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Aceptación


No son los sanos los que tienen necesidad de médico ni de cura.

"Todos los que cobraban impuestos para Roma y otra gente de mala fama se acercaban a Jesús, para oírlo. Los fariseos y los maestros de la ley lo criticaban por esto, diciendo: —Éste recibe a los pecadores y come con ellos" Lucas 15.1-2

Rvdmo. Andrés Omar Ayala - Los pecadores públicos se acercaban a Jesús sin ocultarse, tan pública como su pecado era su búsqueda de redención. Encontramos en las Escrituras muchos testimonios de la gracia y el perdón para los pecadores arrepentidos. Debe ser porque los pecadores públicos no tienen la posibilidad de negar su condición, y por eso son más abiertos al arrepentimiento.

Por otra parte, los “religiosos”, fariseos y escribas, murmuraban, literalmente: refunfuñaban. La institucionalidad religiosa está siempre más interesada en denunciar la maldad e impiedad de los otros, antes que en la práctica de la virtud auténtica. Maquillados con un barniz de mandamientos y preceptos que aseguraban la pureza ritual, ellos podían atribuir maldad a los ajenos a su grupo.

Resulta más fácil decir quién es digno de condenación que andar en el camino de la gracia redentora.

La práctica de Jesús es contraria a la de la religión establecida. Él no se preocupa de la pureza ritual, sino que recibe a los impuros y con ellos comparte su intimidad, su comida. La aceptación produce un efecto transformador. Al aceptar, Jesús se identifica con los marginados y les concede una dignidad que, en primer lugar, inicia un proceso de auto-aceptación, de reconocimiento y de catarsis redentora. Solamente el que se sabe perdonado puede abrirse a ese perdón, perdonarse, perdonar y liberarse. Jesús propone y demuestra que por la comunión, la inclusividad, es que eso se realiza.

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