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Ser o no ser, he ahí la cuestión.

Bien conocida es la tendencia de Dios de “escribir derecho con renglones torcidos” y es que no podría ser de otra manera, en referencia al ser humano imperfecto que es usado en las manos de un Dios absolutamente perfecto y omnisciente. Muchos de los grandes personajes bíblicos nos han dejado un ejemplo inigualable para todos nosotros en cuanto a su devoción a nuestro Señor. Nombres propios como Abraham, Moisés, el Rey David, Isaías, el Apóstol Pablo, Juan, Pedro, etc… tuvieron una entrega y fe a Dios admirable y ejemplificadoras para cualquiera de nosotros. Incluso más allá del relato bíblico y en la propia historia de la Iglesia muchos hermanos siguiendo estos ejemplo, han sido capaces de legarnos a través de sus vidas una enseñanza sin igual para cada uno de los que componemos la Comunidad de Cristo.

Uno de esos hombres que ha inspirado la vida de muchos hermanos y que seguramente lo seguirá haciendo es John Wesley. John fue el impulsor de una autentica revolución en el panorama eclesiástico de su tiempo. Esto le costó el rechazo de la iglesia en la cual fue ordenado ministro. Un ejemplo de ello, fue cuando después de ser destituido de sus funciones pastorales (a causa de que su predicación causaba “turbación” entre los feligreses de su Capilla), pidió en el funeral de su Padre poder oficiar la ceremonia, cosa que le fue denegada. Esta prohibición lejos de desanimarlo le llevó a que una vez concluido el servicio, subido sobre la tumba de su propio Padre tomara la palabra y proclamase el evangelio a los “cuatro vientos”.

Los que lo conocieron de cerca lo describieron como un hombre con una gran piedad, devoción, sacrificio y amor a Dios. También fue considerado un excelente gestor y organizador, y aunque sus predicaciones fueron menos emotivas que las de su compatriota de fatigas y amigo desde las reuniones del “Holy Club” de Oxford, George Withefield, el reconocimiento por parte de los creyentes coetáneos de su época respecto de su ministerio y don de parte de Dios, fue irremediable. Su vida se pasó entre predicaciones y viajes, en condiciones complicadas (no en AVE o en avión). J.Wesley renunció a una vida de comodidad y confort por una vocación (llamado e invitación) de Dios para su vida. El mensaje de Dios que trastocó su corazón le impulso cada día de su vida a proclamar el evangelio con gran amor, fuerza y pasión.

Fueron muchas las cosas admirables que tuvo nuestro Hermano del S. XVIII. Pero todo ello, por supuesto, no le convirtieron en un santo o superhombre ajeno a las dificultades propias de cualquier contemporáneo suyo y de la propia idiosincracia de su propia vida. Es bien conocido los problemas que tuvo en su matrimonio.

John Wesley en contra de la opinión de su Hermano Charles, tomo en matrimonio a la viuda Mrs. Vazeille. Los motivos que algunos apuntan por el cual se dio este enlace fueron que:

“Wesley pensaba, que ya Molly había sobrepasado la edad de tener hijos, de tal manera que consideró que no se vería atado por la responsabilidad de la paternidad. Era financieramente independiente, así que no tendría que preocuparse por su sostenimiento y podría continuar ayudando a los pobres, y finalmente no era un miembro de la alta sociedad, por lo que no tendría que rendirle cuentas a los entrometidos que podrían haber pensado que se casaba con ella por interés.”[1]

Lejos de lo que muchos evangélicos actuales esperan de un gran siervo de Dios, su matrimonio no fue para nada ideal. Tuvo que afrontar muchas complicaciones y contrariedades. Su matrimonio tuvo muchísimas dificultades. Por un lado la esposa llegó a ridiculizar a Wesley en público y aliarse con ciertos opositores de este, tal vez buscando quizás llamar la atención de su esposo. Por otro lado la esposa se quejaba amargamente y profundamente de los largos periodos de soledad que pasaba, del abandonó constante que tenía por parte de su marido el cual estaba siempre muy ocupado con asuntos derivados de su ministerio y el tono cariñoso de las cartas con las hermanas que parecía no corresponder con el trato que como esposo le daba a ella. John tuvo que lidiar de forma constante con celos de su esposa. Inclusive buscaba en las cartas de su marido pruebas “incriminatorias" de alguna supuesta relación extra conyugal (acusó a su marido de adulterio en alguna ocasión). Esto les llevó a un desgaste de la relación muy profundo. Llegando a dormir en camas separadas y hacer vidas prácticamente separadas en pisos de la misma casa diferentes. La relación parece que se fue deteriorando tanto que alcanzó algunos extremos, incluso según un testigo en cierta ocasión vio a Molly maltratando a John Wesley arrastrándolo por el suelo.[2]

El matrimonio Wesley se separó definitivamente y en la última carta que J. Wesley le dirige a su mujer deja evidencias del profundo daño que tenían ambos:

“Tú me has puesto innumerables piedras de tropiezo en el camino... aumentaste el número de rebeldes, deístas y ateos y debilitaste las manos de esos que aman y temen al Señor. Si vivieras mil años dos veces, no podrías deshacer todo el daño que has hecho. Y hasta que no trates de hacer todo lo posible para repararlo, te digo adiós”. Tras esto nunca más se vieron e incluso cuando John fue avisado de la muerte de la que todavía era su esposa, no hizo nada salvó quedarse en casa.

Con todo lo hasta aquí relatado no pretendo hacer prensa rosa sobre la vida de John Wesley, sino que sin el más mínimo atisbo de querer entrar en juzgar la relación de nuestros hermanos, el testimonio vital de ellos, puede servirnos para reflexionar frente a un tema hoy muy repetido en muchas iglesias y que vengo observando en algunos pastores, predicadores (o tele-predicadores), evangelistas, youtuber evangélicos y demás que tienen cierta relevancia pública bien sea por vía internet, televisión, radio o simplemente en la plataforma de sus iglesias. Muchos de estos hermanos viven bajo la demanda de un vida “triunfalista”. Tanto por exigencia de su propia creencia como que aquellos que les siguen se lo demandan. Estas exigencias les prescribe el poderse equivocar nunca, no se les permite ser humanos y errar, sino que debe llevar una vida “bendecida” y modélica para el resto. Esto como es lógico es totalmente imposible. Esto impulsa a muchos de los que venimos hablando a tener que lleva una “careta de triunfalismo”, falsa que les hace vivir una vida auténticamente falseada y enajenada. Por supuesto, todo esto es ajeno al evangelio y sus demandas e incluso contrario a toda la Buena noticia de Dios. El ser cristiano no te convierte en un ser de otro planeta sin problema y enajenado ante la responsabilidad de los mismos. Incluso el mismo Jesús nos advirtió: “en este mundo tendréis problemas”.

Este fenómeno no viene sólo provocado por ellos mismos que pretender dar una imagen pública de lo que no son realmente, sino que la propia congregación y aquellos que les siguen les exigen ese tipo de “impresión”. Parece que si no se viste de esa imagen, el pastor no es lo suficientemente santo, ungido o bendecido por Dios. La gente que busca estos modelos lo que realmente esta creando son ídolos con pies de barros, más que estar inmiscuidos en un proceso de búsqueda sincera y real de Dios. Estos creyentes están más preocupado en seguir al más guapo, al que aparenta tener una vida más bendecida, al que tiene mejor oratoria, al que tiene la iglesia más grande y sale más veces en la televisión, al que más likes tiene en su video, etc… que en aceptar la responsabilidad de sus propias vidas delante del Señor y levantar su mirada ante la crueldad de la vida y la realidad misma. Buscan opiáceos que los enajenen de sus propias vidas, en la forma de líderes religiosos.

Ante esta situación debemos de ser claros y dejar de engañarnos a nosotros mismos. El hecho de ser pastor no te capacita para tener un matrimonio mejor que el de otro que no lo es. Incluso el ser creyentes no es garantía de felicidad conyugal.

Sorprendentemente para algunos, hay pastores, teólogos, apóstoles, etc… que discuten con su mujer (apostaría que el mismo Apóstol Pedro lo hacía), tienen problemas con sus hijos, e incluso podríamos llegar más lejos afirmando que podrían llegar incluso al divorcio. ¿Perderán entonces la unción de Dios? ¿Les abandonó el Señor por esto?

Los ministros que viven en la exigencia de tener que aparentar esa vida triunfante como el “ungido de Jehová” vive bajo una tensión que les hace caer en la bipolaridad de una doble vida, entre su ideal utópico y mental y la realidad propia de su existencia.

Estos “triunfadores” acaban cayendo en su propio engaño y acaban siendo víctimas de su propio ego triunfalista, que les hace no seguir el consejo del Apóstol Pablo de “no tener mayor concepto de uno mismo”, y acaban creyéndose dueños y administradores de la verdad absoluta y adalid de la ortodoxia de Dios, haciéndoles caer en el fundamentalismo y la intransigencia. Ellos al más puro estilo de Protágoras se auto erigen en la medida de todas las cosas y la verdad de Dios es su verdad.

¡Estimados Hermanos por supuesto que hay pastores/as con depresión, hay ministros de Dios con vidas complicadas y no sólo por lo económico, sino por todo lo que les rodea o incluso por sus propias decisiones, hay muchos líderes que no aceptan el ir a un psicólogo para no mostrar su flaqueza o incluso líderes de comunidades que se suicidan!. Ocupar un rol de responsabilidad en la iglesia no te hace ni más santo, ni mejor persona, ni mucho menos un “superman”. Si vives en pareja puedes tener los mismos problemas que tiene cualquier otro. matrimonio o incluso más. El ministro de Dios no es aquel exento de problemas o que nunca se equivoca. El verdadero siervo de Dios no es aquel que todo le va absolutamente bien, sino aquel que siendo llamado por el Señor sirve en la comunidad siendo consciente de su pequeñez. Para ello se requiere de una humildad profunda y sincera, en la cual uno mismo pueda reconocer que en la Comunidad de Dios otros pueden opinar distinto a mí y que la opinión equivocada puede ser la mía (o tal vez la suya o tal vez la de los dos), pero no juzga. El modelo de autoridad que enseñó Cristo es el del servicio. Por ello, no ser un triunfador a ojos del mundo o de la iglesia no significa que no sea usado por Dios o que no seas ungido. No estamos llamados a usar las técnicas comerciales y de marketing de este mundo para vender nuestro producto de fe, para tras la apariencia de piedad darnos autobombo o alimentar nuestro propio ego con el reconocimiento de otros.

'No debemos crear un evangelio inhumano que nos deshumaniza. La Biblia nos ha dado testimonio de un Moisés irascible que perdía los nervios, un David que fue asesino y adultero, un Abraham mentiroso, un Profeta Jeremías lleno de quejas, etc… para darnos cuenta que Dios no nos pide aparentar lo que no somos y que por encima de nuestras “metidas de pata” esta la sola Gracia de Dios. No hace falta que nos pongamos una careta con la frase de que todo esta bien cuando tu mundo interior te grita y se desmorona. Es mejor que con nuestras debilidades, problemas, dificultades nos dejemos ser un instrumento en las manos del Creador'

El evangelismo es otra cosa, no una campaña de publicidad para exponernos a nosotros mismos y lo que nosotros creemos como cierto, llegando incluso a machacar al prójimo. Estamos llamados por Dios para amar con sinceridad a nuestro prójimo e incluso a nuestro enemigo. La iglesia no debería de tolerar a estos hermanos que van de superhéroes ridiculizando las posición teológica, o las opiniones, o comentarios de otros hermanos (por ellos sentirse muy “especiales”). ¡Esto es un atentado completo contra el Reinado de Dios en su Iglesia!. El evangelio es para los enfermos y enfermos somos todos nosotros. Todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios. Tristemente hoy en día hay “enfermos terminales” que se creen sanos.

Por ello, con esta reflexión me gustaría invitar a cada hermano a reflexionar y aceptar nuestro lado más oscuro, el mal que nos habita, para poder responsabilizarnos de él. No debemos crear un evangelio inhumano que nos deshumaniza. La Biblia nos ha dado testimonio de un Moisés irascible que perdía los nervios, un David que fue asesino y adultero, un Abraham mentiroso, un Profeta Jeremías lleno de quejas, etc… para darnos cuenta que Dios no nos pide aparentar lo que no somos y que por encima de nuestras “metidas de pata” esta la sola Gracia de Dios. No hace falta que nos pongamos una careta con la frase de que todo esta bien cuando tu mundo interior te grita y se desmorona. Es mejor que con nuestras debilidades, problemas, dificultades nos dejemos ser un instrumento en las manos del Creador, para que en todo lo que hagamos busquemos tan sólo la sola Gloria de Dios, cosa que por otro lado es altamente complicado por nuestro orgullo que enseguida busca su reconocimiento.

El evangelio no promete una vida sin problemas, eso es sencillamente mentira, lo que nos garantiza es que en medio de ellos habrá una esperanza, ¡Dejemos de vender humo!. Somos humanos y como tales imperfectos, te llamen pastor, teólogo o simplemente ujier. No somos nadie para juzgar a otro desde lo que nos hemos creído que somos y no somos y ¡ya basta! de fingir vidas “triunfantes” que huelen a muerto, el evangelio es un llamado para ser auténticos y no para poner una máscara más en nuestras vidas.

Rubén Baidez Legidos

.studiousus theologiae

[1] Radiodifusión América. Un matrimonio de diferentes expectativas. Disponible en: https://radioiglesia.com/reflexiones/996-un-matrimonio-de-diferentes-expectativas

[2] Incluso una novelista tenía la teoría que el primer esposo de Molly (como se le conocía a la esposa Wesley) se suicidó por el maltrato que sufría por ella. (FUENTE: Christianity Today. John Wesley and Women. Artículo Web disponible en: http://www.christianitytoday.com/history/issues/issue-2/john-wesley-and-women.html )

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