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Paul Schneider, apóstol y mártir del siglo XX


Hace 80 años moría en el campo de concentración de Buchenwald, Paul Schneider (1897-1939), el primer pastor protestante asesinado por los nazis por motivos religiosos. Hace un par de años, su hijo Karl leyó un emotivo memorial de su padre ante el Papa Francisco y la comunidad reunida en la antigua basílica de San Bartolomé (Isla Tiberina, Roma), para rendir homenaje a los mártires del siglo XX y XXI [1].

Cuál fue el delito de Schneider. El mismo de tantos otros que se oponen a los dictadores de turno; de los que mientras los demás alaban y vitorean al hombre fuerte de turno, ellos se atreven a denunciar sus falsedades; de aquellos que mantienen la verdad la fe frente a la idolatría del momento. El crimen del pastor Schneider consistió básicamente en denunciar que el nazismo tenía objetivos “irreconciliable con el mensaje de la Biblia”.

No fue esta una posición popular. La mayor parte de la población adoraba a Adolf Hitler. A sus ojos, era un líder político que cumplía su palabra. Por ejemplo, en el tema del desempleo, que era un grave problema, bajó el número de parados de seis millones a finales de 1932 a un millón a finales de 1937, al mismo tiempo que se construían miles de casas cada año. El acercamiento a las iglesias también fue estratégico, de tal modo que muchos pastores ocuparon un lugar prominente en las plataformas de los mítines nazis. Al principio, como es natural, Schneider miró con confianza los proyectos sociales de Hitler, pero bien pronto se desengañó ante el mensaje de orgullo nacional o nacionalismo exaltado, cada vez más prominente en los discursos nazis, en detrimento de los judíos y otras minorías.

Fiel a su llamamiento cristiano, hasta en el mismo campo de concentración, se atrevió a hablar libremente y sin miedo contra el régimen nazi, llamándolo por su nombre: asesino, criminal, tirano monstruo. Fue torturado con sadismo, pero nunca dejó de denunciar la falta de humanidad de los nazis y de cuantos los apoyaban, pastores de su misma iglesia incluidos.

Hijo de pastor y casado con una hija de pastor, Margarete Dieterich [2], Schneider conocía bien el oficio, aunque en un principio quiso ser médico, médico de cuerpo, que cambió por médico de almas, de conciencias, que también repercute en la salud del cuerpo, y de la sociedad. Sus colegas de ministerio nunca le apoyaron, al contrario, molestos, y temerosos, de sus críticas al régimen nazi, el Consistorio de la Iglesia le envió a un lugar pequeño y remoto de Alemania. Una condena al ostracismo, a la irrelevancia eclesial. Es entonces cuando decidió formar parte de la Iglesia confesante, opuesta a Hitler y su política. Detenido en 1935 y 1936, sus amigos, que también los tenía, le recomendaron que evitara la confrontación con los nazis. Schneider respondió que él no buscaba el martirio, sin embargo, tenía que ser fiel a su Señor y a su conciencia.

En la primavera de 1937, con el apoyo de los miembros del presbiterio de su iglesia, comenzó un proceso de excomunión de algunos miembros afiliados al partido nazi, cuya conducta violaba la disciplina congregacional. Esta acción le condujo a su arresto en la prisión de Koblenz. Después de una breve liberación, volvió a ser arrestado en octubre de ese mismo año y enviado Buchenwald, abierto desde hacía unos meses como campo de concentración. Sentenciado a una pena de confinamiento solitario, Schneider predico el Evangelio desde la ventana de su celda.

Se negó a saludar la bandera con la esvástica, argumentando que no podía honrar un símbolo criminal. Tampoco podía proferir el saludo Heil Hilter, porque la salvación (heil) no se recibe de un ser humano, sino del Señor.

En una ocasión, el Domingo de Pascua de 1938, severamente debilitado por la tortura, logró elevarse hasta la ventana de su celda y proclamar: "Camaradas, escuchadme. Soy el pastor Schneider. La gente es torturada y asesinada en este lugar, pero el Señor dice: Yo soy la resurrección y de la vida”. No pudo terminar su alocución, interrumpido por sus guardianes.

En una ocasión, cuando dos presos fueron ejecutados, después de una fuga, Schneider dijo a sus verdugos: “En el nombre de Jesucristo, doy testimonio del asesinato de esos prisioneros” [3].

Ese fue el significado de la vida de Paul Schneider, ser testigo de Cristo y testimonio de la injusticia humana. Precisamente, el testimonio de Paul Schneider abre la historia de la Gestapo, escrita recientemente por el profesor Frank McDonough, a cuyo texto me remito como la mejor introducción que tenemos en español de la vida, ejemplo y martirio de este santo del siglo XX, que sigue siendo toda una lección para un tiempo como el actual, cuando muchos están rindiendo su discernimiento cristiano ante el altar del poder político.

En un sermón del 8 de octubre de 1933, Paul Schneider criticó a Ernst Röhm, jefe de las tropas de asalto nazi, por pensar que se podía lograr una revolución nazi sin una “renovación espiritual interior” del pueblo. Sus comentarios fueron puestos en conocimiento de las autoridades eclesiásticas locales. El obispo de la zona de Renania, miembro del movimiento filonazi Cristianos Alemanes, advirtió a Paul para que dejara de difundir desde el púlpito semejantes críticas contra los dirigentes nazis. Todos los regímenes políticos cuentan con su camarilla de religiosos dispuestos a bendecirlos y santificarlos.

En una carta a sus padres, Schneider escribió: “Pese a mi deber cristiano de obediencia, no creo que la Iglesia evangélica pueda evitar entrar en conflicto con el estado nacionalsocialista”.

En febrero de 1934, Paul fue juzgado por ser “políticamente poco fiable” por la jerarquía eclesiástica protestante. Para ejercer aún más presión, fue relegado a la función de pastor en dos pueblos rurales remotos: Dickenschied y Womrath, cuyas poblaciones no sumaban ni mil habitantes. El 11 de junio de 1934, Paul Schneider desafió de nuevo al Partido Nazi local.

Esta vez protestó contra un guardia de asalto nazi que dijo durante un servicio fúnebre por un difunto miembro de las juventudes hitlerianas que el mártir nazi Horst Wessel tenía “seguidores celestiales”. La Gestapo recibió un informe de la reacción crítica de Paul, que acabó en una cárcel local “bajo custodia preventiva”. Los parroquianos locales firmaron una petición solicitando su liberación. Fue puesto en libertad.

Durante el inverno de 19351936, la Gestapo recibió informes de Schneider en como mínimo doce ocasiones por hacer comentarios contra los nazis. En 1937, la Gestapo le prohibió vivir o incluso predicar en toda la zona de Renania. En un acto de desafío abierto a esta orden de “exilio interno”, Paul regresó a su parroquia local y siguió predicando. El 3 de octubre de 1937 dio otro sermón crítico, que fue seguido por un agente local de la Gestapo. Schneider fue detenido y enviado a la cárcel de Coblenza.

El 27 de noviembre de 1938 fue trasladado al célebre campo de concentración de Buchenwald,

Lo pusieron en régimen de aislamiento. Por la tarde solía recitar en voz alta versos de la Biblia desde la ventana. Leonhard Steinwender, un cura católico y compañero preso, describió a Paul como “un personaje heroico al que todo el campo profesaba respeto y admiración. No había tortura que impidiera que apelara una y otra vez a la conciencia de los guardias de las SS y del comandante del campo”.

Paul sufrió un maltrato horrible por parte de los guardias de las SS por expresar su opinión. Alfred Leikam recuerda: “Schneider fue expuesto a graves torturas corporales, humillaciones y agonías, además de brutales palizas”. Incluso Karl-Otto Koch, el despiadado comandante del campo de Buchenwald, se percató de que no podía doblegar a Paul Schneider.

Decidió liberarlo con la condición de que firmara una declaración en la que prometiera no regresar jamás a su parroquia local ni volver a predicar. Se negó a firmarla.

El 18 de julio de 1939, Paul Schneider fue asesinado en la enfermería del campo de Buchenwald con cinco inyecciones letales de estrofantina. Su desconsolada viuda y sus seis hijos no pudieron abrir su ataúd ni verle debido al terrible estado en que se encontraba el cadáver. A su funeral en Dickenschied asistieron doscientos ministros de la Iglesia confesante protestante local, acompañados de una enorme multitud de fieles locales, para presentar sus respetos a una persona que había demostrado una valentía extraordinaria [4].

 

Notas

[1] https://www.youtube.com/watch?v=hqQrJmXHycI

[2] La misma que se encargó de escribir el testimonio de su esposo: Margarete Schneider, Paul Schneider – Der Prediger von Buchenwald. Neu herausgegeben von Elsa-Ulrike Ross und Paul Dieterich; SCM Hänssler, Holzgerlingen 2009.

[3] Victor Budgen, “Paul Schneider, 20 Century Pastor and Martyr”, Reformation Today, 54 (1980), p. 16. Existe una amplia biografía escrita por Claude R. Foster, Paul Schneider, the Buchenwald apostle: a Christian martyr in Nazi Germany; a sourcebook on the German Church struggle. SSI Bookstore, West Chester University, Pennsylvania 1995.

[4] Frank McDonough, La Gestapo: Mito y realidad de la policía secreta de Hitler.

Planeta, Barcelona 2016.

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