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Jesús bajo sospecha, reseña de Alfonso Pérez Ranchal








Jesús bajo sospecha. Una respuesta a los ataques contra el Jesús histórico.

Michael Wilkins y J. P. Moreland (eds). Editorial Clie, 2003, 319 páginas.



Es común en nuestros días encontrarse con libros y artículos que niegan lo que los evangelios dicen que Jesús dijo e hizo. Para ser consideradas personas inteligentes y modernas, debemos actuar de esa forma, incluso si decimos seguir siendo cristianos. Se trata de despejar a la figura histórica de Jesús de los mitos añadidos, así como también de los dogmas que la iglesia ha fabricado. Una vez realizado este proceso es que podremos escuchar al verdadero Jesús que andaba por las tierras palestinas. Esto también significa que el Jesús del N.T. es una figura creada, es ficticia, resultado de la labor imaginativa de la iglesia primitiva. Ya no se puede, se sigue apuntando, creer en los milagros después de la revolución científica. Pero estos debates no son nuevos, ya que arrancan con la Ilustración.

El Seminario de Jesús es uno de estos exponentes. Creado en 1985 con el propósito de "ver qué acuerdo hay entre los expertos de la autenticidad histórica de cada uno de los dichos de Jesús" (Marcus Borg, p. 14). Este grupo también buscaba hacer llegar sus conclusiones al público en general y así Robert Funk apuntaba que "Queremos liberar a Jesús. El Jesús que la mayoría de la gente conoce es un mito. No quieren saber quién fue Jesús realmente. Quieren a un Jesús al que poder adorar. El Jesús cúltico" (p. 15). Otro miembro destacado de este seminario era Dominic Crossan. Para este, Cristo no es Dios, ni realizó milagros reales y, por supuesto, no resucitó.


Existe la peregrina opinión de que los historiadores antiguos no sabían hacer historia y así mezclaban historia con leyendas y fantasía por igual. Esto sencillamente no es cierto. Especialistas judíos como Geza Vermes y David Flusser dicen que "sabemos más sobre Jesús que sobre cualquier otro judío del siglo I" (p. 18). James H. Charlesworth apunta que debemos añadir a lo anterior una excepción, el apóstol Pablo.


El Seminario de Jesús parte del naturalismo filosófico en donde la ciencia actual y la experiencia demostrarían que los milagros, o sucesos sobrenaturales, no se dan, esto es que no existen. Si tomamos el ejemplo de predicciones futuras en la Biblia, se dirá que nunca tuvieron lugar, sencillamente se escribieron tras lo ocurrido. Por ello, los Evangelios se tuvieron que poner por escrito después del año 70 ya que es cuando se llevó a cabo la destrucción del templo y de Jerusalén que aparecen en los mismos como profecías en boca de Jesús. Esto también significa que los evangelistas no fueron testigos oculares y, para finalizar, el testimonio de los Padres de la iglesia a este respecto no sería fiable.


Se trata, por tanto, de ideas preconcebidas de las que parten, de una particular cosmovisión que decanta toda la investigación de este Seminario. Todas estas cuestiones son muy relevantes y este libro dará respuestas a ellas. Además "queremos que las respuestas que nos consuelen sean verdad. Para la persona sabia, la vida valdrá la pena si está basada en la verdad, y no en un placebo" (p. 21).





La fe y la razón van juntas, nuestra fe debe ser una fe razonable y razonada. Algunos piensan que lo más importante es la fe aparcando la razón, y esto se da tanto en creyentes como en los que no lo son. Para los primeros es como una demostración de ella; para los segundos la fe es un placebo.


Al presente hay dos corrientes de investigación. Una es la representada por el Seminario de Jesús (que formalmente se disolvió en 2006) que es extrema y escéptica; la otra es la llamada "tercera búsqueda" que es más moderada. Aunque el Seminario de Jesús repetía continuamente que representaban el consenso actual en los estudios, tal afirmación no era cierta. En cuanto a su metodología es muy problemática ya que, por ejemplo, Jesús no pudo dar sermones extensos o llevar a cabo diálogos con otra persona debido a que la Iglesia no se habría acordado de todos los detalles. Por tanto, lo propio de Jesús en los Evangelios son aforismos y parábolas.

Para este Seminario, no citó jamás las Escrituras para aplicárselas a sí mismo, por lo que nunca se habría proclamado Mesías, ni se llamó Hijo del Hombre, ni predijo el futuro ni habló del juicio de Dios. Jesús sencillamente fue un sabio al estilo de los cínicos. Esto es algo parecido a los filósofos itinerantes grecorromanos, o semejante también a un gurú oriental, y hablaba por medio de frases breves y crípticas. Se aparta de su contexto judío, no era, por decirlo así, suficientemente judío para que podamos entender su figura desde ahí. Lo que ocurrió es que se puso en boca de Jesús temas como la destrucción del templo o el juicio de Dios con la venida del fin del presente mundo entre muchas otras cosas y acciones.


El libro está dividido en ocho capítulos precedidos con una introducción llevada a cabo por los editores del libro.

El primer capítulo escrito por Craig L. Blomerg es “¿Dónde empezar la in­vestigación sobre la persona de Jesús?”. Trata de dar una respuesta a la metodología de los críticos modernos en su forma de acercarse al estudio de la vi­da y ministerio de Jesús. Posteriormente presenta una serie de puntos para estudiar la vida de Jesús junto a una defensa de la fiabilidad de los evange­lios.


El capítulo segundo es responsabilidad de Scot Mcknight, quien centra su atención en la gran cantidad de libros sobre Jesús que están apareciendo y que presentan a un Jesús diferente, muy alejado de la fe ortodoxa. Se centra específicamente en tres de estos retratos como son: Jesús el sabio, Jesús el religioso y Jesús el revolucionario social. Después Mcknight recorrerá os evangelios para poner de manifiesto la figura de Jesús que nos presentan y si es compatible con los re­tratos anteriores.


El tercer capítulo es de Darrell Bock. Pone de manifiesto la tan dudosa metodología del Seminario de Jesús y cómo llega a sus conclusiones. No olvida los llamados criterios de autenticidad y cómo se puede seguir aceptando como auténticos los dichos de Jesús que aparecen en los Evangelios.


Craig Evans se ocupa del siguiente capítulo. Este conocido especialista vuelve a poner en entredicho las presuposiciones y metodología del Seminario, en este caso se centra en los hechos de Jesús. Finalmente argumenta que los hechos evangélicos del Galileo pueden ser considerados auténticos.


El capítulo quinto es de Gary Habermas. Ahora se da lugar a la conside­ración de los milagros de Jesús, tanto los del tipo de oraciones y exorcismos como los de la naturaleza. Presenta los argumentos de los críticos así como su propia crítica a ellos.


William Lane Craig se ocupa en un extenso capítulo del suceso capital del cristianismo: la resurrección de Jesús. De nuevo, el procedimiento es similar, apuntando las principales razones que dan los que niegan una resurrección literal para, posteriormente, hacer una defensa en sentido contrario de por qué la creencia ortodoxa de la resurrección es la que mejor y la que más sencillamente explica todos los datos que nos han llegado.


El siguiente capítulo se lo debemos a Doug Givett, el séptimo. Lleva el título de “¿Es Jesús el único camino?”. El cristianismo es acusado de exclusivis­mo alejándose de la pluralidad por la que no pocos abogan. ¿Existen razones de peso para este elitismo? Sin duda se trata del capítulo más dependiente de la fe, se aleja así de los precedentes que argumentalmente son de mucho peso.


El último es gracias a Edwin Yamauchi. En él se recogen las mejores fuentes extrabíblicas sobre Jesús y el valor que tienen.


En la introducción los editores Michael Wilkins y J. P. Moreland nos decían que el presente volumen tenía dos objetivos esenciales: "(1) Veremos las enseñanzas actuales que infravaloran la información bíblica sobre Jesús, su vida y ministerio (como por ejemplo, ‘El Seminario de Jesús’). (2) Presentaremos una defensa justificada y razonada de la enseñanza bíblica sobre los temas cuestionados".


Sin duda debo reconocer que ambos propósitos son logrados sobradamente. Ahora bien, hemos de evitar dos actitudes igualmente condenables a la hora de leer un libro como el que nos ocupa. Por un lado, la propia de creyen­tes que parecen tenerlo todo muy claro en estos temas. Solo hay que te­ner fe y tomar todo tal y como aparece en las Escrituras, sin hacer muchas preguntas; por el otro, la mirada condescendiente de los críticos de la ortodoxia que parecen comprenderlo todo a la perfección por lo que textos como el presente son pobres ejercicios de salvar lo insalvable. Tanto unos como otros harán muy bien en abstenerse de leer Jesús bajo sospecha. Pero si tu mentalidad es abierta, respetuosa con el otro piense lo que piense, y valora algo solo después de haberlo considerado y haber realizado el intento de comprenderlo, te invito a sumergirte en este libro. Sea cual sea tu posición después de haberlo leído, el tiempo invertido habrá valido la pena... y esto es lo mejor que se puede decir sobre un libro.


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