, se concretó una misión entre españoles y para españoles, en la que se establecían dos objetivos: predicar la Palabra de Dios y dar instrucción secular a todos.

En el año 1870 también existía una Iglesia Reformada en Sevilla, fundada y pastoreada por Juan Bautista Cabrera, ex-sacerdote escolapio que se había refugiado en Gibraltar hasta la Revolución de 1868. Esta iglesia y la misión iniciada por Palomares realizaban sus trabajos en Sevilla con total independencia, sin más conexión entre ellas que la fraternidad cristiana. La obra supervisada por Palomares quedó definida bajo el nombre de "Iglesia Española Reformada Episcopal" (IERE). Este nombre da a entender que, desde el principio, esta Iglesia tuvo un corte netamente protestante, lo cual siempre constituyó un problema para todos los anglicanos españoles que se sentían más atraídos hacia la tendencia High Church. En noviembre de 1874 Juan Bautista Cabrera se trasladó a Madrid para hacerse cargo de la Iglesia Evangélica del Redentor, cuyo pastor, Antonio Carrasco, había fallecido en un naufragio algunos meses antes. Años después, el 2 de marzo de 1880, y en la ciudad de Sevilla, cinco congregaciones: una en Madrid pastoreada por Cabrera, tres de Sevilla bajo Francisco Palomares y una de Málaga dirigida por el laico Sr. Domínguez, se reunían en Sínodo bajo la presidencia del obispo de México, Enrique Chancey Riley, de visita en España, y se constituían como Iglesia. Durante la celebración de dicho Sínodo, y por el mencionado obispo, fue ordenado diácono y presbítero el Sr. Domínguez. Asimismo, Cabrera fue elegido obispo con jurisdicción sobre la Iglesia constituida. En la consagración episcopal de Juan Bautista Cabrera (1894) intervinieron tres obispos de la Iglesia de Irlanda, que conservaban la antigua sucesión de san

Patricio de Irlanda. Esta Iglesia (IERE) se siente moralmente continuadora de la antigua Iglesia Hispana, de la que afirman gozó de independencia jurídica de Roma hasta el siglo XI. La antigua Iglesia de España se rigió por los acuerdos de sus propios y numerosos sínodos, y contó también durante siglos con una liturgia propia: la Liturgia hispánica.

La primera edición de la liturgia de esta iglesia, fue aprobada en el Sínodo de 1881 y revisada posteriormente. Su forma y contenido son los del antiguo rito español, también llamado visigótico o mozárabe, completado con elementos anglicanos, de otras liturgias reformadas y originales. Al precisar que la IERE era una Iglesia española, se quería decir que ella no era el resultado de la actividad de misioneros extranjeros. Desde sus inicios sus ministros eran, en su mayoría, ex-clérigos católicos que rompían con la Curia Romana a causa de su conciencia. Por eso, la IERE se presentó siempre como una Iglesia española y para españoles, de corte protestante, pero heredera de la "vía media anglicana" que acepta en su seno las tradiciones católicas de siempre. La Iglesia Española Reformada Episcopal pasó, durante las distintas etapas políticas de España, por difíciles momentos de intolerancia, persecución, represión e indiferencia, manteniendo su testimonio a pesar de todo ello y de otros problemas de índole económica. Hasta el día de hoy y tras muchos avatares, esta Iglesia ha estado presente en España, siendo siempre supervisada por obispos en sucesión apostólica y hallándose ahora regida por su quinto obispo: Carlos López Lozano.

Nuestro primer Pastor: Dr. Francisco Palomares García

Natural de Requena (Valencia), eminente Teólogo y Doctor en medicina, fue uno de los grandes pilares del protestantismo en España, y como cristiano, un referente en la Europa Protestante.

El Rvdo. Francisco Palomares García fue uno de los fundadores de la Iglesia Española Reformada Episcopal. Nacido el 4 de junio de 1835, fue huérfano de padre desde los dos años de edad, llegando a ser un personaje ilustre, reconocido como un honesto, brillante y genuino hombre de Dios en toda Europa, excepto en su propia tierra, lamentablemente.

En efecto, pocos en Requena saben que estudió teología en Cuenca, siendo ordenado diácono el 19 de mayo de 1858, y presbítero al año siguiente. Ocupó diferentes cargos eclesiásticos en parroquias rurales, y en abril de 1864 fue nombrado cura ecónomo de la Iglesia de San Martín, en Cuenca, alternando este cargo con el de Rector y Administrador del Colegio de San Pablo, agregado al Seminario Conciliar de Cuenca.

En todo momento desempeñó cada una de sus responsabilidades de acuerdo con su vocación cristiana a la luz de la Palabra de Dios, lo que hizo que pronto surgieran fuertes desavenencias con su Obispo, D. Miguel Playá y Rico, quién más tarde llegaría a ser Arzobispo de Toledo y Primado de las Españas; desavenencias que provocaron que Francisco Palomares abandonara su diócesis.

Gracias a un permiso que le fue concedido por el Obispo, el Dr. Palomares llegó a Madrid en busca de nuevos horizontes espirituales, y allí se enteró que los Marqueses de Retortillo necesitaban un capellán preceptor para sus hijos, cargo que le fue ofrecido en cuanto los Marqueses le conocieron. Tras el preceptivo permiso de su Obispo aceptó el cargo, partiendo hacia Francia con los Marqueses y su familia. Durante su estancia en Anglet (Bayona), estalló la revolución de 1868 que destronaría a Isabel II de España, por lo que los Marqueses continuaron en Francia hasta que en 1870 se declaró la guerra de este país con Alemania, lo que provocó que la familia se trasladara a Inglaterra, viviendo todos en Londres, en el número 10 de Queen's Gate Gardens, Kensington.

Esta estancia en Inglaterra cambiaría radicalmente la vida del Dr. Francisco Palomares. Habiendo ingresado los hijos de los Marqueses en un colegio, Palomares disponía de mucho tiempo libre para pasear. Un día, movido por la curiosidad, y a pesar de sus ideas católico-romanas, entró en un templo anglicano que había enfrente de la casa en la que vivía. Tras su primera visita, su afición a la música le hizo volver a aquella iglesia en la que se cantaba tan bien, y después de algunas visitas pudo constatar las diferencias dogmáticas que existían entre la liturgia romana y la de la Iglesia de Inglaterra.

Por otra parte, el jardinero de su casa había hablado con él en diversas ocasiones sobre diversas cuestiones teológicas, y le había invitado a que leyera la Biblia, cosa que él no podía hacer porque un buen católico-romano del siglo XIX sólo usaba el Breviario para sus devocionales. Finalmente, el jardinero le puso en contacto con un caballero que tenía su casa en la misma calle, y que había estado viviendo muchos años en Sudamérica, y hablaba el español a la perfección. Este caballero se llamaba Mr. Frederick Eck, quién le regaló una Biblia y le presentó a otros caballeros y al ministro de la Iglesia que Palomares había empezado a frecuentar.

Todo esto provocó un cambio tan radical en él, que dejando su posición social, amistades, abundancia de medios de vida y recuerdos de su juventud, se resolvió a dar un último paso, y despidiéndose de sus jefes regresó a Madrid donde hizo profesión de su nueva fe evangélica en la Iglesia del Redentor, entonces situada en la calle de la Madera número 8.

Intimó entonces con el Rvdo. D. Manuel Carrasco, pastor de la citada iglesia, a quien expuso su deseo de trabajar en alguna labor pastoral. El pastor Carrasco le puso en contacto con el Rvdo. Lewn Street Tugwell, capellán anglicano de Sevilla, que llegó a ser un verdadero amigo para el Dr. Palomares y para muchos otros españoles, jugando un papel fundamental en los inicios de lo que después sería la Iglesia Española Reformada Episcopal.

Mr. Tugwell compró el antiguo templo de San Basilio, que había sido desamortizado años atrás, y después de acondicionarlo para el culto evangélico, fue inaugurado el mes de junio de 1871, quedando encargado del pastoreado de aquella congregación el Rvdo. D. Francisco Palomares García.

Deseoso de ser útil a todos los menesterosos de Sevilla, Palomares comenzó la carrera de Medicina en 1875, doctorándose en 1882 con la especialidad de "coqueluche", o "tos ferina". Su buen hacer en este campo le llevó a descubrir un jarabe que aliviaba ese mal, conocido en Sevilla como "el jarabe protestante". Además, preparó la fórmula de una pomada que vendía en su casa, llamada"Ungüento de la calle Relator", que se ha estado vendiendo en la farmacia de la Plaza de la Constitución de Sevilla hasta tiempos muy recientes.

En Sevilla, donde murió tras servir durante cuarenta y cuatro años, como médico de cuerpos, mentes y almas, se le ha honrado en numerosas ocasiones. La última, en 1995, rotulando una calle a su nombre (la del Doctor Palomares García), finalmente en el barrio sevillano de Sevilla Este, muy cerca también de las calles Casiodoro de Reina y de la de Cipriano de Valera, algo poco común para un Presbítero de la Iglesia Reformada Episcopal, o para cualquier otro protestante español. A los cinco años de su fallecimiento, el diario "El Liberal", le recordaba como:"Cumplido caballero, dechado de bondad y nobleza, sabio modesto pero distinguido, que empleó su ciencia en el bien de sus semejantes".

El Ayuntamiento de la ciudad hispalense, en sesión pública, acordó concederle a perpetuidad la tumba que ocupaba en el Cementerio Civil, "en consideración a los merecimientos que el finado contrajo dedicándose con verdadero altruismo a la práctica de la medicina entre las clases populares", según se lee en el Acta de la Sesión, del 19-7-1920.

Salió de su Requena natal para llevar a cabo sus estudios eclesiásticos y como ya se dicho, servir como capellán de una distinguida familia monárquica, con la que se trasladó a Londres. De su estancia en esta ciudad dice él mismo que vivió:"Con todas las comodidades de la vida, pero Dios me llamó al Evangelio, no a buscar el pan del cuerpo, que lo tenia de sobra, sino para el pan del alma que es Cristo".

El pastorado, las escuelas, el ejercicio de la medicina (que estudió al llegar a Sevilla), el trabajo misionero en los pueblos, el específico que inventó contra la tos ferina (conocido como el "Jarabe Protestante"), y los fanáticos católicos de su época, ocuparon todas sus energías y la de su numerosa familia; la cual, según cuentan sus descendientes, a veces se quedaba a medio comer queriendo dar ejemplo de sobriedad, porque el popular médico sólo recetaba a sus pacientes el caldo del puchero doméstico.

Cuando murió, Sevilla, además de dedicarle la calle que ahora lleva su nombre, le concedió el título de Benefactor de la Humanidad, y le cedió un nicho en su Cementerio General, en el que reposan sus restos mortales.

Cuando Palomares comenzó a trabajar con Mr. Tugwell, Juan Bautista Cabrera ya vivía en Sevilla; al principio los contactos entre ellos no fueron muchos, pero un año y medio después de haberse conocido habían intimado lo suficiente, y ambos se propusieron dar vida real al sueño de crear una Iglesia Nacional Católica y Reformada, con gobierno episcopal. La idea de una iglesia de este tipo cuajó en el primer Sínodo, o Reunión General de todos los protestantes españoles celebrado en pleno exilio, en Gibraltar, el 25 de abril de 1868, en el Templo de la Iglesia Escocesa. A ella asistieron casi todos los exiliados religiosos que había en Gibraltar, tratando de encontrar la fórmula para tratar de lograr una única Iglesia Reformada para todos los españoles. Los acuerdos que se tomaron en aquel primer Sínodo constitutivo iban encaminados a coordinar los esfuerzos de lo que ellos llamaron "Iglesia Española Reformada", que no era otra cosa que el conjunto de españoles que habían abandonado la Iglesia Romana por motivos de conciencia, y se encontraban militando en alguna de las iglesias extranjeras, o vivían su fe clandestinamente dentro de España.

El segundo punto de los acuerdos de aquella reunión merece la pena ser citado literalmente porque expresa, por una parte la provisionalidad de la situación, y por otra la idea de unidad entre todos aquellos que se sentían católicos en el sentido genérico de la palabra, pero al mismo tiempo se sentían reformados. Este segundo punto decía literalmente lo siguiente:"Acordamos: 2.- Adoptar una Confesión de Fe, un Código de Disciplina, y una versión de la Biblia, para lograr la necesaria unidad entre los Católicos Reformados Españoles".

De alguna manera, aunque todavía sin fundamentos muy sólidos, se estaba creando formalmente laIglesia Española Reformada Episcopal, siendo elegido Presidente de aquel "Consistorio" de la Iglesia, al propio Juan Bautista Cabrera.

La reunión celebrada en Gibraltar en 1868, tenía como fin la creación de un Consistorio, o Junta Directiva, que coordinara los esfuerzos misioneros que se estaban haciendo, tanto dentro como fuera de la Península Ibérica. Las personas que participaron en dicho Consistorio se sentían católicas, pero no aceptaban el sistema Romano, y aunque eran hombres con diferentes tendencias eclesiásticas, todos estaban dispuestos a ceder en sus matizaciones para crear una única Iglesia Católica Reformada.

La II Asamblea General, con carácter provisional, se celebró el año siguiente en Sevilla a finales del mes de julio. También fue promovida por el Rvdo. Cabrera, con el fin de mantener una Confesión de Fe y un Directorio Litúrgico. Debido a algunas discrepancias surgidas a causa de algunos de los objetivos propuestos por algunos misioneros extranjeros, esta Asamblea, que pretendía ser nacional, fue más una reunión de todas las comunidades del Sur de la Península que por otra parte eran las que estaban más cerca de Sevilla, y las que tenían una vida más larga por haber estado funcionando ya algunos años en la clandestinidad. Juan Bautista Cabrera salió nuevamente elegido como Presidente del Consistorio de laIglesia Reformada, que contó entre sus ministros más brillantes con Francisco Palomares García, todo un paladín del protestantismo en España, y sin duda un requenense ilustre a nivel europeo, al que Sevilla le tiene reconocida su labor benefactora por su labor médica y su compromiso con la sociedad de su época.

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